Mariona Masgrau. Foto de Isa Albareda. |
El
Arte de Mariona Masgrau
Importa, ante
la gran oportunidad que ofrece esta exposición dedicada a la obra de Mariona
Masgrau, subrayar la singularidad de su trabajo como artista y titiritera,
navegando siempre con una libertad de espíritu única y envidiable, cuando no
con los vientos en contra pero siempre con las velas desplegadas.
Mariona Masgrau con Constantina |
Mariona
Masgrau, de formación autodidacta en lo que se refiere a las marionetas –pero
con breves e intensos estudios de arte y modelaje en una escuela danesa de la
localidad de Holbaek–, se forjó como titiritera en Portugal, cuando participó
en 1975 en la Campañas de Dinamización
Cultural del MFA viajando a las Azores y luego por la zona de Viseu, con la
compañía Marionetas de Sao Lourenzo. Fue una época corta en el tiempo pero
larga y densa en vivencias que transmutó para siempre su vida, al darle a
conocer una forma de relacionarse con la realidad y con los demás distinta a la
hasta entonces conocida: las marionetas. Fue pues en este ambiente de relajada
exaltación revolucionaria y de fuerte aliento mitológico, en una época en la
que la Historia
parecía dejarse tocar con la mano, que Mariona comprendió, en lo más profundo
de sí misma, que había encontrado un camino viable –viabilidad entendida
siempre desde la particular perspectiva
mítica de la época– para dar rienda suelta a sus anhelos de expresión artística
con la manos.
Celestina del Ampurdán. Marioneta de la primera época. |
Digo con las
manos, porque ellas fueron las herramientas principales de Mariona: para
modelar las primeras marionetas, cuyas cabezas eran de barro cocido, y cuyos
cuerpos estaban también hechos y cosidos por sus manos. Luego, con las manos
las manipulaba, tras haberle puesto los hilos. Poder expresarse con las manos
fue su verdadera vocación, tocar la materia y modelarla, sea barro, tela,
madera, espuma o cualquier material por muy innoble que fuera –aunque prefería
los nobles, claro está. Expresarse con lo que las manos podían hacer, en
substitución de la palabra.
Podríamos
hablar de tres grandes épocas en su trayectoria como artista y titiritera. La primera,
que empezaría en Portugal en el año 1975, es la de los “grandes” inicios,
cuando su trabajo se centra sobre todo en modelar las caras que darían figura y
personalidad a sus primeras marionetas. “Inicios grandes” porque la calidad de
su trabajo es aquí superlativa: al centrarse especialmente en el modelaje de
las caras, sin pensar demasiado en “lo demás”, puso en el empeño todo su saber
y su arte más primoroso, algo que podemos comprobar viendo las hermosas caras
que surgieron de esta primera etapa creativa, que poco a poco adquirirían
nombre y vida propia: la
Celestina, Tecla, el Capitán Cazalla, el Juglar, Malic, el
Viejo, el Sereno, Simbad el Vampiro, y otras que se quedaron sin cuerpo, pero que
salían de las manos de Mariona buscando su lugar en el elenco de personajes que
poco a poco se iban imponiendo. Esta época se prolonga hasta bien entrados los ochenta aunque de
hecho nunca llegó a terminar del todo, pues Mariona mantuvo siempre vivo ese
trabajo directo con el barro y las materias primas que utilizaba para pintar
sus caras (o las paredes de su casa, o de su teatro), con pigmentos naturales
que mezclaba con otras sustancias.
Marionetas de Malic en China |
Sin embargo,
una vez entrada en la vorágine del oficio que toda aventura titiritera conlleva
–esa vorágine hecha de funciones, viajes, prisas, estrenos, encargos y apuros económicos–, su trabajo tuvo que
diversificarse para ampliar su base de creación y adaptarla a las necesidades
de los espectáculos y de la compañía La Fanfarra (constituída por Mariona
Masgrau, Eugenio Navarro y Toni Rumbau). Una compañía que en el año 1984 abrió
además el Teatre Malic, iniciando una segunda aventura artística y empresarial en
paralelo a la de las marionetas. En esta segunda etapa hay un mayor equilibrio
entre las necesidades escénicas de cada espectáculo y la realización misma de
sus personajes o marionetas, que no siempre podían ser de cerámica. Nacen así
espectáculos como Malic en la China y Malic en Nueva York, que incorporan ya
el teatro de sombras.
