En este curioso peregrinaje por las Rutas de Polichinela, uno se cruza con ciudades de muy distintas categorías y dimensiones. Las hay pequeñas y recoletas, que enamoran por sus singularidades y exquisiteces, y las hay grandes y hasta monstruosas en sus dimensiones, que asustan al profano y se imponen como gigantes amedrentadores. Sin duda Londres es de estas últimas, urbe que ha sido capital del mundo moderno y que aún hoy sigue siendo uno de los centros determinantes del planeta.
Para los hispanohablantes, por lo general poco dados a la lengua inglesa, asomarse a esa ciudad constituye siempre un reto y una prueba de fuego por la que hay que pasar irremediablemente si queremos conocer los arcanos de la actualidad. Claro que esos arcanos pueden permanecer ocultos ante nuestros ojos deslumbrados por la grandiosidad de Londres, por sus monumentos que se suceden sin solución de continuidad, por el hablar rápido y a veces indescifrable de sus habitantes, o por sus instituciones que sólo los ingleses son capaces de entender. Por ello es interesante disponer de algún tipo de anzuelo que nos permita pescar en este mar revuelto que sin embargo sigue moviendo los hilos del mundo. Nuestro anzuelo, como muy bien debe haber sospechado el lector, es Punch.
¿De dónde sale y quién es este personaje radicalmente malo, violento, chillón e impresentable, y a su vez divertido, dicharachero, ágil, listo y expeditivo? Ya sabemos que procede del napolitano Pulcinella, quién llegó a Londres allá por el siglo XVII traído por titiriteros italianos. Aunque seguramente ya en la época dorada del teatro inglés, a finales del XVI y principios del XVII, con las figuras eminentes de William Shakespeare (1564-1616) y Christopher Marlowe (1564-1593) reinando en la escena londinense, habría compañías de la Comedia del Arte actuando por todas las ciudades de Europa.
Es Samuel Pepys (1633-1703), famoso por haber escrito un fabuloso diario dónde habla tanto de su época como de las más insólitas intimidades de su persona, quién cita por primera vez una función de Punch and Judy vista en el año 1662, llevada a cabo por el titiritero italiano Pietro Gimonde (por cierto, ¿sería con títeres de guante o de varilla? No se sabe, pues tampoco lo aclara el propio Pepys...).
Pero es a finales del siglo XVIII cuando Punch abandona el refinamiento barroco de los teatros y baja a la calle dónde adquiere la configuración por la que es conocido universalmente y que nos ha llegado, más o menos intacta, hasta nuestros días. Es decir, un teatro de títeres de guante manipulado por un sólo titiritero en un retablo estrecho y cerrado, generalmente alto, y con la personalidad de su protagonista, Míster Punch, ya bien definida como el malvado o más bien acanallado héroe por la que es conocido.
Se transforma entonces en un personaje urbano surgido de las entrañas de la inglaterra industrial, la que Dickens nos describiría en el XIX con tanto realismo: sucia, cruel, despiadada con los pobres y los obreros hiperexplotados de la época, con un aire irrespirable a causa de la polución industrial producida por el carbón, especialmente en los barrios pobres. De este humus un tanto putrefacto surge este personaje que viste elegante, jorobado y narigudo, promiscuo y amoral, cuyo comportamiento encanta a su público callejero y bigarrado, pues suele actuar en las plazas y junto a los mercados, como el mismo Covent Garden dónde Pepys vio en su día al señor Gimonde (una placa conmemora el hecho como muestra la fotografía adjunta). ¿Qué arcanos oculta Punch en sus removidas entrañas arquetípicas? ¿Qué parte del alma inglesa representa, sólo visible cuando se expresa en la calle y con la voz chillona, irreal y extravagante de la lengüeta? ¿Por qué se sintieron tan representados los espectadores que aplaudían y reían sus fechorías graciosas e impresentables?
Sin duda, con Punch hemos dado con uno de los núcleos duros y más ocultos del alma inglesa, la misma que empujó a los marineros del siglo XVI y XVII a rapiñar los mares del mundo y a apoderarse de cuantos bajeles, islas, ciudades y territorios cupieran en sus manos. Así se forjó el Imperio Inglés y así se estableció la hegemonía anglosajona, la cual, tras el relevo tomado en el siglo XX por los EEUU de América, sigue controlando el mundo.
¿Qué nos dice el lenguaje soez y patibulario de Punch, cuando se expresa libremente sin los refinamientos barrocos de principios del siglo XVIII o sin la infantilización actual que se ha impuesto al personaje? "That the way to do it" (..."ésta es la manera de hacerlo"...): garrotazo cuando algo se pone ante nuestros deseos y objetivos. "¡A por ello!" podría ser otro lema. ¿Justicia? Burlarse de ella es lo propio, sobretodo si va contra tus deseos. Luego ya se hará la que sirva a nuestros intereses. Se dirá que todos los Polichinelas tienen lemas parecidos, cierto, pero pocos como Punch se atreven a tanto: tirar al Baby por la ventana o meterlo en la máquina de fabricar salsichas, hacer lo mismo y ensañarse con su mujer Judy, con el policía o el cocodrilo. Colgar al verdugo en su propia horca, y, a la muerte y al demonio, pasarlos sin contemplaciones por la máquina de hacer salsichas. Tales son sus normales fechorías.
