sábado, 28 de enero de 2012

Turín y Gianduja: historia, museo, teatros y colecciones

Exterior nocturno del Museo Gianduja en Grugliasco, Turín.
El Museo Gianduja

A mediados del siglo XIX, hablar de Gianduja era hablar del espíritu piamontés por excelencia, en una relación parecida a la que tiene el personaje de Pulcinella con la ciudad de Nápoles. Es decir, Gianduja representaba a los piamonteses especialmente en aquellos momentos iniciales del Resurgimento, cuando se fraguaba lo que sería la Italia moderna. Hoy, mucha historia ha pasado desde aquellas fechas, y el vocablo es más conocido para indicar un tipo de chocolatines, muy populares en Turín, unos caramelos o una marca de vino de la zona, aunque el personaje sigue desempeñando la importante función de ser el anunciador oficial de los carnavales piamonteses. Por supuesto, también hay algunos titiriteros que con gran dignidad y maestría lo siguen manteniendo como protagonista de sus espectáculos. 

Giovanni Moretti, Alfonso Cipolla y Luca Valentino,
en las oficinas del Museo Gianduja
Para indagar sobre el personaje, el director de teatro Luca Valentino, mi amigo en Turín,  me condujo al Museo Gianduja, que se encuentra en la localidad de Grugliasco, a pocos kilómetros de la capital. Allí nos recibieron Giovanni Moretti y Alfonso Cipolla, artífices del mismo y creadores del Istituto per i Beni Marionettistici e del Teatro Popolare. Cabe decir que fue un verdadero placer visitar el museo en compañía de quiénes mejor conocen no sólo la historia de Gianduja sino también la del teatro de títeres de Italia en general. De ambos autores es la magnífica obra Storia delle marionette e dei burattini in Italia, con prólogo de John McCormick, así como varios libros sobre la figura de Gianduja, entre ellos Gianduja: da burattino a simbolo del Piemonte, Catalogo; Il Teatro di Figura in Piemonte, de Alfonso Cipolla; Gianduja. Una ricerca in corso, de Giovanni Moretti y Alfonso Cipolla; o el libro de varios autores, Gianduja. Da Callianetto al Gran Teatro dei Fratelli Niemen, a cargo también de Alfonso Cipolla y Giovanni Moretti, Torino 2003. Para más información sobre las publicaciones del Museo, clicar aquí.

Gianduja, de la compañía Gambarutti, activa a
principis del XIX en el Piamonte. Museo Gianduja.
Como puede verse, mucha atención le han puesto los dos autores al personaje y es lógico que tanto amor haya acabado en museo, teniendo en cuenta además que Alfonso Cipolla es, desde hace muchos años, un pertinaz coleccionista de marionetas que le ha llevado a reunir un importante fondo, parte del cual se exhibe hoy en el museo de Grugliasco. Por su parte, Giovanni Moretti es un prestigioso actor fundador de varias compañías de teatro y profesor de la Universidad de Turín, convertido con los años en un importante referente de la escena italiana contemporánea.

El Museo ocupa un hermoso palacete en el que se ubican las salas de exposición en el primer piso, las oficinas y parte de los fondos, mientras que la biblioteca del centro se encuentra en un edificio colindante. Nos contó Giovanni Moretti como la máscara local del Piamonte, que a finales del XVIII se llamaba Gerolamo, tuvo que cambiar de nombre durante la época napoleónica. La razón es simple: el gobernador instaurado por Napoleón en la zona se llamaba Gerolamo Durazzo, y era un tanto peligroso utilizar el mismo nombre para una marioneta que básicamente hacía burla de la actualidad, al cumplir con la función de cronista satírico que los títeres tuvieron a lo largo del siglo XIX. Pasó a llamarse Gianduja (pronúnciese la jota como si fuera una i) y rápidamente adquirió gran celebridad. Se caracteriza por lucir un par de berrugas llamativas en el rostro y la misma coleta entonces de moda que también llevaba Guiñol. Sus creadores fueron los titiriteros Giovan Battista Sales y su ayudante Gioacchino Bellone. Por lo visto fue Sales quién se inventó el nombre de Gianduja, substituyendo al Gerolamo de la tradición, tras haber aprendido el oficio con el titiritero que actuaba en Piazza Castello, Giòanin d’ij Osei, conocido en su época como el “principe dei burattinai” (citado en el Catálogo Gianduja, de Giovanni Moretti y Alfonso Cipolla).

Gianduja y Giacometta recibiendo a las
máscaras italianas
En el museo hay una hermosa marioneta de Gerolamo y, a su lado, otra del que se supone es el Gianduja más antiguo que se conserva. También hay profusión de muchos otros personajes de la época, y  otros más recientes, que llenan las vitrinas del museo muy bien puestas por el titiritero-arquitecto Claudio Cinelli. Destacan varios diablos, algunos bastante antiguos, muchos soldados con fusiles y cañones, procedentes la mayoría de la compañía Lupi de Torino, con los que se representaban las batallas de la época, muy agitada. Pero si las marionetas son importantes, no menos lo son los materiales gráficos exhibidos (dibujos, carteles y revistas satíricas), como el Alfabeto di Pasquino “De Torino a Roma”, obra del famoso ilustrador Teja, en el que se cuenta, a través de maravillosas ilustraciones hechas con un gran humor y con Gianduja como hilo conductor, la precipitada huída de la corte a Roma, convertida en la nueva capital, y que empobreció de golpe y porrazo a Turín, con importantes insurrecciones y protestas populares.

Gianduja (el actor Giovanni Toselli)
hablando con Gianduja.
También se indica, con profusión de ilustraciones y objetos varios, la popularidad que alcanzó Gianduja, utilizado para dar publicidad a múltiples productos de la zona, o protagonizando roles de protocolo festivo, como las celebraciones del Carnaval o el encuentro de máscaras que se realizó en Turín durante el Carnaval de 1886, en el que se realizó el 3° Congresso delle Maschere italiane al Ciabot d’ Gianduia. Una magnífica litografía en color de 1898 recoge el recibimiento que Gianduja y Giacometta, su compañera, otorgaron a las distintas máscaras de las ciudades italianas llegadas a Turín, como una evidente muestra de unión política de un país recién estrenado.
Otra imagen preciosa es la de un cartel del año 1904, en el que se ve al actor Giovanni Toselli (1819-1886) caracterizado de Gianduja cogiendo por los hilos a un Gianduja títere y charlando con él –una marioneta perteneciente a la familia Lupi–.

El Museo tiene también una sala con piezas de muy distintas procedencias, algunas contemporáneas, como las marionetas cedidas por Neville Tranter de su espectáculo Frankenstein. Otra joya  a destacar es el precioso retablo de Guiñol, seguramente ochocentista, con dibujos muy trabajados y un elenco de hermosos títeres compañeros del héroe lionés. Adjunto algunas fotos que ilustran esta afortunada visita al Museo de Gianduja.

Teatros, Pinocchio, el señor Grilli y los títeres de hoy.

Escena de la ópera Pinocchio en el Teatro Reggio.
Me contaba Luca Valentino cómo de niño iba a ver las funciones que realizaban los Lupi en el teatrillo que entonces tenía esta antigua familia de titiriteros en Turín. Funciones que marcaron para siempre su sensibilidad, pues de aquella siembra vinieron los frutos de su dilatada carrera artística como director de escena, siempre con una especial atención hacia el género de las marionetas. Hay que saber que Valentino ha trabajado mucho con el conocido marionetista Claudio Cinelli. También ha dirigido tres espectáculos míos (“El Doble y la Sombra”, y las óperas “Euridice y los Títeres de Caronte” y “Salón de Anubis”, ambas con música de Joan Albert Amargós). Muy recientemente, ha sido el responsable de la puesta en escena de Pinocchio en su estreno en Italia, en el Teatro Reggio de Turín, una ópera de nueva creación con música de Pierangelo Valtinoni y libreto de Paolo Madron. Pinocchio ha sido un verdadera éxito y se repondrá de nuevo esta temporada durante el mes de abril de 2012. La gracia del montaje es que el personaje de Pinocchio está representado por una verdadera marioneta, manipulada a la manera “bunraku” por varios manipuladores capitaneados por Claudio Cinelli, autor de los muñecos. La obra está llena de efectos visuales, con utilización constante de títeres e imágenes de todo tipo. No cabe duda que el Teatro Reggio, programando esta obra de nueva creación muy aclamada por crítica y público, se ha marcado un tanto importante.