Mariona en el taller. Foto de Anastasi Rinos. |
Creo que Malic en la China constituye un antes y un después en el
trabajo de Mariona y de La Fanfarra. La
obra nace tras un viaje a Londres en 1979 para asistir como espectadores
(aunque también La Fanfarra actuó en la calle, pasando el gorro y sufragando
así algunos costes) al importantísimo Festival de Marionetas que se hizo aquel
año con dirección de Penny Francis. Allí se pudo ver a los grupos más
importantes del momento así como géneros y técnicas diferentes que jamás
habíamos visto. El trabajo de Triangle de Holanda, Roser de Alemania, el Bread
and Puppet y Bruce D. Schwartz de los EEUU, el Bolshoi de Leningrado, Drak de
Praga, Da Silva Puppet Theatre y el Litlle Angel de l’U.K., el Karagöz de Metin
Ozlen de Estanbul, el Marionetteatern de Michael Meschke, y aún otros muchos,
abrieron los ojos de La Fanfarra. Al
regresar a Barcelona, Mariona cambia de registro y empieza a construir
marionetas más pequeñas y sutiles en sus movimientos. Se introduce también el
teatro de sombras, con la colaboración en las siluetas de los dibujos de Jordina
Salvany, y se logra una afortunada combinación entre marionetas de hilo, de
guante y de sombras muy afortunada, que hizo del “Malic en la China” un gran pequeño
espectáculo.
Retablo de La eina Blanca. Decorado y barco de Pepe Otal. |
Este enorme
paso dramatúrgico abrirá la puerta a otras aventuras creativas, como es Malic en Nueva York, obra que escapa a
la lógica narrativa convencional y entra más en un formato de teatro poético y
de la imagen. Más tarde nacerán obras realizadas exclusivamente en sombras,
como Calidoscopia y Carmen. También de esta época es La Reina Blanca, tal vez el último
trabajo importante en el que la mayoría de las marionetas llevaban todavía
cabezas de cerámica.
Con La
Reina Blanca, Mariona alcanzó su madurez como creadora de
marionetas, con personajes muy logrados en los que supo combinar la libertad
estilística del modelaje y de la creación plástica con las necesidades de un
guión muy concreto marcado por una serie de peripecias narrativas. Con
decorados y el mismo frontal del teatro pintados por Pepe Otal, La
Reina Blanca fue un punto culminante de estas dos
primeras etapas artísticas de Mariona, centradas en el trabajo conjunto de los
tres miembros de La
Fanfarra. De hecho, nació inspirada en la Opera dei Pupi de
Palermo, a raíz de unas actuaciones de Ana Cuticchio en el Teatro Malic, donde
cosechó un éxito clamoroso. ¿Por qué no partir del mismo esquema escénico de
los pupi, pero trabajando con marionetas de hilo en el estilo propio de la
compañía?
Jofre, marioneta de la primera época. |
Un estilo, el
de las marionetas de Mariona, muy peculiar, pues al ser de un tamaño bastante
grande (entre 80 cm y 1 m) y tener un peso considerable, no servían los mandos
que entonces se utilizaban en Barcelona, inspirados en el modelo inglés
enseñado por Tozer, más pensado para marionetas pequeñas y de poco peso. De ahí
que el mando utilizado fuera horizontal (en vez del clásico vertical) y que el
juego de manipulación dependiera del propio balanceo de la marioneta bien
controlado por los hilos y por las manos del manipulador.
