jueves, 1 de diciembre de 2011

Vasilache y Marioara, los personajes polichinescos de Rumanía


Vasilache y Marioara de Daniel Stanciu
El viaje a Bucarest, además de mi participación en el Festival del Teatro Tandarica con el espectáculo “A Manos Llenas”, debe enmarcarse también dentro del proyecto de mis Rutas de Polichinela, que me lleva por las principales ciudades de Europa en busca de los personajes de los teatros populares de títeres, con la finalidad de relacionarlos con las ciudades de las que son oriundos y ver de qué modo ambos, ciudad y personaje, se explican mútuamente.
En la tradición rumanesa, los personajes son Vasilache y su esposa Marioara (María en rumanés). Personajes que, como suele ocurrir en tantos lugares, han desaparecido prácticamente, pero que siguen viviendo en los inconscientes colectivos de los pueblos y que, en muchas ocasiones, sobreviven o renacen de la mano de titiriteros interesados en ellos.

Daniel Stanciu y su Pinoho
Tuve la suerte en Bucarest de conocer al marionetista que en los últimos tiempos ha recuperado esta tradición y que en el Festival del Teatro Tandarica presentó su trabajo. Se trata del actor, titiritero y director Daniel Stanciu, quién también es profesor de la Universidad nacional de Artes Teatrales y Cinematográficas de Bucarest. Su historia es harto peculiar e ilustra los distintos caminos por los que estos personajes de la tradición pueden renacer un día de sus cenizas y actuar de nuevo por los escenarios del mundo. En el caso de Daniel Stanciu, fue su interés por el personaje lo que provocó que su profesor en la universidad le animara a dedicar su tesis doctoral sobre el tema, con la condición ineludible de juntar la investigación con la práctica, es decir, de crear un espectáculo de Vasilache según los cánones de la tradición. Algo nada fácil, pues en aquel momento prácticamente ya no quedaba ningún titiritero en activo –aunque sí vivo, el señor Mocano– y sólo se podía partir de las descripciones más algunas filmaciones importantísimas del último gran Vasilache, llamado Borţea.

Ya hace años que Daniel Stanciu acabó su tesis (convertida hoy en libro) y que se dedica profesionalmente al teatro, trabajando como actor en el Teatro Tandarica y también como director freelance y con su propia compañía. Pero la labor iniciada con Vasilache sigue vigente, actuando con el personaje siempre que se presenta la ocasión. En realidad, las ocasiones son pocas, por una simple razón: Vasilache, como sus otros primos hermanos diseminados por las ciudades de Europa, no es un espectáculo para niños sino más bien para adultos o, en todo caso, para público mixto, familiar o callejero. Un género, pues, al que no le sobran espectadores.

Su principal especificidad estriba en el diálogo que Vasilache entabla con un personaje exterior, un actor que ejerce de animador  y de hablador –se le llama Sprech, palabra derivada del alemán y que significa narrador– y cuyo cometido es traducir lo que dice Vasilache y ejercer de intermediario con el público. La “traducción” se hace imprescindible a causa del uso de la “lengüeta”, este artilugio que distorsiona y amplifica la voz, pero también la hace más confusa y a menudo incomprensible. Este recurso al actor que interactúa entre el personaje y el público lo he visto también en algunas representaciones del Petrushka ruso, y estoy seguro que sería utilizado en muchos otros casos.

Me va contando Daniel Stanciu todos estos rasgos de Vasilache mientras comemos en un restaurante de comida tradicional rumanesa en el centro histórico de la ciudad. Los ragos son muy parecidos a los de otras tradiciones como el mismo Punch and Judy, pero con particularidades específicas. Los personajes son los siguientes: Vasilache, el héroe respondón y satírico, que se burla de todo y de todos, y su esposa Marioara, con cara de perpetuo mal humor aunque el baile entre ambos es algo que no falla y se repite varias veces; el diablo que en rumanés se llama “Diavol” o “Drac”, el Jendarm (el policía), la Moartea (la muerte), el Cura, el Spiţerul (el doctor) y el Câinele Pàmântului (el perro “que sale de la tierra”). La figura del perro es curiosa y singular, pues hace referencia a un animal que procede de las entrañas de la tierra, como si fuera un ser de la profundidades que surge para llevarse consigo a Vasilache. Ejerce pues en cierto modo de verdadera muerte, pues los espectáculos solían terminar así, con el perro telúrico mordiendo la nariz del héroe y llevándoselo a las profundidades del subsuelo. Algo que Daniel Stanciu ha cambiado, pues nadie entendería un final tan rotundo y, para las mentalidades actuales, ciertamente inexplicable.

Como puede verse, un personaje con unas relaciones complejas con sus colegas de escenario, y que se expresa siempre en directo pero con la ayuda del Sprech que desde fuera interpreta y traduce al público las ocurrencias y los clarividentes disparates del protagonista. Como es lógico, la gracia del texto está en los equívocos y en los juegos de palabras, sobretodo en el doble sentido de muchas de ellas, algo a lo que el Rumano se presta enormemente, según me cuenta Daniel.

Organillo en una calle de Bucarest
El calor del vino y de la comida realzan las imágenes que van surgiendo de las palabras del titiritero rumano, de modo que al salir, sólo esperamos encontrar en la calle a algún fantasma surgido del pasado con su retablo bien puesto en una esquina mientras un animado Sprech, provisto de algún acordeón o tambor, nos obliga a detenernos. El frío nos saca pronto la falsa esperanza, pero la realidad, que siempre supera la ficción, nos sorprende con una imagen que aun sin retablo alguno, podría ejercer perfectamente de reclamo para un espectáculo de Vasilache: un señor con un organillo bautizado Teatrul de Comedia, con dos loros y dos ratoncitos corriendo por su sombrero, parece que nos espera en una placita de la calle peatonal. Lo más curioso es que la música que sale del organillo es la misma que utiliza Daniel para su espectáculo de Vasilache. ¡Fascinante coincidencia! Nos detenemos y charlamos con el artisa callejero, al que le damos unas monedas y posamos junto a su hermoso carrito, con los loros incluídos.

Daniel Stanciu y el señor del organillo, los loros
y los ratoncitos.
El día, después del largo paseo por Bucarest y con Vasilache aun rondando por la cabeza, no podía ser más idóneo para mis Rutas de Polichinela. Ha llegado la hora de despedirnos y Daniel, antes de partir, me ofrece una copia de un video con un reportaje histórico sobre Vasilache narrado por el último titiritero llamado Borţea que lo ejerció. Un regalo que me guardo para rematar esta jornada polichinesca en la noble ciudad de Bucarest. 

Daniel Stanciu y Toni Rumbau en Bucarest

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