sábado, 22 de febrero de 2014

El Museo de la Farmacia de Lisboa: historia y poética de objetos caducos

Este artículo está destinado a los que sienten debilidad e interés por el mundo de los objetos, y gustan escuchar sus relatos secretos, muchas veces crípticos. Y es que viajando por Europa, no son pocos los lugares donde es posible satisfacer estas apetencias particulares –que tanta relación tiene con el mundo de los títeres–, aunque por lo general son lugares que suelen pasar desapercibidos, ocultos a la mirada de los visitantes.

Museo Cerralbo de Madrid
Es lo que pasa con el Museo Marés de Barcelona, uno de los más interesantes de la ciudad y que inexplicablemente, es de los menos visitados, o con el maravilloso Museo Cerralbo de Madrid, por no hablar de la meca de este tipo de lugares, el Museo de la Inocencia de Orhan Pamuk en Estambul, en el que el interés y la atención hacia los objetos se hace consciente y explícito, al ser el fin último del edificio que ocupa. Nos fijaremos hoy en el Museo de la Farmacia de Lisboa, que he tenido la oportunidad de ver estos días de estancia en la ciudad, con todo el espacio museístico prácticamente para mí solo durante la hora y pico que me entretuve en él.

Museo de la Farmacia de Lisboa
Debo decir antes que nada que nos encontramos ante un museo muy especial: no sólo porque ha recibido cantidad de premios (el Premio al Mejor Museo Portugués en 1997, Nominado para el Mejor Museo Europeo en 2004, y otros) sino porque constituye un ejemplo ideal para entender  y apreciar esta sensibilidad tan peculiar que impera hoy en muchos lugares de Lisboa, que se aplica tanto en proyectos de nuevos tiendas o negocios, como en la restauración de viejos espacios degradados, abandonados u obsoletos. Una sensibilidad que busca respetar el espíritu de cada lugar, con una delicadeza y un gusto que sólo se me ocurre explicar por una inteligente visión estratégica de futuro de gran clarividencia. Algo que no veo en otros lugares de la Península –en Barcelona se restaura con gusto, eso es cierto, y con visión estratégica de futuro, pero más a la “brocha gorda”, pues los capitales allí tienen prisa y van al grano, al estar la ciudad tan metida en el candelero del negocio turístico. En Lisboa ocurre un poco lo mismo pero con un tiempo retardado, más lento, el propio de una ciudad que se sabe situada en el “finisterre” urbano de Europa. Es como si la mirada que los lugareños tienen hacia sus espacios más emblemáticos fuera más atenta por disponer de más tiempo para verlo y recrearlo en su imaginación.

Hospital de Bonecas de Lisboa
Hay que dar ejemplos para entender lo que digo. Para empezar, el Hospital de Bonecas que se encuentra en la Plaza Figueira sigue siendo un lugar único que mantiene una vitalidad  envidiable y al que se puede acudir para cualquier emergencia de muñecos con necesidad de ayuda, amputación o reparación. Aquí no ha sido necesaria renovación alguna: la inteligencia estratégica de la familia que lo lleva es absolutamente admirable (vean artículo sobre el Hospital de Bonecas en Titeresante aquí).  


Imágenes del Hospital de Bonecas de Lisboa
Pero volviendo al tema de las novedades, uno de los más claros ejemplos es la transformación que ha tenido lugar en algunos de los antros del Cais de Sodré, una zona bastante degradada dedicada antiguamente al negocio del amor patibulario y a la prostitución más descarnada, y que hoy se está transformando en uno de los más "chics" e interesantes rincones urbanos de Lisboa.

Escaleras de entrada a la Pensao Amor, en Cais de Sodré
La Pensión Amor ocupa un antiguo burdel, convertido hoy en un elegante salón-bar que ha respetado mucho de los que había antiguamente, como los colores de las paredes o los tonos tórridos y canallas de la escalera, y sobre todo, la temática del “amor” y del “erotismo”, que se mantiene como letmotiv del negocio –con una pequeña librería dedicada al tema–, pero tratado desde el buen gusto y un refinado diseño. En este sentido, la combinación entre lo arrabalesco que se respira aún en las gastadas paredes y la nueva sensibilidad de exquisito diseño, es de un enorme atractivo, y la prueba es el éxito que tiene el lugar, con llenos absolutos los fines de semana de gente de todas las edades y condiciones, sin que falten los de alto poder adquisitivo.