El teatro de los Lupi ya no existe, por desgracia. Por lo visto, aún persiste parte de la compañía y se conservan bastantes de sus marionetas, muchas de ellas diseminadas por los museos y entre los coleccionistas. Había bastantes en el Museo de Gianduja (preciosas cabezas sueltas de un sinfín de personajes) y se encuentran en las mejores colecciones de marionetas del país.

Fachada del antiguo Teatro Gianduja en Via Principe Amadeo,
de Turín
Hablando de teatros, vi y fotografié la fachada del antiguo Teatro Gianduja, situado en un noble edificio de la calle Príncipe Amadeo y con una capacidad bastante grande, que funcionó hasta después de la guerra. Hoy es un parking aunque se conserva la fachada, el nombre y una estatua del propio Gianduja asomada en el balcón que corona la puerta de entrada.

También me mostró Luca Valentino la última ubicación del teatro de los Lupi, situado junto a la iglesia de Santa Teresa, muy cerca de Piazza San Carlo. El local tuvo que cerrarse al no reunir las condiciones de seguridad exigidas por la municipalidad.

El señor Augusto Grillo en su despacho del Teatro Alfa.
Más tarde nos reunimos con el señor Augusto Grilli, hombre de teatro y gran coleccionista de marionetas, quién nos recibió en su despacho junto al Teatro Alfa, dónde suele representar sus espectáculos de Opereta. La afición del señor Grilli hacia las marionetas proviene de su más tierna infancia, pues como él mismo nos contó, adquirió su primera marioneta a los seis años de edad. Desde entonces no ha cesado de satisfacer esta necesidad suya de rodearse de actores de madera, sobretodo los movidos por hilos, que son su predilección. Actualmente, su colección alcanza la increíble cantidad de 15.000 piezas catalogadas, seguramente una de las más importantes de las existentes en Italia y en el mundo. Importante fue la exposición que hizo en el vestíbulo del Teatro Reggio en mayo de 2010, dedicada al mundo de la ópera, con pequeñas escenas fijas de personajes de la Bohème, de l’Elisire d’Amore, de la Aída o de Il Barbiere di Siviglia.

Con sus marionetas, el señor Grilli ha montado varios espectáculos, como algunas óperas y varias obras con Gianduja de protagonista. Uno de los temas de más éxito y que se reprodujo en innumerables espectáculos, especialmente a cargo de los Lupi, fue la famosa defensa de la ciudad de Torino durante el asedio sufrido por el ataque de los franceses en 1706. Además de Gianduca, destacó en estas fechas la heroicidad del soldado Pietro Micca, quién se inmoló al saltar por los aires junto a un depósito de armas para detener el avance de los franceses, quiénes pretendían entrar por los subsuelos de la ciudad. Gracias a Pietro Micca, el ataque fue repelido y Turín mantuvo su independencia.

El señor Grillo con Gianduja y Pietro Micca
Nos llevó el señor Grilli a su almacén dónde guarda parte de sus colección. Me soprendió el orden y el buen estado de las mismas, mantenidas en una temperatura ambiental idónea para protegerlas de la humedad, todas ellas envueltas en bolsas de tela o de plástico, perfectamente catalogadas según sus nombres, procedencia, obra en la que actuaba, etc. Le pedí que me mostrara un Gianduja (la que nos enseñó era obra suya, pues el señor Grilli también es constructor) y de paso extrajo a un Pietro Micca cuya cabeza provenía de los Lupi. Entre las hileras de cuerpos colgantes, nos mostró un conjunto de marionetas venecianas del siglo XVII, un batallón de Pupis colgados en la parte alta de una esquina del almacén, y otras joyas que apenas entreveíamos a través de los plásticos.

Pensé que era una pena que semejante tesoro no tuviera dónde mostrarse y que no exista ningún museo con ganas o capacidad de exhibirlo. Así lo piensa igualmente el señor Grilli, cuya única ambición es que el resultado de tantos años de esfuerzo no acabe ni fragmentado ni disperso. Un ejemplo de singular tenacidad que sin duda encontrará algún día dónde posarse y mostrarse en público.

Para rematar esta crónica de Turín, sólo me falta indicar a los titiriteros que en estos momentos siguen actuando con Gianduja de protagonista: uno es Marco Grilli, hijo del coleccionista, quién decidió en su día aprender el oficio del títere de guante y otras técnicas trabajando con Bruno Leone de Nápoles el Pulcnella y con Mimo Cuticchio de Palermo la técnica de los Pupi y del Cunto. La otra gran familia que también defiende en los escenarios a Gianduja son los Fratelli Niemen cuyas raíces se remontan al siglo XIX. Los Niemen, a los que no he tenido la suerte de conocer (compartimos programa en el Festival de Pinerolo del año 2010, pero no coincidimos en el calendario), son también muy apreciados por los entendidos y suelen actuar en los principales festivales del país.

jueves, 26 de enero de 2012

Turín, la ciudad de Gianduja y otras muchas cosas

Gianduja (foto sacada en el Museo de Gianduja:
Istituto per i Beni Marionettistici e del Teatro Popolare)
Después de visitar Lyon y encontrarme con Monsieur Guignol, era casi obligatorio acercarse a Turín, la capital del Piemonte, para saludar a otro personaje que, como el lionés, no lleva máscara y nació también en la época napoleónica: Gianduja. Sabido es que ambos han sufrido a lo largo de los años evoluciones muy distintas, pues mientras el primero ha llegado muy vivo y muy “expandido” a nuestros días, Gianduja ha quedado relegado en el imaginario piemontese como un referente folclórico de épocas pasadas, sin una presencia demasiado activa, aunque sí persistente, dado que algunos titiriteros siguen actuando con él.

Peculiaridades de la ciudad: luces, la Mole, el Museo Lombrosiano y el Museo Egipcio

Pero antes de entrar en materia y abordar al curioso personaje- que en el siglo XIX llegó a encarnar simbólicamente todo el Piemonte–, habría que hablar de esta ciudad del norte de Italia, singular como pocas. No sólo porque de ella partió el movimiento que acabaría unificando Italia en un solo país –conocido como il Risorgimento– siendo por ello mismo la primera capital de Italia, sino porque Turín ha sido una ciudad pionera en muchísimos asuntos de trascendental importancia para los italianos. Aquí fue dónde se desarrolló el primer cine, dónde nació la RAI (radio y televisión italianas) y la primera línea aerea del país (Trieste-Venecia-Pavía-Turín), aquí se instaló, creció y murió la FIAT. También  vivió, ya loco, Friedrich Nietzche una temporada, y Umberto Eco estudió en ella. Cesare Pavese se suicidó en 1950 en una habitación de su hotel, y Antonio Gramsci fundó en 1919 la revista L’ordine nuovo, con nuevos planteamientos sobre la lucha de la clase obrera. Last but not least, tiene el honor de guardar el Síndone, el sudario que se supone guarda la imagen de Cristo, esa reliquia tan venerada por los católicos y que es motivo de masivas peregrinaciones cuando se la expone en público. Ciudad pues de artistas, obreros, creadores, empresarios innovadores –y curas.

La Mole
Turín tiene además uno de los edificios más singulares por no decir únicos de Europa, la Mole, encargo hecho por la comunidad hebrea al arquitecto Novara Alessandro Antonelli en 1860 para construir una sinagoga. Problemas financieros abortaron la operación pero el edificio acabó por construirse casi veinte años más tarde por encargo de la ciudad para ubicar en él al Museo del Risorgimento (hoy situado en Palazzo Carignano). Este increíble edificio, provisto de una cúpula de 167 metros de altura, se ha convertido en un conocidísimo símbolo de la ciudad para ubicar, desde el año 2000, el Museo Nacional del Cine. Un Museo único en su género, divertido y misterioso, que además de informar sobre la historia del cine, despierta la imaginación y provoca el asombro del público.

