viernes, 15 de junio de 2012

Viaje a Chengdu, China

Acabo de llegar de un largo viaje a China, para asistir al 21 Congreso de la Unima y al Festival Mundial de Títeres que se celebra en esta ciudad: 65 espectáculos extranjeros, 37 chinos y unas 700 representaciones. El objetivo del viaje era cubrir la información del Congreso y del Festival para la triple revista Puppetring (Putxinel·li, Titeresante y Puppetring), que además acababa de recibir una esponsorización de la misma Unima Internacional. El viaje se hizo también gracias a la ayuda del Instituto Ramon Llull, que se hizo cargo del billete. Todas las crónicas publicadas en Titeresante pueden leerse aquí.
Momento de la Closing Ceremony del Festival
 Ya había estado en China en el año 90 pero en la parte Este, concretamemte en Quanzhou, Cantón, Honkong y Macau. Además, entonces el país justo estaba empezando su proceso de reformas y fue muy ilustrativo ver en Cantón por todas partes inmensos rascacielos levantarse como por arte de magia envueltos en complicados andamios de bambú. Hoy estos edificios ya son viejos y a su lado se han levantado otrros aún más altos e imponentes.

Al menos esto es lo que pude observar en Chengdu, la capital de la región de Sichuan, en el sudoeste del país. Una ciudad de unos siete millones de habitantes, envuelta por una area metropolitana de otros siete millones: catorce en total. Impresiona realmente ver como China está cambiando y desarrollándose a marchas forzadas, a un ritmo galopante y vertiginoso. Uno no puede dejar de pensar en un colapso medioambiental a corto y medio plazo, cuando se ve este incesante crecimiento. Pero los chinos no parecen pensar lo mismo, y viven su inmersión en las mieles de la modernidad con un entusiasmo exultante: un parque móvil por las calles de alto nivel, una alegría juvenil entregada a los móviles, tablets y otros inventos de última generación, cuerpos femeninos muy ventilados con modelitos de mucho atractivo (en Chengdu hace mucho calor en esta época), y establecimientos dedicados al consumo masivo por todas partes. Una agradable sorpresa: prácticamente todas las motocicletas son eléctricas, es decir, ni hacen ruido ni sacan humo. Se cargan con un simple enchufe a la corriente eléctrica. El consumo de electricidad debe ser contundente, claro, y creo que el carbón es una fuente de energía bastante utilizado, pero es un placer ver los ríos de motos y bicicletas circular sin ruido alguno y sin sacar humo, casi una imagen de ciencia ficción.
Cabezas con plumas. Teatro de sombras. Chengdu.

Otra sorpresa agradable: el caos vital y casi juguetón del tráfico y de las citadas motos y bicicletas que circulan por las calles haciendo mil diabluras, subiendo por las aceras, cruzando en diagonal por entre los peatones... Los puristas de la calle de paseo que en España se quejan de las bicicletas, deberían ver este caos para relativizar sus posturas. Para algunos, este desorden y anarquía les podrá parecer una salvajada, pero fue para mi un signo de vitalidad y buena salud mental de la población: ante los rigidismos políticos y laborales, amplios espacios de libertad en las zonas privadas del día a día. Esta libertad se notaba también en las personas que veías por la calle o en las plazas: cada uno a su aire, haciendo lo que se le antojaba: bailando unos, practicando el Taichí o cantando karaoke otros, vendiendo pajaritos o escuchando sus cantos embobados, mostrando la barriga para sacarse el calor, descontrayendo los músculos mientras pasean por la calle, ... Los ambientes callejeros eran francamente agradables y daban una imagen de relajamiento y libertad personal muy superior a la que se observa en los países occidentales. No se me mal interprete: no quiero decir que haya más libertad en China, sino que las personas viven en su intimidad una relación con ellos mismos y con el entorno más abierta, libre y relajada.
Títeres de la compañía Shan, de Taiwán, en Chengdu.
 No cabe duda que la opulencia de la fachada urbana oculta realidades de cruda pobreza y marginación social. Pero, como digo, la impresión general es la de un país en un claro proceso de cambio y transformación. Está por ver lo que el futuro reserva a esta inmenso país, y como las jerarquías del Partido Comunista van a conseguir cuadrar el círculo de una sociedad cada vez más moderna y consumista, y por lo tanto, con más exigencias de autoresponsabilidad y de espacios de libertad, con el dirigismo político y el control de las comunicaciones en el que se basa la autoridad del régimen. Igualmente, las próximas crisis medioambientales se avecinan colosales y si no cambian pronto de rumbo energético, las futuras hecatombes están servidas.

Desde el punto de vista de las marionetas, el panoramo chino es de una riqueza espléndida y casi desbordante. Se han conservado tradiciones importantísimas y de altísimo nivel en muchas partes del país, y hay verdaderos empeños oficiales en mantener este patrimonio, protegerlo y potenciar el relevo generacional, pues muchos de los viejos maestros no tienen ya aprendices que les puedan suceder. En este sentido, es realmente encomiable el trabajo de las personas involucradas en el Museo de Sombras de Chengdu, con un fondo de muchos miles de piezas que están siendo catalogadas y pronto serán expuestas en un museo que en estos momentos se está construyendo. Una exposición de este fondo pudo verse duranjte el festival. Su organizadora, Erica Luo, es una joven estudiosa muy entusiasmada con su trabajo: su labor en la citada exposición ha sido realmente maravilloso.

Más adelante ya hablaremos de estas tradiciones con más calma. Adjunto solo a modo de avance este documental pescado en Youtube sobre el teatro de sombras tradicional en China.