miércoles, 28 de agosto de 2013

El Castillo Julia Hasdeu, en Câmpina, Rumanía: una puesta en escena para la figuración de lo invisible.




He aquí un museo que sin tener nada que ver con los títeres, guarda una profunda relación con el mundo de la figuración imaginaria. Ha sido el azar lo que me puso en contacto con este singular edificio, a raíz de una boda familiar que me llevó a Câmpina, al pie de los Cárpatos, en la región de Montenia, al norte de Bucarest. Paseando por esta hermosa localidad de aires limpios y bonitas casas todas ellas con preciosos huertos y jardines, descubrí el Castelul Julia Hasdeu, construido entre 1894 y 1896. Está dedicado a la hija del hombre de letras y reconocido sabio y escritor rumano Bogdan Petreicu Hasdeu, quién, en ocasión de una visita que hizo en Câmpina, decidió comprar un terreno para construir allí un pequeño castillo en homenaje a su hija Julia, muerta en 1888 a los dieciocho años.

Fotografía antigua del castillo
Retrato escultórico de Julia Hasdeu.
Pero lo más singular del caso es que B.O. Hasdeu construyó su edificio al dictado de su propia hija difunta, la cual le fue indicando sus instrucciones mediante prolongados contactos espiritistas.

Hay que conocer el caso para entender la desolación del padre ante la pérdida de la hija y su deseo de inmortalizarla a través de un hermoso mausoleo construido en el cementerio de Bucarest (cargado de simbolismos) y de este edificio singular que rezuma por todos sus poros la presencia invisible de Julia Hasdeu.

La muchacha fue un caso de inteligencia y sensibilidad precoz, al destacar de muy niña por sus dotes en hablar varias lenguas –a los tres años hablaba alemán, francés y rumano–, de modo que a los doce se traslada a París para cursar estudios en la Sorbone. Su muerte prematura por la tuberculosis truncó lo que apuntaba como una importante carrera literaria de alguien que mereció ya de muy pronto la admiración de la inteligencia parisina.

Fotos de familia con Julia Hasdeu.
La desolación de su padre, sobre todo al descubrir los valiosos manuscritos de Julia, fue inmensa. Procuró editar los textos de su hija –todos ellos escritos en francés–, y para enfrentarse a la terrible pérdida, se abrió a los caminos misteriosos del espíritu, del simbolismo y de la comunicación paranormal. Una práctica, la del espiritismo, muy extendida en la época, y que se tenía por muy científica, al estar basada en la experimentación de lo puramente sensible, como eran los golpecitos inducidos por los espíritus, leves corrientes de aire, soplos en los oídos, movimientos de sillas o cuadros, así como los esfuerzos de muchos fotógrafos en retratar las figuras invisibles de los aparecidos mediante largas exposiciones de la cámara con el objetivo abierto. Y son muchas, en efecto, las fotografías de espíritus  logradas durante tantos años de experimentar en estos dominios limítrofes que separan lo visible de lo invisible. Sobre si estas fotografías estaban trucadas o no, mejor dejarlo a criterio de los entendidos en verificaciones de esta índole.

Cuadro con el señor Hasdeu y el ectoplasma de su hija.

Es en este sentido que pueden interesarnos estas prácticas a los titiriteros, pues bien sabido es que los orígenes de la marioneta tienen mucho que ver con los espíritus de los muertos –como todavía es posible apreciar en muchas tradiciones aún vigentes de teatros y de ritos populares, en las que los muñecos encarnan a los espíritus de los difuntos cuando sus familiares o sus descendientes apelan a ellos para recibir sus favores o para revivir los orígenes.

Pero en esta ocasión concreta, nos hallamos ante un caso de figuración impalpable o invisible, sin que haya figura alguna, aparte de una estatua de mármol de la difunta y otras imágenes pintadas o dibujadas. En realidad, podemos considerar el edificio entero del Castelul Julia Hasdeu como una elaborada puesta en escena que busca hacer presente, con miles de detalles y mediante la misma estructura de la casa, a la fallecida joven. Y por el éxito de las visitas y la voluntad expresa del pueblo de Câmpina de mantener abierto como museo el Castelul, podemos decir que el éxito del empeño es rotundo. Para conseguirlo, el edificio, muy sencillo en su forma externa pero potente en la interior, no sólo recrea el mundo y la imagen de la fallecida Julia Hasdeu, sino que busca también crear una atmósfera de “llamada a los espíritus” a través de múltiples detalles en su estructura y decoración que nos remiten al mundo de los simbolismos espiritistas y del “más allá”. Todos los objetos expuestos y los detalles ornamentales tienen  significados simbólicos concretos, además de los cuadros y de las esculturas que nos hablan del mundo de la familia Hasdeu.

Sala con el gran piano de cola.
Al haber sido Julia pianista y buena cantante además, nos encontramos en la primera sala con un hermoso piano de cola, entre cuadros y vitrinas repletas de libros, cartas manuscritas y viejas fotografías. Destaca un reloj triple con uno de ellos marcando el paso de los meses del año y las fases de la luna.