Para los hispanohablantes, por lo general poco dados a la lengua inglesa, asomarse a esa ciudad constituye siempre un reto y una prueba de fuego por la que hay que pasar irremediablemente si queremos conocer los arcanos de la actualidad. Claro que esos arcanos pueden permanecer ocultos ante nuestros ojos deslumbrados por la grandiosidad de Londres, por sus monumentos que se suceden sin solución de continuidad, por el hablar rápido y a veces indescifrable de sus habitantes, o por sus instituciones que sólo los ingleses son capaces de entender. Por ello es interesante disponer de algún tipo de anzuelo que nos permita pescar en este mar revuelto que sin embargo sigue moviendo los hilos del mundo. Nuestro anzuelo, como muy bien debe haber sospechado el lector, es Punch.
¿De dónde sale y quién es este personaje radicalmente malo, violento, chillón e impresentable, y a su vez divertido, dicharachero, ágil, listo y expeditivo? Ya sabemos que procede del napolitano Pulcinella, quién llegó a Londres allá por el siglo XVII traído por titiriteros italianos. Aunque seguramente ya en la época dorada del teatro inglés, a finales del XVI y principios del XVII, con las figuras eminentes de William Shakespeare (1564-1616) y Christopher Marlowe (1564-1593) reinando en la escena londinense, habría compañías de la Comedia del Arte actuando por todas las ciudades de Europa.
Es Samuel Pepys (1633-1703), famoso por haber escrito un fabuloso diario dónde habla tanto de su época como de las más insólitas intimidades de su persona, quién cita por primera vez una función de Punch and Judy vista en el año 1662, llevada a cabo por el titiritero italiano Pietro Gimonde (por cierto, ¿sería con títeres de guante o de varilla? No se sabe, pues tampoco lo aclara el propio Pepys...).
Pero es a finales del siglo XVIII cuando Punch abandona el refinamiento barroco de los teatros y baja a la calle dónde adquiere la configuración por la que es conocido universalmente y que nos ha llegado, más o menos intacta, hasta nuestros días. Es decir, un teatro de títeres de guante manipulado por un sólo titiritero en un retablo estrecho y cerrado, generalmente alto, y con la personalidad de su protagonista, Míster Punch, ya bien definida como el malvado o más bien acanallado héroe por la que es conocido.
Se transforma entonces en un personaje urbano surgido de las entrañas de la inglaterra industrial, la que Dickens nos describiría en el XIX con tanto realismo: sucia, cruel, despiadada con los pobres y los obreros hiperexplotados de la época, con un aire irrespirable a causa de la polución industrial producida por el carbón, especialmente en los barrios pobres. De este humus un tanto putrefacto surge este personaje que viste elegante, jorobado y narigudo, promiscuo y amoral, cuyo comportamiento encanta a su público callejero y bigarrado, pues suele actuar en las plazas y junto a los mercados, como el mismo Covent Garden dónde Pepys vio en su día al señor Gimonde (una placa conmemora el hecho como muestra la fotografía adjunta). ¿Qué arcanos oculta Punch en sus removidas entrañas arquetípicas? ¿Qué parte del alma inglesa representa, sólo visible cuando se expresa en la calle y con la voz chillona, irreal y extravagante de la lengüeta? ¿Por qué se sintieron tan representados los espectadores que aplaudían y reían sus fechorías graciosas e impresentables?
Sin duda, con Punch hemos dado con uno de los núcleos duros y más ocultos del alma inglesa, la misma que empujó a los marineros del siglo XVI y XVII a rapiñar los mares del mundo y a apoderarse de cuantos bajeles, islas, ciudades y territorios cupieran en sus manos. Así se forjó el Imperio Inglés y así se estableció la hegemonía anglosajona, la cual, tras el relevo tomado en el siglo XX por los EEUU de América, sigue controlando el mundo.
¿Qué nos dice el lenguaje soez y patibulario de Punch, cuando se expresa libremente sin los refinamientos barrocos de principios del siglo XVIII o sin la infantilización actual que se ha impuesto al personaje? "That the way to do it" (..."ésta es la manera de hacerlo"...): garrotazo cuando algo se pone ante nuestros deseos y objetivos. "¡A por ello!" podría ser otro lema. ¿Justicia? Burlarse de ella es lo propio, sobretodo si va contra tus deseos. Luego ya se hará la que sirva a nuestros intereses. Se dirá que todos los Polichinelas tienen lemas parecidos, cierto, pero pocos como Punch se atreven a tanto: tirar al Baby por la ventana o meterlo en la máquina de fabricar salsichas, hacer lo mismo y ensañarse con su mujer Judy, con el policía o el cocodrilo. Colgar al verdugo en su propia horca, y, a la muerte y al demonio, pasarlos sin contemplaciones por la máquina de hacer salsichas. Tales son sus normales fechorías.
