jueves, 30 de mayo de 2013

Paseo titiritero por Lisboa

El Festival Internacional de Marionetas e Formas Animadas de Lisboa (FIMFA) nos trae de nuevo, como cada año por otra parte, a Lisboa, la ciudad donde empezaron y nacieron estas Rutas de Polichinela.
La sensación de que el tiempo no pasa o, más bien, de que pasa a otras velocidades y con una calidad distinta a la habitual, me embarga nada más pisar la calle. Tal vez también influye la luz del día, con esa nitidez atlántica que huele a los grandes espacios. Me alojo en el piso que los amigos de A Tarumba, Rute Ribeiro y Luís Vieira, tienen para artistas residentes en la Rua da Boavista, y desde la ventana donde escribo estas líneas se oyen pasar de vez en cuando las antiguas carrocerías de los tranvías, que a pesar de los años, siguen trotando tan alegres. En Barcelona hace tiempo que se desprendieron de ellos, pues mi ciudad es de las que no soportan lo viejo, aunque luego vivan de ello y acaben inventándose mil formas de rehacer lo deshecho... Al ser los ritmos vitales de la ciudad de Lisboa muy suyos, de longitudes de onda más bien estirados, cuando se dispusieron a eliminarlos se dieron cuenta de que los tranvías constituían un reclamo turístico de primer orden y que lo tenían además gratis. Prevaleció el cálculo de intereses y la inteligencia, y hoy Lisboa es una de las poquísimas ciudades de Europa que gozan todavía de estos ancianos y elegantes medios de transporte eléctrico –para los que el Tiempo parece no tener prisa.
Roberto de Manuel Rosado. Museu da Marioneta.
Roberto de Manuel Rosado. Museu da Marioneta.
Roberto de Joaquim Pinto. Museu da Marioneta.


El FIMFA de este año, a pesar de los recortes, presenta una programación de lujo. Para los interesados en ella, me remito a los artículos que se van publicando en Titeresante y en Puppetring. Para la programación entera del Festival, vean aquí su página web.

En lo que concierne a estas Rutas de Polichinela, uno de los objetivos de mi visita es concretar con María José Machado Santos, directora del Museu da Marioneta de Lisboa, la edición en portugués del libro de estas Rutas de Polichinela. El Museu ya publicó en su día la versión portuguesa de mi libro Malic, La Aventura de los Títeres, y ahora está también muy decidido a publicar el libro sobre ciudades y títeres. Pronto deberé entregar el manuscrito, de modo que los procesos de van acelerando.

Aprovecho como siempre para dar un vistazo a las salas del Museo y regodearme con las colecciones que conozco muy bien pero que siempre me sorprenden. ¿Será porque últimamente he visitado varios museos europeos (como el Stadtmuseum de Múnich o el Figurentheater Museum de Lübeck) y gozo por ello de otras perspectivas que me ofrecen nuevos ángulos de visión para ver a los Robertos? Piezas todas ellas excepcionales. Vean el reportaje fotográfico pubñlicado en Puppeting clicando aquí.

Antonio Ribeiro "Chiado".
Salgo a la calle y me dirijo al Chiado para saludar a esos viejos conocidos que habitan allí en la intemperie. Camõens, bien instalado en su alto pedestal en medio de la plaza llamada como él. El señor Chiado (cuyo nombre verdadero es Antonio Ribeiro, poeta del siglo XVI) que da nombre al barrio (y que los lisboetas apenas conocen de tanto verlo en su sitio), situado en un pedestal menos alto. Y, desde hace unos cuantos años, les acompaña un Fernando Pessoa a ras de suelo muy hierático, joven y algo delgado, sobre cuyas rodillas se sientan a veces algunas turistas para la foto, con más de algún beso furtivo, para martirio del pobre y casto Pessoa, que no sólo debe aguantar lo que para él sería inconcebiblemente impúdico, sino también tragarse todas las horas de música de los espontáneos que se instalan a diario en sus propias barbas, con músicas chillonas de los cinco continentes. Una tortura sin duda para este trío de armas tomar de las letras portuguesas: el primero, su poeta nacional. El tercero, considerado por él mismo –y reconocido hoy por todo el mundo– como el Nuevo Camõens. Y el segundo, Chiado, llegado a la posteridad gracias a su fama de chistoso y a su facilidad por imitar a los demás.


Pesco un tranvía, el 28 creo, y me apeo en la zona del Castillo, muy querida por mi pues me trae agradables recuerdos de los antiguos tiempos vividos en Lisboa. Tras comer en el modesto restaurante Sant André, subo por las callejuelas que bordean el Castillo, cruzo el Patio de Dom Fradique, este raro solar medio abandonado con ruinas que parecen de un cuartel abandonado, y al entrar en el túnel que da a la casa señorial que hay arriba, tropiezo con un monstruoso objeto negro que cuelga en el espacio, como suspendido en el vacío.Me aproximo y poco a poco voy viendo que no es una alucinación sino una especie de objeto artístico allí colgado. Quizás el artista que lo hizo se sacó un mal sueño de la cabeza, de esos que son tan gordos que deben ser extraídos, lo dobló bien doblado y lo dejó allí colgado, quedándose descansado para el resto de su vida. En realidad, absorto como estoy en el tema de los objetos, esta aparición me ha parecido muy oportuna e inspiradora. Al salir del patio donde se encuentra, y haciendo en cierto modo juego con la masa negra amorfa, veo el viejo urinario, llamado en portugués urinol, que sorprende a todo el mundo, pues ya no se estilan en las ciudades modernas.