El reloj que marca los meses.
Pero el lugar más impresionante es sin duda la torre central coronada por una bóveda pintada que contiene una estructura metálica de factura muy ligera sustentada sobre una gorda columna truncada y por la que se puede subir a través de una escalera que se bifurca -doble escalera iniciática sólo apta para los espíritus que deben enfrentarse a las pruebas del más allá- y que conduce a un puente sobre el que se yergue un Cristo de brazos abiertos.

Cúpula de la sala central con el puente y el Cristo.
La entrada principal, cargada de simbolismos, está formada por una primera y gruesa puerta de piedra que gira sobre un eje central y que abre a un pequeño descansillo que recuerda la antesala de una tumba. La segunda puerta tiene en sus batientes dos espejos que parecen querer funcionar a modo de “puertas dobles”: para las personas pero también para los “espíritus”, que suelen usar las superficies reflejantes de los espejos a modo de pasajes de entrada, tan planas pero tan profundas.
La segunda puerta de doble batiente con los espejos. Al fondo, la puerta de piedra cerrada.
Un dibujo de la fallecida Julia en su lecho de muerte recibe al visitante, a modo de indicación de que aquí es donde mora su espíritu.


Para ello dispone de un espacio fabuloso coronado por una cúpula que simboliza el cosmos entero presidido por la figura del Cristo resucitado.


Al fondo, dos pasillo estrechos bien cerrados por dos puertas de barrotes contienen dos pequeñas bibliotecas, sin duda de volúmenes secretos o prohibidos -y seguramente los escritos espiritistas dictados por Julia a su padre-, guardados por las esculturas de dos hombres de edad. Entre los dos pasillos, una especie de capilla que termina con una bonita ventana acristalada acabada en punta y un piano vertical al fondo –otra entrada o fuga para los espíritus.

Sala abovedada con los dos pasillos biblioteca en los lados.

Las demás dependencias ya en la tercera torre son sin duda las más familiares aunque también las más misteriosas. Allí está el gabinete del profesor B.P.Hasdeu, sobrio y elegante.

Despacho del señor B.P.Hasdeu.
En otra pequeña habitación con objetos íntimos de la difunta, destaca una estatua de mármol que la representa presidiendo la estancia.


Objetos que ejercen la función magnética de atraer a quién fue su propietaria: una muñeca, cuadernos, libros, fotografías, un tintero...

Objetos en la cámara privada de Julia Hasdeu.
Hacia el otro lado se abre un pasillo que conduce a una habitación donde al parecer se hacían las sesiones de espiritismo. Contiene la mesa de los golpecitos, unos asientos triangulares de piedra llenos de símbolos inscritos, y, además de varios cuadros y fotografías de ectoplasmas de la época, un curioso agujero que conecta esta cámara con la sala-despacho anteriormente descrita.

La sala despacho del señor Hasdeu con el agujero que da a la cambrita espiritista.
Un agujero que servía para que el espíritu de Julia pudiera pasar –y pueda seguir haciéndolo todavía– deambulando de una cámara a la otra.
El agujero para pasar los espíritus.

El Castelul funciona así como un sofisticado escenario repleto de objetos y de una considerable complejidad interior en los elementos estructurales y decorativos destinados todos ellos a llamar y a hacer presente la figura invisible de Julia Hasdeu, un espíritu o una presencia-ausencia que se halla en todos los rincones de la casa y que dispone de la gran sala central abovedada para en ella residir en la libertad de esta representación del cosmos, hermosa metáfora de las inmensidades del Universo, donde lo finito  y lo infinito se funden y conviven alegremente. Un mausoleo pensado no para el cuerpo sino para el espíritu de la difunta. Un teatro de marionetas elíptico y poderoso, poético y misterioso, en el que la escenografía de sus decorados, objetos y estructuras debe transmutarse en una escenografía abstracta y libre para que en la imaginación de cada uno de los visitantes-espectadores aparezcan las figuras de sus verdaderos actuantes, todos ellos invisibles.

Doble puerta que da a la sala del piano, vista desde la sala interior abovedada.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Barcelona, ciudad titiritera según el Washington Post

Per Bigas y Bruno Valls con sus marionetas. Foto de Xavier
Cervera. Publicada en el Washington Post.

Se publicó en julio de este año 2013 en el Washington Post un magnífico artículo escrito por la periodista Maya Kroth, titulado "In Barcelona, puppetry on the rise" (vean aquí el artículo), en el que se habla de Barcelona como de una ciudad donde los títeres tienen una presencia cada día más importante. En él se comentan las distintas tradiciones catalanes de los títeres de calle y también de los títeres tradicionales, y sobretodo de la vitalidad que hoy en día tiene el género en la vida diaria y especialmente nocturna de la ciudad. 

En el artículo, Maya Kroth entrevista a Pere Bigas, a José Antonio Puchades "Pucha" y a quién firma estas líneas, Toni Rumbau, mientras se habla de lugares como la Casa-Taller de Marionetas de Pepe Otal, la Sala Fênix, La Casa de l'Entremès o el bar nocturno El Nus.

Vale la pena ver las varias fotos que aparecen en la Photo Gallery que acompaña el artículo, hechas por el magnífico fotógrafo Xavier Cervera especialmente realizadas para el Washington Post. Vean aquí las fotos.