Como vemos, las dos ciudades (Lyon y Turín) tienen lazos curiosos con el cine, cada una a su manera y según estilos propios. Pero no sólo las imágenes animadas las unen, también la luz, al ser ambas miembros de la red LUCI (Lighting Urban Community International). Eso significa que la iluminación recibe aquí un tratamiento estudiado, tal vez con resultados menos interesantes que en Lyon pero no por ello menos visibles. Pasear de noche por las calles de Turín es un placer, pues es como ver la ciudad en blanco y negro (que es cuando mejor brillan las ciudades italianas en las horas nocturnas, tal como el cine neorrrealista de los años 50 y 60 nos ha impuesto en la mirada). También Turín ha estrenado no hace mucho metro, y aquí se han quedado muy por detrás de Lyon. Nada qué decir sobre las estaciones, que son amplias y cómodas, y buenísimo el sistema automatizado de los vagones, que parece funcionar a la perfección. Pero la luz es fría, y cuando te sitúas en la cabeza del tren y ves como avanza raudo por las vías, uno esperaría encontrar en las estaciones un poco de luz humana, en vez de esa frialdad tecnológica de un blanco alumínico apenas roto por un plus de intensidad voltaica. Es como si los diseñadores e ingenieros hubieran decidido homenajearse a si mismos  y a sus alardes tecnológicos (que son muchos, pues los trenes avanzan y se paran sin conductor alguno), en vez de pensar en las personas que utilizan a diario el metro y que respirarían mucha más calidez humana con un mínimo de generosidad colorista en el diseño.

Instalación de Luigi Mainolfi (palabras de Guido Quarzo),1998.
en Via Garibaldi, Turin (Luci d’Artista). Photo: Bruna Biamino
Tal vez la gran aportación luminotécnica de Turín sea su proyecto Luci d’Artista que desde hace catorce años se celebra generalmente del 1 de noviembre hasta el 15 de enero, aunque a veces algunas de las obras lleguen a durar más. La ciudad invita a unos veinte artistas plásticos a diseñar instalaciones luminotécnicas en calles y plazas, lo que crea unas atmósferas originalísimas en esos meses del cambio del año, cuando las ciudades del mundo tienden por lo general a afearse penosamente con sus angustiantes luces navideñas.


Mascarilla de "corruptor", del Museo
Lombrosio. Foto procedente de
The Nautilus
Elogiables son todos los palacios, museos e iglesias de la ciudad. Pero puestos a recomendar un museo en especial –aparte del Egipcio, que ocupa el número uno del conjunto–, yo escogería il Museo di Antropologia Criminale “Cesare Lombrosio”, que hoy he visitado con mi amigo Luca Valentino. Una verdadera maravilla, reliquia de otras épocas –no tan lejanas cono pudiéramos pensar–, dedicado a este médico e investigador que quería decubrir las causas de los comportamientos delictivos en los rasgos anatómicos y morfológicos de los caídos en desgracia. Sus múltiples y milimétricas mediciones y su compulsión colecionista están bien reflejadas en el museo con profusión de cráneos partidos y clasificados según sus rasgos y peculiaridades.





"Modus operandi", Museo Lombrosio.
Foto sacada de The Nautilus.



Tal vez lo más singular sea el sinfín de mascarillas mortuorias de difuntos fenecidos en cárceles y manicomios: puestas una junto a la otra, muestran un increíble catálogo de expresiones que impactan por sus rasgos congelados, expresión de su maldad congénita según Lombrosio. La verdad es que poco se diferencian de los rostros de otras colecciones de verdaderos difuntos expuestos al público, como los del famoso Museo de Guanajato (México) o los de las mismísimas Catacumbas de los Capuchinos, en Palermo. También se exhiben en el Museo Lombrosio los instrumentos usados en el siglo XIX para delinqüir (navajas, cuchillos, pequeñas linternas, llaves, cordeles, antifaces…) y una colección extraordinaria de objetos de arte, algunos de ellos verdaderas joyas, realizados por presos y locos. Pero lo más interesante del museo es que nos induce a pensar que nosostros, los titiriteros, constituímos en realidad uno de los gremios más lombrosianos del mundo, pues cuando queremos representar a un criminal, a un santo, a un místico o a un loco de atar, lo hacemos recurriendo a los mismos estereotipos faciales a los que sin duda acabó recurriendo Cesare Lombrosio en sus estudios morfológicos. Pocas diferencias, pues, entre visitar las vitrinas de mascarillas mortuorias del museo y las de cualquier museo de marionetas del mundo, con sus repertorios de caras cada una de las cuales define las emociones dominantes del personaje encarnado: los titiriteros ya eran todos lombriosanos muchos antes de que el señor Cesare naciera. Puede que el Museo Lombrosio nos haga sonreir, pero nuestra sonrisa se nos congela cuando percibimos cuán lombrosianos somos todos, seamos o no titiriteros, al juzgar a las personas según sus simples rasgos externos.

El Museo Egipcio de Turín (Foto Wikipedia)
He citado antes al Museo Egipcio de Turín, el segundo más importante del mundo en esta especialidad (el primero es el de El Cairo) y uno de los más antiguos, al ser fundado en 1824 con las aportaciones del piamontés Bernardino Drovetti, acompañante de Napoleón en su expedición al país del Nilo y buen amigo del vicerey de Egipto, Mohamed Alí, quién le ayudó a transportar a Europa una importante colección de 5.268 objetos (100 estatuas, 170 papiros, y un sinfín de estelas, sarcófagos, momias, bronces, amuletos y objetos de la vida cotidiana), que consiguió vender al soberano Carlo Felice. En realidad, las piezas más antiguas proceden de 1760, cuando Vitalino Donati viajó por el Nilo hasta Asuán por orden de Carlos Manuel III (rey de Cerdeña) y regresó con tres importantes estatuas y unos 300 objetos que serían las primeras piezas del inicial Museo d’Antichitá.

He visitado el Museo Egipcio cantidad de veces y uno nunca se cansa de ver las extraordinarias piezas que se exponen en él, con el atractivo de conservar parte del viejo espíritu museístico ochocentista, que gustaba del claroscuro y de una ambientación misteriosa y sugestiva, dirigida a impresionar la imaginación del visitante y a mostrarle el espíritu de lo diferente. Eso no significa que el museo no cuente hoy con todos los requisitos de la historicidad moderna y que sea de obligada visita para los escolares de la ciudad. Pero el mismo edificio en el que se ubica, del siglo XVII y proyectado por el famoso arquitecto Guarino Guarini para ser la Escuela de los Jesuítas, ayuda a esta escenificación de tintes románticos.

Estatuas del prínce Rahotep y su esposa Nofret.
Cuarta Dinastía (2630-2500). Museo Egipcio de El Cairo
Se preguntará el lector qué tiene que ver este museo con los títeres, y le responderé que mucho y poco. Poco porque, en efecto, en él no hay marioneta ni títere alguno expuesto (aunque sí creo recordar alguna muñeca articulada). Mucho, porque la civilización egipcia se encuentra en la base de nuestra civilización y yo diría que en la base de nuestro propio oficio, pues sabido es cómo gustaban los sacerdotes egipcios de impresionar a sus fieles con estudiadas puestas en escena de estatuas parlantes, algunas móviles, a través de ritos en los que las figuración humana y animalística de los dioses tenía una importancia de primer orden. Otro gran motivo de interés de esta vieja cultura es el desarrollo que hizo de la figura del Doble –esencial en nuestro arte– al creer los antiguos egipcios que todos tenemos un doble –el Ka–, además del Ba, que viene a ser algo así como el alma de cada uno. De ahí que ya desde un principio, la civilización egipcia buscara desarrollar una estatuaria capaz de aunar el realismo de la vida con el hieratismo de lo eterno. La vitalidad más el aliento perenne de la inmortalidad: he aquí las dos facetas que las formas más logradas del arte egipcio –muy en especial, las figuras conservadas del llamado Reino Aniguo– expresan de un modo admirable. Para los titiriteros, una fuente constante de inspiración y una verdadera escuela, pues ¿no buscamos acaso lo mismo en un títere: el movimiento de la vida que da la manipulación de una marioneta más el temblor hierático de lo inmortal que se halla implícito en su objetualidad carente de vida? He aquí los secretos arcanos de nuestra profesión –"una de las más viejas del mundo", como suele decirse– que una visita al Museo Egipcio de Turín nos permite intuir. 