Es tan insólito este utilísimo elemento de mobiliario urbano, que todos los turistas le sacan foto, a los que yo me sumo sin recato alguno. Una muestra más de la inteligencia estratégica de los lisboetas, que saben perfectamente lo que es rentable y lo que no. En las ciudades modernas se considera de mal gusto orinar en la calle, aunque sea en un lugar con desagüe y con una media pared para cubrir al ejecutante, como antes se hacía, pero si estás con necesidad, la alternativa que te ofrecen hoy en la mayoría de las ciudades del mundo es hacértelo en los pantalones…

Igreja de Santo Domingos
Desciendo a la Baixa y en la Plaza Figueroa constato con alivio que el Hospital de Bonecas sigue en su sitio. Vean aquí el reportaje quededicamos en Titeresante hace cosa de un año a este verdaderohospital para muñecas. Luego recalo en la Igreja de Santo Domingos y me dejo impresionar como siempre por su interior apocalíptico, con sus columnas lamidas por el último incendio que asoló la iglesia en los años cincuenta, y que me traslada por unos instantes al fondo de las aguas oscuras de los océanos del Inconsciente. La restauración que se hizo de esta iglesia es una de las cosas más hermosas que pueden verse en Lisboa.

Kasrperl de la colección de A Tarumba.
Entro en el Teatro Nacional D.Maria II para ver la exposición de títeres que A Tarumba ha instalado en la Librería del Teatro. Magnífica colección de títeres de finales del XIX o principios del XX construidos en Alemania para el consumo doméstico de los niños, con representación de los personajes habituales en las obras del Kasperl de guante: el policía, el payaso, el diablo, el mismo Kasperl en distintas versiones, lo que parece ser un Punch y su esposa Judy, y otros muchos. Las piernas tan finas que les cuelgan del cuerpo indican su procedencia alemana o al menos norte europea. Alguno de estos jesters podría ser perfectamente un Mester Jakel danés.


Clown de la colección de A Tarumba.
Adjunto algunas imágenes que pude captar de la exposición, que completan la serie de jesters que aparecen en este blog de Rutas de Polichinela.


En el Teatro Nacional ponen estos días un Fausto a partir de los textos de Fernando Pessoa y de Christopher Marlowe, en una versión de Maria Mendes y Francisco Salgado. Me gustaría verla, pero no sé si tendré tiempo...


Paseando por la Baixa, tropiezo con una tienda de la Rua da Madalena (número 87) especializada en artesanía portuguesa de la de verdad. Entro y me quedo embelesado ante las hileras de figurillas de barro que representan a monjes, diablos y muchos curas y monaguillos en procesión. No por nada la tienda se llama Santos Oficios. Al fondo, en un altillo que se usa para despacho, descubro una hermosa marioneta de una cierta altura, un metro quizás, sostenida por una vara de hierro en la cabeza, como eran en los siglos XVI y XVII las marionetas de las Máquinas Reales que se hacían en España y también en Portugal. Es un fraile, muy bien hecho y con un curioso mando de hierro muy bien pensado. Un hilo permite mover su boca articulada.

Marioneta de José Carlos Barros.
Pregunto, y el señor Homero Cardoso, el dueño de la tienda, tras habernos mutuamente presentado y charlado un rato, me indica que no está en venta. Pertenece a una serie de marionetas hechas por el titiritero y constructor José Carlos Barros para la película “O Judeu” de Jon Tob Azulai realizada en 1994 con marionetas para la televisión.

Película sobre la vida de Antonio José da Silva, más conocido como O Judeu, escritor de varias óperas para marionetas que fue ajusticiado (“relajado en carne” según la terminología inquisitorial, es decir, agarrotado) por la Inquisición en un Auto de Fe el 18 de octubre de 1739. El señor Barros regaló esta pieza a la tienda, y ahora se ha convertido en casi el símbolo del establecimiento. ¡Increíble, pienso, todo encaja en este paseo!

La Igreja do Carmo desde el Rossio.
Juntando los Robertos del Museu da Marioneta, las tres estatuas literarias del Chiado, las columnas comidas por el fuego de Santo Domingos, los jesters expuestos en el Teatro Nacional, y ahora esta marioneta que bien podría ser como las utilizadas por el mismo O Judeu en el Teatro do Bairro Alto, ¡se obtiene casi una radiografía del capítulo sobre Lisboa de mi libro!

Acabo el paseo en la Plaza do Carmo, sentado en una terraza bajo los tilos. Al frente, la puerta cerrada de la Igreja do Carmo, ese otro monumento lisboeta a la nostalgia (templo nunca restaurado, con sus elegantes arcos góticos desnudos al viento). Hace fresco, pero es un placer descansar en este lugar donde un 25 de abril de 1974 empezó la Revolución de los Claveles, y un día de mayo de 2009 se me ocurrió la idea de embarcarme en estas Rutas de Polichinela. ¡Tenía que terminar aquí mi paseo!

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