Otro tanto ocurre con una tienda de Ultramarinos del mismo Cais de Sodré, dedicada al comercio de latas de conserva, convertida hoy en un bar en el que se sirven tapas con los ingredientes de lo que antes de vendía allí, y que ha mantenido la misma decoración característica de estos lugares, con sus estanterías repletas de latas que resultan tan familiares a los ojos antiguos como fascinantes a los jóvenes.  

"A Vida Portuguesa" junto a la Fábrica de Cerámica Viúva Lamego, en Largo Intendente.
Podríamos multiplicar los ejemplos, visitando por ejemplo el nuevo espacio abierto en el Largo de Intendente, junto a la Fábrica de Cerámica Viúva Lamego (maravilloso edificio hoy en restauración), por este negocio de tanto éxito llamado “A Vida Portuguesa”, que ha adquirido tanta buena fama por sus sofisticados productos de la primera mitad del siglo XX, pero puestos al día respetando los viejos sabores, colores y diseños.  O la antigua panadería situada en un edificio del siglo XVII o XVIII, en pleno Bairro Alto, hoy convertida en un bar de copas con unos magníficos sofás situados justo enfrente de la boca del horno.

Lugar donde se encontraba el antiguo Café Palladium.
Es cierto que la mayoría de los cafés más emblemáticos y hermosos de la Lisboa “antigua y señorial” ya no existen (como los añorados Café de Lisboa o el magnífico Palladium, pequeño templo Art Deco, y tantos otros) y que los pocos que restan son pasto de la hambruna turística, como el Brasileira al que es casi imposible sentarse para tomar tranquilamente un café, pero es como si los lisboetas, entrados ya en el siglo XXI, y tras comprender muy bien lo que han perdido, hubieran decidido recuperar el pasado con intervenciones nuevas y de sofisticado diseño, revalorizando  productos, estilos y realidades consideradas obsoletas por la generación anterior.

Interior de una farmacia de época.
El Museo de la Farmacia es fruto de este tipo de sensibilidad nueva. Podrían haber recopilado los mismos objetos, utensilios, muebles, jarras y carteles, y haberlo puesto todo en un orden más o menos aceptable y visible, sin que nadie les hubiera reprochado nada. Sin embargo, se optó por la solución más difícil y creativa: componer con lo obtenido y conservado verdaderas farmacias de época, de impactante belleza. Cada espacio tiene una preciosa unidad en sí y todos ellos constituyen verdaderas composiciones de arte expositivo de los objetos puestos en escena.


Leyendo el programa, vemos que en realidad se han reproducido algunas antiguas farmacias con estricta fidelidad al original. Incluso se muestra una vieja farmacia china de Macao, un alarde precioso de reconstrucción que retrata con gran verdad y acierto el ambiente de lo que deberían ser estas boticas en la antigua colonia portuguesa.


Adjuntamos algunas imágenes sacadas durante la visita, que ilustran lo que queremos indicar. Vean sobre todo la buena composición de los objetos, capaces de recrear los mundos que se pretenden explicar y reproducir.

Pero el Museo no se queda sólo con sus salas dedicadas a la historia de la Farmacia. Ubicado en un hermoso palacete frente al Mirador de Santa Catarina, dispone en su parte más noble con vistas al Tajo, de un restaurante en cuya decoración se ha seguido con una gracia extraordinaria el hilo temático del lugar: todo envuelto con objetos, estanterías, mesas, recipientes y otros utensilios propios del mundo de la farmacia y de la atención clínica de otras épocas, de modo que una vez visitado el Museo, puedes seguir gozando de lo visto comiendo en una sala donde todo lo que te rodea hace referencia al mundo farmacéutico.

Imágenes del Restaurante del Museo de la Farmacia.
Quizás una pesadilla para algunos, pero en todo caso una muestra de originalidad y de diseño exquisito y francamente atractivo.

Como decía al principio, un alarde de sensibilidad refinada con el que la Lisboa de hoy en día se distingue en el concierto de las ciudades europeas de interés estético, objetual y polichinesco.

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