Me detengo prudentemente en este punto, para proseguir en la próxima entrada con Gianduja y sus curiosas peculiaridades piamontesas.

martes, 24 de enero de 2012

Lyon, ciudad de luces, imprentas, imágenes y títeres

La ciudad de las luces

Fiesta de las luces en Lyon
Algo debe haber en las esencias de esta ciudad situada en la confluencia de dos de los grandes ríos de Francia, el Rhône y la Saône, para que en ella hayan florecido las artes de la reproducción imaginaria, ya sea con palabras, luces, letras o imágenes. Próspero centro cultural en el Renacimiento –Lyon fue un importante lugar de impresión dónde se imprimeron obras como el  Gargantúa y el Pantagruel de Rabelais–, destacó a finales del XVIII por su industria de la seda, y en el XIX, por haberse instalado en ella Antoine Lumière, quién creó, ya con la colaboración de sus dos hijos Auguste y Louis, una potente industria que inventó el cinematógrafo y, más tarde, la fotografía en color.

Siendo la segunda ciudad de Francia, existe en ella un impulso de proyección futurista que se percibe en el aire y en el mismo diseño urbano. Creo que Lyon es una de las ciudades del mundo con una mejor iluminación, no por exceso sino, al revés, por responder a un plan estudiado de diseño luminotécnico que, basado en la contención, el ahorro y el sentido común, deja que el día sea día, y la noche, noche. Un ejemplo de este esmero lo encontramos en el metro, cuya iluminación es voluntariamente tenue y coloreada según la profundidad de las estaciones. Cuando lo comparo con la agresividad de los fluorescentes de luz blanca del metro de Barcelona, ciudad que presume de mucho diseño, me sonrojo de envidia y de indignación.

Fiesta de las Luces en Lyon
Una de las razones de esta racionalización inteligente de la luz se debe, sin duda, a la acción de asociaciones como la Association des concepteurs Lumière et Eclairagistes. Supe de ella cuando en abril de 2006 asistí al encuentro “Des Hommes et des Ombres” organizado por el festival Moisson d’Avril. Laurent Fachard, un iluminador que empezó en el mundo del teatro y derivó hacia el urbanismo, nos explicó la nueva filosofía que se estaba intentando imponer, basada en dar la luz indispensable, sin derroche ni querer convertir la noche en día. Explicó como la nueva tecnología led (más los nuevos soportes de administración inteligente a través de la informática) permitía esta atenuación luminitécnica con un coste además bajísimo, con bombillas que pueden llegar a durar décadas, y con muchísimas posibilidades de coloreación y por ello de crear atmósferas singulares, pensadas para cada lugar y hora del día. Nos mostró ejemplos de encargos que habían recibido, como el mismo metro de Lyon, y algunas estaciones del metro de París, maravillándonos todos los presentes de la sutileza y el enorme sentido práctico y estético de las propuestas.

Lyon es una ciudad que se ha identificado con la temática luminotécnica, sobretodo porque contaba ya en su haber con una fiesta popular de origen religioso que se celebra desde antigulo consistente en un encendido masivo de velas en las ventanas de las casas que los vecinos hacen el 8 de diciembre. Con esta excusa, se escogió esta fecha para la Fiesta de las Luces que  se celebra actualmente y que acoge a millares de visitantes cada año. La implicación de la ciudad en el tema luminotécnico la ha llevado a crear la red LUCI (Lighting Urban Community International) que cuenta ya con 60 ciudades de todo el mundo (de España, tres únicas ciudades: Málaga, Valladolid y Burgos, ¡bien por ellas, y muy mal para las demás!) y que busca implantar esta nueva mentalidad ahorrativa y amiga de los ojos humanos.

El Museo de los Hermanos Lumière

Maqueta de la fábrica de los Hermanos Lumière
en Lyon Montplaisir.
Curioso que haya sido en esta “ciudad de las luces” dónde los hermanos Lumière desarrollaran sus inventos cinematográficos y crearan la pujante industria que revolucionó el mundo de la imagen y del arte. No podía, pues, dejar de visitar su museo, situado en la villa que ocupó la familia y en los mismos terrenos dónde antaño existieron los diferentes pabellones de la fábrica que los Lumière tenían en Lyon Montplaisir. Precisamente la primera película de la historia del cine tiene como argumento “La sortie des ouvriers des usines Lumière à Lyon Monplaisir” (“Salida de los obreros de la fábrica Lumière en Lyon Monplaisir”), rodada unos días antes de que fuera presentada oficialmente en París el 22 de marzo de 1895.

Placa para linterna mágica, del Musée Lumière
La visita del museo no tiene desperdicio y recomiendo sobretodo ver el documental que se muestra en el pequeña sala de proyección dónde imágenes y palabras sitúan en su lugar todo lo que se ha visto durante la visita. Lo que más me impactó fue la inteligencia de los Lumière al decidir formar a un grupo de camerógrafos (unos doscientos) para mandarlos a filmar alrededor del mundo entero. Los resultados fueron absolutamente excpcionales, no sólo porqué estos pioneros del cine inventaron los primeros recuros del lenguaje cinematográfico (travelings, cámara móvil, primeros planos, medios y generales, cámara al suelo, etc) sino porque además pusieron por primera vez en comunión imágenes de la vida cotidiana de mil rincones del paneta, pues las películas viajaban de un lugar a otro, y porque además de filmar, proyectaban en lugares públicos lo que habían filmado allí y allende, de modo que en poquísimo tiempo –apenas un año después de patentarse el invento– ya había teatros de proyección abiertos en Tokio, Shangai, Nueva York… De estos cineastas de primera hornada destaca la figura de Gabriel Veyre, al que el Museo consagra varias salas: filmó en México, Japón, Indochina, Canada, Egipto, Marruecos… Hizo películas y fotografías, dejando una documentación completísima y exhaustiva de aquellos primeros tiempos del cinematógrafo. Sus últimas fotografías en color de escenas marroquís –murió allí, al parecer muy bien acomodado en este país– son extraordinarias.

Placa Autochrome hecha con técnica
Lumière en la que aparece un titiritero
en su taller
¿Cómo podía competir el teatro de títeres y de sombras con aquel nuevo lenguaje que en seguida se convirtió en arte y en industria, y que se expandió por el mundo como si fuera la mismísima pólvora? Claro que se perdía una dimensión, pues con los títeres y el teatro se mantienen las tres de la visión normal y directa, pero al reducir sus planos de realidad, los aumentaba en la ilusión, gracias a los artilugios de la reproducción mecánica de las imágenes fijas que, al pasar a la velocidad de 24 imágenes por segundo, adquirían visos de realidad. Se entiende que a principios de siglo XX, cuando estos nuevos lenguajes aparecieron y cobraron auge, las formas tradicionales de animación de imágenes quedaran relegadas a “cosas de niños”. Algo parecido ocurrió, cuando la Razón se impuso al Mito, el cual quedó relegado a “cosas para niños o ignorantes”. O, cuando las pirmeras formas del arte neolítico y de la Edad del Bronce empezaron a crear sus estatuas gigantescas, sus templos y sus sofisticadas pinturas murales, sus contemporáneos miraran las arcaicas pinturas rupestres como “cosas de niños, de los de antes”.