Estos arcanos arquetípicos, ocultos en las más recónditas psicologías de las naciones y de los imperios, se hacen a veces visibles como puntas del iceberg monstruoso que subyace en las ambiciones inconfesables de los delirios humanos. Esa punta coloreada que surge del iceberg oculto del Imperio británico es la nariz de Punch, roja como un tomate, lúbrica y expeditiva, salvaje y eficiente al cien por cien.
Es interesante conocer la opinión de Charles Dickens sobre Punch, al que vio en su estado digamos "puro", cuando actuaba por las calles sin recato alguno a mediados del s.XIX. Dice en una carta (que hemos extraído de la misma Wikipedia: Punch):
In my opinion the street Punch is one of those extravagant reliefs from the realities of life which would lose its hold upon the people if it were made moral and instructive. I regard it as quite harmless in its influence, and as an outrageous joke which no one in existence would think of regarding as an incentive to any kind of action or as a model for any kind of conduct. It is possible, I think, that one secret source of pleasure very generally derived from this performance… is the satisfaction the spectator feels in the circumstances that likenesses of men and women can be so knocked about without any pain or suffering...
Charles Dickens, The Letters of Charles Dickens Vol V, 1847 - 1849
Es interesante conocer la opinión de Charles Dickens sobre Punch, al que vio en su estado digamos "puro", cuando actuaba por las calles sin recato alguno a mediados del s.XIX. Dice en una carta (que hemos extraído de la misma Wikipedia: Punch):
In my opinion the street Punch is one of those extravagant reliefs from the realities of life which would lose its hold upon the people if it were made moral and instructive. I regard it as quite harmless in its influence, and as an outrageous joke which no one in existence would think of regarding as an incentive to any kind of action or as a model for any kind of conduct. It is possible, I think, that one secret source of pleasure very generally derived from this performance… is the satisfaction the spectator feels in the circumstances that likenesses of men and women can be so knocked about without any pain or suffering...
Charles Dickens, The Letters of Charles Dickens Vol V, 1847 - 1849
(En mi opinión, el Punch que se ve en la calle es una de esas exageradas extravagancias de las realidades de la vida que perdería su capacidad de enganche con la gente si se intentase convertirlo en moralista e instructivo. Considero su influencia perfectamente inocua, como una especie de broma desvergonzada que nadie en este mundo consideraría como un incentivo hacia cualquier tipo de acción o como modelo para cualquier clase de comportamiento. Es possible, pienso, que la fuente secreta de placer generalmente producida por este espectáculo sea la satisfacción que el espectador siente al ver a unos remedos de hombres y mujeres recibir tantos palos sin sentir por ello ninguna pena ni sufrimiento... Charles Dickens....)
Una opinión que deberían leer todos los maestros poseídos por el expandido virus de la "corrección política" que tantos estragos está causando en los actuales sistemas educativos del mundo civilizado. Una opinión que indirectamente respalda nuestra tesis del "iceberg": sólo desde la inocente ingenuidad de los títeres es posible hablar de cosas crueles y profundas que atañen a nuestra psicología sin rasgarnos las vestiduras, y con un mínimo de decoro más o menos culturalizable.
Detengo aquí la redacción de esta entrada para retomar la calle londinense y acudir al Victoria & Albert Museum, uno de los museos más impresionantes de la ciudad, en dónde me he citado con una antigua conocida y amiga a la que hace mucho tiempo que no veo: Penny Francis. Ella sin duda me aclarará algunas cosas sobre nuestro misterioso personaje y la realidad titiritera de Londres.
Una opinión que deberían leer todos los maestros poseídos por el expandido virus de la "corrección política" que tantos estragos está causando en los actuales sistemas educativos del mundo civilizado. Una opinión que indirectamente respalda nuestra tesis del "iceberg": sólo desde la inocente ingenuidad de los títeres es posible hablar de cosas crueles y profundas que atañen a nuestra psicología sin rasgarnos las vestiduras, y con un mínimo de decoro más o menos culturalizable.
Detengo aquí la redacción de esta entrada para retomar la calle londinense y acudir al Victoria & Albert Museum, uno de los museos más impresionantes de la ciudad, en dónde me he citado con una antigua conocida y amiga a la que hace mucho tiempo que no veo: Penny Francis. Ella sin duda me aclarará algunas cosas sobre nuestro misterioso personaje y la realidad titiritera de Londres.
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