He conocido estos días al escultor neapolitense Lello Esposito en su taller, situado en la caballerizas del Palacio de San Severo, en la Plaza de San Domenico Maggiore. Ha sido muy interesante conocer de primera mano la obra de un artista absolutamente impregnado por el espíritu de Pulcinella. No sólo sus inicios están íntimamente relacionados con el mundo de los títeres populares de Nápoles, a través de la figura del maestro titiritero Nunzio Zampella (quién también lo fuera de Bruno Leone), sino que toda su obra es una interrogación constante sobre el origen y el sentido profundo de Pulcinella como portador de una compleja dualidad de significados contrapuestos: vida/muerte, alegría/tristeza, sueño/vigilia, prosa/poesía, eros/tanatos, popular/culto ....
Cual una profunda paradoja viviente, Pulcinella surge de las profundidades mitológicas del pasado, ya sea en sus formas jocosas de máscara y títere, ya sea para provocar nuevas interrogaciones sobre las multiplicidades de la identidad. Pesa en la obra de Esposito una visión altamente dramática del personaje de Pulcinella, como si el lado jocoso del personaje quedara eclipsado por una angustia que surge de la misma risa. La vitalidad polichinesca se viste aquí de atributos telúricos y arquetípicos que tienen más que ver con la tragedia y con la implacabilidad del destino que con la libertad a la que suele asociarse el personaje. Imágenes de Pulcinela atrapado por las llamas, saliendo dramáticamente del huevo como si fuera un parto de si mismo sangriento y doloroso, comiendo chorros de espaguetis como en una condena del infierno de Dante, o desdoblándose con caras inquietantes, diabólicas o con la misma muerte, que no parece salir ni burlada ni apaleada. La identificación de Pulcinella con Nápoles, una de las fijaciones del autor, tal vez explica esta visión pesimista del personaje que también lo es de la ciudad. El efecto "espejo" de Pulcinella reflejaría estas visiones sangrientas y altamente dramáticas de las figuras de Lello Esposito.
Un autor que sin manejar títeres, ha convertido toda su obra en un alucinante retablo dónde la máscara napolitana nos remite a nuevos arquetipos que se apartan de las imágenes clásicas y nos hablan de miedos y realidades que, aun sin nombre, nos asaltan en los sueños o directamente en las calles de nuestras ciudades.
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