Y sin embargo, hoy que el cine ha derivado hacia el video, y que cada individuo de nuestra especie puede disponer de su propia cámara de fotografiar, de filmar e incluso de montar y proyectar, precisamente hoy vuelven a valorarizarse estas “cosas para niños”, como son las pinturas rupestres, los viejos mitos y el mundo de las leyendas,  así como los viejos lenguajes, hoy innovadores y asociados a las vanguardias y a las nuevas tecnologías, del teatro de figuras animadas que es en definitiva el teatro de títeres y de sombras.

El Museo de la Imprenta

Volvamos a Lyon. Hemos hablado de imprentas y aconsejable es visitar su Musée de l'Imprimerie, uno de los más impactantes en su género, dónde la evolución de la imprenta está visual y completísimamente explicada. He aquí otra manera de proyectar imágenes, en este caso directamente en las pantallas interiores de la imaginación humana, a través de estos signos escuetos y simples pero cuya potencia combinatoria, asociada a la sonoridad del lenguaje hablado, nos permite viajar y ver mundo sin salir de uno mismo ni del sofá de casa. Podríamos calificar a las letras y a las palabras como esos hilos invisibles que los autores, titiriteros ocultos, manejan para mover a sus criaturas en nuestra imaginación. De hecho, letras y palabras son la pasta con la que el titiritero crea sus realidades, y los hilos tal vez los ponga el impresor, encargado de levantar los andamios del pequeño teatro de la representación interior. Antes de la imprenta, se encargaba de ello el amanuense que hacía los libros a mano. Luego, a partir de 1450 y tras los inventos de Johannes Gutenberg, lo haría el tipógrafo con la ayuda de las primeras máquinas de impresión. No es de extrañar que algunos titiriteros hayan convertido las letras en títeres, como hace el catalán Jordi Bertrán en su espectáculo “Poemes Visuals”.

El Théâtre des Marionnettes Guignol de Lyon

Guignol utilizado por les Zonzons
Pero es hora de regresar a los títeres de verdad, de los que la ciudad de Lyon esá bien provista, como el lector sabe perfectamente. Tres son los teatros fijos que abren regularmente y ofrecen funciones de Guignol: el Théâtre des Marionnettes Guignol de Lyon, regentado por la compañía Les Zonzons y que dirige Stéphanie Lefort; el Théâtre la Maison de Guignol, asociado a la tienda “Petit Musée Fantastique de Guignol” perteneciente a la familia Cardelli, en cuyos bajos se encuentra un pequeño pero muy simpático y atractivo museo dedicado a Guignol; y el teatro de Guignol “Un Gone de Lyon”, Salle la Ficelle, en la Croix-Rousse de Lyon (el antiguo barrio de los canuts u obreros de la seda) que dirige el veterano titiritero Daniel Streble. Seguramente hay aún más compañías existentes en Lyon, pero éstas son las que pude localizar aunque se me escapó la tercera, pues no tuve tiempo de asistir a ninguna representación del señor Streble.

El Théâtre des Marionnettes Guignol de Lyon es el oficial de la ciudad, propiedad del Ayuntamiento y dispone de un impresionante fondo de cientos de títeres antiguos, la mayoría del siglo XIX. Está regentado por la compañía Les Zonzons que dirige Stéphanie Lefort, buena amiga mía con la que creamos en su día el Réseau Ombres et Marionnettes de la Méditerrannée. Su mayor empeño es poner al día y actualizar los viejos repertorios, así como introducir nuevas formas de actuación con los títeres. Su antiguo director artístico, Filippe Pauchère, se encuentra actualmente desarrollando proyectos exteriores en Madagascar (de dónde es originario) y en otros lugares del mundo. Para substituirlo, la compañía ha contratado al Cyril Bourgois para llevar a cabo este proceso buscado de renovación estilística. Eso significa que sus espectáculos a veces se escapan de la tradición e introducen “salidas del retablo” y otros recursos del moderno teatro de marionetas.

Julie Doyelle y su títere charlando con los niños
En esta línea está la obra que vi el sábado 21, “Guignol part en impro”, es decir, Guiñol se embarca en improvisar, para la que han colaborado con una compañía de Lyon especializada precisamente en teatro de improvisación, con dirección de Julie Doyelle, de Et CoMPAGNiE - Théâtre Spontané. El punto de partida del espectáculo es particularmente arriesgado, pues su argumento se fragua a partir de los deseos y la participación del público, de modo que cada representación es diferente según sean estas aportaciones. Claro que el truco está en tener el oficio suficiente para “manipular” esta participación, afín de  conducirla hacia lugares propios pre-establecidos por dónde pueda desarrollarse una acción escénica creíble. Julie Doyelle, actriz conductora del espectáculo, conoce estos recursos y condujo al público por unos senderos en los que actores y títeres se van substituyendo, en un constante entrar y salir del interior del retablo. Partiendo de las ideas propuestas por los niños del público, los distintos personajes, con Guignol de protagonista, fueron saltando de escenario en escenario –cuyos decorados eran a su vez dibujos hechos por los niños en los minutos de espera antes del espectáculo, proyectados desde un retroproyector–. El resultado resultó especialmente satisfactorio para los niños y el público asistente, que se sentían muy partícipes de todo lo que ocurría en el escenario, pues en efecto de ellos habían partido las líneas maestras del mismo, según pensaban. Los aplausos y el interés por estar cerca de los títeres al acabar la obra fueron el mejor aval de esta propuesta tan arriesgada como singular.

Títeres antiguos de la companyia Théâtre de Marionnettes
Guignol de Lyon
Tras el espectáculo, me colé por los interiores del teatro y pude ver la impresionante colección de títeres antiguos que posee el teatro. Saqué algunas imágenes de los mismos y pensé en la riqueza de este patrimonio del que la ciudad de Lyon es propietaria y que constituye una singularidad de la que aún no le ha conseguido sacar todo su jugo publicitario. Pues aunque la figura de Guignol aparezca con bastante profusión en restaurantes, bares y carteles, y  esté bien representada en el Musée Gadagne, creo que todavía no le han sabido otorgar el verdadero valor que tiene. Tal vez las actuales autoridades lo vean como algo “demasiado pequeño”, incluso “demasiado provinciano”, pero ello no es obstáculo para precisamente resaltar lo pequeño frente a lo grande, en unos momentos como los actuales, en los que lo más ínfimamente local se carga de valor frente a lo global, para poder crear con fuerza suficiente esta tensión local/global, destinada a ser uno de los principales recursos del futuro.


El Théatre des Marionnettes Guignol de Lyon es también quién organiza el fesival Moisson d’Avril , la Biennale Internationale des Marionnettes, que toca celebrarse este año 2012 desde el 29 de marzo hasta el 14 de abril. Una importante cita titiritera que dirige Stéphanie Lefort y que reúne periódicamente a las mejores compañías del género, siempre con exposiciones y actos paralelos en colaboración con otras instituciones teatrales de la ciudad, como la misma Ópera de Lyon.

La Maison de Guignol y la tienda-museo-taller Cordelli

Guignol y cabezas construídas por Damien Weis
El viernes 20 acudí a una de las representaciones de La maison de Guignol, el otro teatro situado también en la zona vieja de la ciudad y que presentaba un interesante espectáculo para adultos de Guignol, con referencias directas a la actualidad. Su título es “Aulas à Collomb: Décines moi un grand stade”.

Hay que ser lionés o al menos estar enterado de una de las problemáticas locales que más polvareda han levantado en los últimos tiempos para entender la obra: la construcción de un nuevo estadio de fútbol (el Stade des Lumières) en la zona llamada Décines, para la celebración del Campeonato Europeo de Fútbol UEFA en 2016. Una decisión tomada (y ya definitiva hoy) por el Presidente del Grand-Lyon Gérard Collomb con el apoyo y la estrecha colaboración de Jean-Michel Aulas, presidente del Club Olympique Lionnais, decisión muy polémica por las consecuencias ecológicas y medioambientales que tendrá. La obra satiriza a estos dos personajes, convertidos en títeres, con intervención incluída del Arzobispo de Lyon, partícipe de la confabulación, junto a otros personajes locales de Décines: una vieja vecina que siempre está esperando a algún Don Juan, y tres animales vecinos del lugar, muy preocupados por tener que cambiar de zona.

Polichinelle presenta la función
Lo interesante es la forma general del espectáculo: empieza un magnífico Polichinelle presentando la obra y los personajes. Siguen luego Guignol y Gnafron, quiénes repasan la actualidad, con tintes a veces bastante chovinistas y antieuropeos y desde luego anti Sarko y anti Hollande, calificados ambos como títeres de Bruselas o de Madame Merkel. Y luego sigue la farsa política, con momentos bastante graciosos de improvisación. Como puede verse, un viejo teatro político de cabaret puesto al día, que enlaza con la tradición del Guignol de antes, cuando se representaba en los cafés. El único peligro es que buscando la complicidad del público, se caiga en tópicos populistas, algo muy fácil hoy en Francia, cuando se vive un creciente sentimiento antieuro y antieuropeo.

La manipulación es muy buena y las voces de grandes profesionales. El teatro pertenece a la tienda que se encuentra en el número 6 de la rue Saint Jean y que constituye un pequeño paraíso para los que aman el merchandising de las cosas titiriteras –como confieso me ocurre a mi. En ella se venden Guignols de todo tipo y para mútiples usos. Dispone además de dos complementos de sumo interés: en los bajos del edificio, la familia Cardelli ha creado un pequeño y recoleto museo de marionetas y de Guignol, con algunos autómatas y con escenas que reproducen la historia del personaje. Muy elocuentes son dos figuras de medida real que representan una a Laurent Mourguet, en pleno trabajo de arranca-muelas, con un títere en una mano (un viejo y hermoso Polichinelle) y una muela en la otra, y la figura de un pobre cliente que, con la camisa manchada de sagre y cara de sufridor, contempla al Polichinela que intenta distraerle. A su alrededor, profusión de Guiñoles de todos los tamaños, de teatrillos, de carteles, de escenas con Gnafron o con los demás personajes de repertorio, y de otras muchas marionetas que pertenecen al mundo de la fantasía, de los cuentos o incluso del cine infantil. Algunas de estas escenas están animadas por motores ocultos y el característico ruido de los autómatas llena el espacio dotándolo de un aire entre misterioso y siniestro, como lo es siempre el sonido del movimiento humano mecanizado. Su visita es pues una maravilla y aunque el espacio sea pequeño, vale la pena meterse por la trastienda y bajar los escalones que llevan al sótano.

Damien Weis con sus títeres en el taller de la Rue Saint Jean
Junto a la tienda, está el taller, en el que trabaja desde hace un año el nuevo escultor de la compañía, llamado Damien Weis, un joven artista de elegante barba y refinado bigote daliniano acabado en punta, que es el encargado de restaurar las viejas marionetas de la compañía y de crear las nuevas. Obra suya son las cabezas de los políticos satirizados en la obra de la Maison de Guignol, verdaderas obras de arte de talla de madera de tilo muy bien realizadas, dotadas de un extraordinario realismo. Se le puede ver a través del escaparate del taller esculpiendo manos y cabezas, rodeado de Guiñoles y de otras muchas figuras salidas de sus manos. No cabe duda que la visita al conjunto creado por los Cardelli, la tienda, el museo, el taller y el teatro, todo ello dedicado a Guignol, constituye uno de los puntos álgidos de una estancia titiritera en la ciudad de Lyon.

domingo, 22 de enero de 2012

Guiñol, Lyon y sus museos.

Guiñol de Laurent Mourguet,
su creador, hacia 1808. Musée
Gadagne.
No podía faltar en estas Rutas de Polichinela una ciudad como Lyon, bien marcada en el mapa titiritero del mundo por haber dado a luz a uno de los personajes más conocidos de los títeres de renombre internacional: Guiñol.

Una palabra que designa a un personaje, cierto, pero también a todo un género, el de las marionetas, pues en muchos partes la fórmula “teatro de guiñol” es sinónimo de teatro de títeres. Regalar a un niño un “guiñol” es darle un retablo de títeres con un elenco de personajes en el que por lo general no hay ningún Guiñol. Tanta fama adquirió el vocablo, que trascendió las fronteras de Francia y se extendió por el mundo entero, muy en particular en el mundo latino y de aquí a todo Iberoamérica.

Es de suponer que tal expansión debe asociarse a la sufrida por los ideales laicos y republicanos derivados de la Revolución Francesa, que poco después Napoleón quiso instaurar manu militare. De pronto, el pueblo llano quiso tomar la palabra, y Guiñol, nacido en el corazón del ambiente obrero de la ciudad de Lyon (la ciudad de los canuts, nombre con el que se designaba a los que trabajaban en la industria de la seda), supo conectar con estas ansias de hablar directamente al ciudadano de lo propio y de tú a tú. La Revolución trajo eso, una especie de hermandad republicana que liberó al pueblo dormido y lo puso a hablar de lo suyo y entre si. Ya no era la figura tradicional de Polichinela, un criado que procede de la Comedia del Arte y que se había caracterizado sobretodo por burlarse y sabotear las viejas estructuras del Antiguo Régimen, sino que Guiñol es un ciudadano como cualquier otro condenado a sufrir las penurias de la vida cotidiana –falta de trabajo, alquileres caros, problemas con la justicia, con el casero, con la policía, con la administración– quién a su vez se junta con otro ciudadano, llamado Gnafron y que encarna al bebedor que dice lo que piensa sin pelos en la lengua. Claro que a veces Guiñol cumple funciones de criado, como su antecesor en el cargo, pero eso no impide que sea ya un ciudadano con unos derechos adquiridos.

Chignol et Gnafron, revista de
humor político de 1879
Este fenómeno lo vemos también en otros lugares (nacen nuevas máscaras en Italia como Gianduja, en el Piemonte) y los mismos personajes que derivan de Pulcinella adquieren unos rasgos diferenciales que les dan nuevos bríos para vivir durante el siglo XIX un importante resurgir en toda Europa.

Lo curioso de Guiñol es la insólita fuerza con la que nació el personaje y que lo catapultó por toda Francia, llegando a substituir al clásico Polichinelle. Éste no desaparece del todo, pues se le utiliza en muchos casos como presentador –es el encargado de presentar la función e introducir de paso al nuevo personaje que le substituye en el escenario– y sigue manteniendo sus constantes vitales, metamorfoseadas en muchos casos bajo otras formas y nombres (¿no es el Jorobado de París de Víctor Hugo una especie de Polichinela en el romántico papel de monstruo enamorado?). Incluso hoy en día puede decirse que se está viviendo un resurgimiento del personaje en Francia y en toda Europa, ante la necesidad de encontrar nuevas-viejas voces bien cargadas de energía y capaces de expresar las convulsas épocas de cambio actuales.

Sobre este tema estuve hablando ayer con Cyril Bourgois, director invitado de la compañía Les Zonzons que rige el Théâtre des Marionnettes Guignol de Lyon. Él mismo, a través de su compañía “Punch is not dead” instalada en Dieppe (Normandía), ha escrito y montado ya varios espectáculos sobre Polichinelle, tras haber aprendido el oficio en Charleville-Mézières y también con los dos polichinelistas Allain Le Bon y Michelle Gauraz (ambos fallecidos recientemente, cosa que desconocía). Cyril es el encargado de dirigir en estos momentos nuevos espectáculos de Guiñol de la compañía les Zonzons, con la finalidad de darle nuevos aires y bríos al personaje.

Como puede observarse, Lyon es, para el interesado en estos singulares temas titiritiles, una ciudad de obligada visita, que nos sorprende constantemente por sus múltiples ángulos que directa o indirectamente nos remiten a esa necesidad de expresión desdoblatoria que es la marioneta. No en vano en Lyon crearon los hermanos Lumières una fabulosa industria basada en su invento para reproducir y proyectar imágenes en movimiento, al que llamaron Cinematógrafo, y que de alguna manera vino a substituir las tres dimensiones del retablo de títeres por las dos de la pantalla animada por la proyección lumínica de una sucesión de fotografías tomadas mecánicamente. Hoy tengo planeado visitar el museo dedicado a estos personajes legendarios que revolucionaron el arte contemporáneo y que se encuentran en el mismo lugar dónde vivían y tenían sus pabellones los Lumières.

Alienígena del Musée Miniature et Cinéma
No es de extrañar, pues, que también se encuentre en Lyon un fascinante y singular museo llamado Musée Miniature et Cinéma, situado en plena calle Saint Jean (arteria turística del viejo Lyon, junto a la Catedral) en la vieja Casa de los Abogados, un prestigioso y típico edificio lionés del siglo XVI. El museo es obra del carpintero y arquitecto interiorista Dan Ohlmann, quién se especializó en la creación de maquetas y miniaturas hasta que en 1989 se instala en Lyon. Crea primero en 1990 el Palacio de la Miniatura que luego se transformará, en el año 2005, en el actual Musée Miniature et Cinéma, gracias al patrocinio conseguido de la mecenas suiza Gisela Oeri, presidenta del Fútbol Club Basilea y fundadora del Museo de la Casa de Muñecas, también en Basilea (por cierto, el museo más grande de Europa en su género, un lugar sin duda interesante a visitar, en pleno centro de esta ciudad suiza).

Cadáver putrefacto del Musée Miniature
et Cinéma
El Musée Miniature et Cinéma es un compendio de miniaturas de todos tipo (el restaurante Maxim’s de París, la ópera de Lyon, el Museo de Historia Natural de París, entre otras muchos más) así como de efectos cinematográficos de los más insospechados, pues junto a las naves espaciales y a los personajes entrañables de la Guerra de las Galaxias, se encuentran multitud de otros personajes surgidos de la más truculenta imaginación cinematográfica del siglo XX y XXI, como los mismísimos decorados de la película El Perfume de Tom Tykwer, o un número ingente de criaturas extraterrestres, robots, zombis, cadáveres putefractos y raros androides, autómatas de animales radioteledirigidos, como la criatura de Men In Black, prótesis faciales como las del Planeta de los Simios, muestras de heridas hiperrealistas, de maquetas de accidentes de explosión y otros mil trucos de simulación visual. Como dijo su fundador en una entrevista, “No pretendemos ser un museo del cine, sino el de los artistas de los estudios”.

El museo nos muestra el lado artesanal y de recreación plásica del cine, que tanto tiene que ver con el mundo de la animación y, por lo tanto, con el de las marionetas. En cierto modo, visitar este museo y sus talleres puede darnos una idea de una de las líneas de evolución que sin duda tendrá el futuro teatro de títeres basado en la robótica, en los autómatas de nueva generación ya con inteligencia artificial, y en otros artilugios que el acontecer nos tiene reservados.

Reproducción del Nautilus, de Julio Verne, del Museo
de Autómatas de Lyon
También es interesante visitar el Museo de Autómatas que se encuentra en el número 100 de la Rue Saint Georges, no lejos de la Catedral y a pocos pasos de la estación de metro Vieux Lyon. Aquí nos encontramos con la ortodoxia mecánica de los viejos autómatas europeos movidos por sistemas dentados de ruedas giratorias y otros mecanismos estándares de automoción. Aunque el museo data de 1991, su origen se remonta al año 1946, cuando se inició el trabajo de Augustine, Georges y su hijo Robert EMA. Crean al principio autómatas electro-mecánicos para los escaparates de los grandes almacenes, una costumbre bien arraigada en Lyon (y en tantas otas ciudades del mundo), hasta que el acopio de trabajo y obra realizada les anima a buscar un sitio dónde exponer sus creaciones. Así nace el museo en 1991 que poco a poco va creciendo hasta su actual forma, con una colección fija de 250 autómatas agrupados en varias escenas de la vida cotidiana, de la historia de Lyon, de los cuentos populares, de mundos imaginarios populares (como una reproducción del interior del Nautilus con un Capitán Nemo mirando pulpos gigantes a través de un enorme y sugerente ojo de buey, o una orquesta de músicos dieciochescos ejecutando fragmentos de La Flauta Mágica de Mozart, o, aún más interesante para nosotros, una escena de Guiñol en plena representación junto a su inseparable Gnafron y otros personajes secundarios).

Como vemos, el mundo de la marioneta de cruza con el de los autómatas, y ambos se imbrican en una fecunda y prometedora interrelación.

Gnafron de Laurent Mourguet,
su creador, hacia 1808. Musée
Gadagne.
He dejado para el final de esta crónica el Musée Gadagne, sin duda el más importante desde el punto de vista marionetista, o al menos el más oficial, en cuanto es el Museo Municipal de la ciudad de Lyon, en el que no sólo hay unas muy interesantes salas dedicadas a Guiñol y a la historia de las marionetas, sino también otras muchas que nos hablan de la historia de la ciudad. Debo decir, antes de continuar, que también existe otro museo dedicado a nuestro personaje, llamado “Petit Musée Fantastique de Gignol” y que se encuentra en los bajos de la tienda de souvenirs, mayormente dedicados al héroe lionés, ubicada en el nº 6 de la calle Saint Jean, en el centro antiguo y a pocos pasos del mismo Museo Gadagne. De él hablaré  en mi próxima crónica.

Lo bueno de la colección del Museo Gadagne es que reúne algunas de las más antiguas piezas de Guiñol pertenecientes a su fundador, Laurent Mourget, unos títeres que impresionan por su rudimentario impacto y que presentan una tipología bastante amplia de personajes. El material está muy bien presentado aunque hay que decir que es un museo de expresión sobria, es decir, no enseña todo lo que tiene sino sólo algunas de las piezas consideradas más importantes, lo que sin duda gustará a los amantes de la frugalidad comedida y del considerado rigor científico. Debo reconocer que yo me inclino más por el exceso y la desmesura, como si la profusión barroca fuera más proclive a satisfacerme. Soy consciente de que hoy los museos se inclinan más por el minimalismo y nada hay que objetar a ello. Piensan los entendidos que se consigue más impacto con una única imagen bien puesta y seleccionada y quizás tengan razón, pero el exceso de austeridad también aburre y a mi me entusiasman los museos acientíficos que acumulan objetos por todas partes, como algunos antiguos que existen tal como sus creadores los idearon, con espíritu más de coleccionista que académico.

Incroyable, con Guignol y Diablo detrás, títeres de Louis
Edmond Durant (1883-1880), París, Guignol des Tuilleries,
Collection Dor. Musée Gadagne.
Pero que nadie crea que el museo Gadagne carece de interés, muy al contrario: sus colecciones de marionetas son impactantes. Aparte de Guiñol,  hay un par de Polichinelas extraordinarios –siempre tan difíciles de encontrar–. Uno de ellos tiene una joroba delantera que parece un enorme falo pegado al cuerpo, efecto seguramente buscado por su creador. Hay buenas colecciones de marionetas de hilo francesas e italianas, un magnífico Punch con Judy, el Boby o policía, y el payaso. Un viejo Kasperl de talla de madera, y hasta un pequeño Kasparec metido en un teatrillo de cartón. También hay marionetas de Japón, de África y siluetas de Indonesia, Camboya y China.

Aconsejo al visitante no detenerse sólo en las salas de marionetas y adentrarse en las que se habla de la historia de Lyon. Sabrá así de la importancia que tuvo –y al parecer sigue teniendo– la Francmasonería en esta ciudad, así como un movimiento o fenómeno obrero propio del siglo XIX muy francés llamado Compagnonnage, en el que sus miembros recorrían el país para aprender los oficios junto a los maestros locales. Muy influenciado por la Francmasonería, vendría a ser algo así como una rama obrera de la misma. La creciente industrialización a mediados del siglo XIX fue acabando con este movimiento.

En una próxima crónica continuaré con más detalles sobre esta fascinante ciudad titiritera. Adjunto algunas imágenes que sin duda ayudarán a visualizar lo narrado hasta aquí.

sábado, 21 de enero de 2012

En el TOPIC de Tolosa

La semana anterior estuve en Tolosa, de visita en el TOPIC, el Centro Internacional del Títere de Tolosa, que es ya como una segunda casa para mi. Lo digo no sólo porque allí están todas las marionetas de la compañía, construídas por Mariona Masgrau, con un simpático y muy bien compuesto Malic presidiendo el gran mural de los espejos de marionetas infinitas del Museo, sino también por la grata hospitalidad de la que siempre gozo allí.

Este año me perdí la exposición dedicada a las marionetas en Suiza, organizada por Pierre-alain Rolle, que por lo visto fue espectacular. Puede verse un video de la misma clicando aquí. Suiza fue el país invitado del Titirijai de este año y de ahí el énfasis puesto en mostrar un panorama de su realidad titiritera.

Mariona Masgrau. Foto de Isa Albareda.
Fui a Tolosa por placer pero también por trabajo, pues son bastantes los asuntos que nos llevamos entre manos. En primer lugar, la exposición dedicada a la obra de Mariona Masgrau, que forma parte del fondo del Museo gracias a una cesión temporal de la misma y, en segundo lugar, por la exposición sobre el tema de Rutas de Polichinela que deberá culminar la escritura del libro en el que estoy embarcado.

La exposición de Mariona será en septiembre de 2012 y estará hasta febrero de 2013. Es decir, podrá verse durante bastantes meses y coincidirá con el Titirijai de este año en noviembre, que cumple su treinta aniversario. Lo bueno de esta exposición es que será bastante exhaustiva de su obra, una oportunidad pues para apreciar y valorar el trabajo realizado por la titiritera catalana.

Polichinelle (Museo Gadagne, Lyon)
La exposición de Rutas de Polichinela será para septiembre de 2013, coincidiendo con la publicación prevista del libro que lleva el mismo título. Una fecha que nos obliga, a mi y al TOPIC, a poner los motores en marcha de cara a preparar lo que espero sea una muy buena ocasión de ver juntos a tantos personajes europeos de la tradición, que aun siendo todos diferentes, gozan de inspiradoras semejanzas.

Marioneta de Arketal
Pude también visitar la magnífica exposición actual dedicada a la compañía Arketal. Digo magnífica sin exageración alguna, pues realmente es un placer gozar de la exquisitez de estas dos artistas titiriteras, Greta Bruggeman y Sylvie Osman, que llevan ya muchos años trabajando con un gran rigor estético, y con la complicidad añadida de otros artistas plásticos. Como dicen ellas mismas en el programa, “Cada una de nuestras creaciones es un viaje, un diálogo con los colaboradores que nos acompañan. Los temas elegidos hablan de la identidad, de la memoria, del exilio, de la familia, de lo humano”. Impresiona ver en el ambigú del TOPIC toda la serie de carteles de los diferentes espectáculos de la compañía, exponente del enorme trabajo realizado.

Imagen de "Enamorirse", del PTV Clowns
En los días pasados en Tolosa tuve la suerte de asistir a una representación de la compañía valenciana PTV Clowns. Una sorpresa y un gozo, pues su espectáculo, titulado “Enamorirse”, va realmente dirigido a todos los públicos sin menosprecio del adulto, con una acción, un texto, unos gags y un ritmo extraordinarios. La verdad es que te partes de la risa frente a un trabajo inteligente, original y dotado de un virtuosismo interpretativo que pocas veces se alcanza en un escenario. El espectáculo es de clown aunque juega con alguna marioneta, construídas por cierto por Sise y Alberto de la compañía los Duendes. Tres son los personajes: Hula, Piojo y la Seño. Los dos primeros son los payasos -¿los podríamos llamar clásicos…?– ,y la Seño, guapa y resultona, es la que marca la diferencia y enlaza al público –y la razón– con el disparate de los dos pretendidos estudiantes. El sentido del humor es exquisito y la interpretación de los tres actores, magnífica como se ha dicho. 40 años de experiencia avalan a esta histórica compañía que en vez de envejecer, parecen haber encontrado el elixir de la eterna locura. Una locura, claro, sumamente cuerda e inteligente.

miércoles, 11 de enero de 2012

Nuevas publicaciones del Museu da Marioneta de Lisboa

El Museu da Marioneta de Lisboa ha decidido empezar este año 2012 (o tal vez terminar el 2011, pues en realidad los libros salieron en diciembre) con dos nuevas publicaciones muy diferentes entre si, ambos de una gran calidad.

Los 10 años del Museu da Marioneta


Portada del libro de los 10 años del
Museu da Marioneta
Celebrar 10 años de un museo dedicado a las artes de la marioneta no ocurre cada día, sobretodo cuando se tiene la categoría del de Lisboa. Para celebrarlo, su directora Maria José Machado Santos ha presentado un precioso libro en el que se reúnen textos, testimonios y sobretodo, muchas imágenes, lo que da una idea de la actividad que se ha llevado a cabo en este tiempo, en la que prácticamente se tocan todos los registros del arte de los muñecos. Como dice la directora en su texto de presentación, de las 410 marionetas y máscaras de la colección inicial se ha pasado a unas 2000 en la actualidad, sin contar los retablos, aparatos y documentos que constituyen los fondos del Museu. Una evolución que puede constatarse visitando sus salas y respirando el fervoroso ambiente de trabajo que reina en sus dependencias.

Capítulo aparte merecen las actividades educativas que lleva a cabo el Museu, y que las imágenes del libro ilustran con profusión: talleres, visitas comentadas y espectáculos en la sala-capilla del Convento das Bernardas. También se recogen con abundante testimonio gráfico las importantes exposiciones que se han realizado en el Museu, una labor ardua y continuada, así como los muchos espectáculos programados, con espectaculares fotografías de José Frade y de Susana Neves.


"Henrique Delgado. Contributo para a história da marioneta em Portugal", de Rute Ribeiro.


Este es el segundo libro que en ocasión de su décimo aniversario ha publicado el Museo, un encargo a la estudiosa y titiritera Rute Ribeiro de recoger, editar y presentar todos los textos escritos por Henrique Delgado (1938-1971), ese personaje tan entrañable como importantísimo en la historia de las marionetas de Portugal, por ser prácticamente el único que allá por los años sesenta se interesó en recuperar lo que quedaba de las viejas tradiciones marionetísticas del país. Lástima que muriera tan joven, porque su labor indagadora podría haber llegado todavía mucho más lejos -además de la propia actividad como titiritero, que su muerte truncó.

Portada del libro sobre Henrique Delgado,
de Rute Ribeiro
El trabajo de Rute Ribeiro ha sido realmente ingente, sobretodo por el poco orden que había en los documentos conservados por la familia Delgado, tan amablemente cedidos al Museo. Un trabajo de investigación muy a menudo detectivesco, con muchas horas de archivo y biblioteca, de comparar textos y fuentes, y cuyos resultados se notan en el índice del libro, convertido en una guía por la geografía y la historia titiritera de Portugal. Constituye también un documento de importantísimo apoyo a las colecciones existentes en el Museu da Marioneta, pues uno puede saber quiénes eran y como trabajaban titiriteros tan interesantes como Manuel Rosado, Joaquim Pinto, Manuel Barriga, o el mismísimo Antonio Dias, de cuyo Roberto aprendió Joao Paulo Cardoso a finales de los setenta. También nos ilumina sobre los fantásticos Bonecos de Santo Aleixo, pues Delgado conoció y entrevistó a los últimos maestros que recorrieron los pueblos del Alentejo con los personajes de Mestre Salas o del Padre Chancras. Las imágenes que publica el libro sobre los Bonecos son impresionantes y muy ilustrativas de esta tradición y, que yo sepa, inéditas hasta ahora.

Otro apartado es el que Delgado dedica a los titiriteros más modernos, como el Robertoscope, el Teatro Lilipute, el Teatro de Branca-Flor, Lena Perestrelo, o el interesante Teatro de Mestre Gil, con Augusto de Santa Rita. Un libro que sin duda quedará como referente básico de la tradición titiritera en Portugal, muy relacionado con los fondos del Museu da Marioneta, y del que ya hablaremos con más profundidad en próximos abordajes.