Y aunque las
primeras marionetas fueron hechas para ser manipuladas desde un puente, con el
primer espectáculo de la compañía titulado Malic
en Babilonia de modo que puede decirse que éstas eran de interior, en
realidad, desde que un día la Fanfarra decidió salir a la calle tras acortar
los hilos de las marionetas, nos dimos cuenta de lo bien que funcionaban allí:
su medida, parecida a la de los niños, lograba un gran impacto cuando el títere
se acercaba a ellos. De esta etapa callejera son los espectáculos La Historia del Rey Triste, El Fantasma de las Montañas, Aquiles y la Tortuga, El Tesoro del Capitán
Pirata, obras protagonizadas todas ellas por Malic, de modo que al final
fueron agrupadas en un único programa titulado Las Aventuras de Malic. Hubo todavía otros espectáculo de calle, como
Malic y la Fuente de la Eterna Juventud,
pero con la abertura del Teatro Malic, la Fanfarra de alguna manera cambió de
rumbo: al disponer de un teatro propio donde podía presentar lo que quería,
surgieron espectáculos pensados directamente para adultos, como Calidoscopia y Carmen, los dos hechos exclusivamente con teatro de sombras aunque
muy diferentes entre sí, y la misma Reina
Blanca, antes comentada.
Fachada del TOPIC de Tolosa, donde se realiza la exposición de Mariona Masgrau |
La
utilización del teatro de sombras fue un rasgo característico no sólo de esta
época sino de todas las de la Fanfarra, desde el momento en que se introducen
en el primer montaje de Malic en la China.
Además de las obras exclusivamente realizadas con teatro de sombras, siempre
había un uso del mismo en uno y otro momento de la mayoría de las obras,
incluso las posteriores a esta etapa. Puede decirse que los tres miembros de La
Fanfarra tienen en su ADN artístico el Teatro de Sombras incrustado, siempre
listo para servir en tal o cual escena, o para dedicarle una obra entera.
Carmen fue un trabajo especial: en esta
obra, Mariona hizo por primera vez de actriz, pero en negativo, es decir, apareciendo en sombras detrás de una pantalla
que cubría toda la boca del pequeño escenario del Teatro Malic. Teatro de
sombras de actriz y de objetos, podríamos llamar a esta obra, a partir de un
guión de Joan Casas y Toni Rumbau, y con dirección de escena de Rafael Durán.
Constantina |
La tercera y
última etapa de Mariona fue la de la libertad a ultranza así como de compromiso
consigo misma, decidida a emprender un camino de investigación y de aventura en
solitario. Tuvo su primer pistoletazo de partida con la obra Mangalena, con
dirección de Anastasi Rinos, a la que le siguió una retahíla de títulos en los
que Mariona creó toda una serie de personajes femeninos que venían a ser una
especie de alter egos suyos que le servían para expresar sus desasosiegos, sus
anhelos y sus inquietudes. Son la ya mencionada Mangalena, Constantina, Sophia, La Caja de Juguetes, De tanto que te quiero y El
despertar de las pasiones. Una época ecléctica en la que lo importante ya
no es tanto la manualidad creativa (aunque también, pues nunca dejó de
investigar con los materiales y con el reciclaje de los componentes) sino en lo
que se quiere decir en cada espectáculo. Para ello se rodeó de un fiel equipo
de colaboradores que aportaban texto, escenografía, música o dirección de
escena.
Pintura de Mariona Masgrau |
Hay que decir
que Mariona, a pesar de esta deriva hacia un teatro de contenidos, jamás abandonó
su necesidad personal de expresión artística, no sólo satisfecha a través de
sus inventos y muñecos sino también a través de su inclinación por la pintura,
que trató a su aire y particular manera, inventando tintas y trabajando con la
misma libertad de siempre.
Mariona pintando. Foto de Anastasi Rinos. |
Puestos a
definir con palabras el arte de Mariona, algo desde luego siempre difícil por
no decir imposible, creo que habría que poner los siguientes adjetivos: valiente,
rudo, sincero, autónomo, auténtico, esencial, noble, atrevido. En cuanto a los
sustantivos, pondría: artista, teatro, vida, emoción, aventura, arrojo. Mujer
de empatías claras, no tenía pelos en la lengua a la hora de decir las
verdades. Eso le creó amigos y enemigos, y tuvo que lidiar con ellos desde esas
arenas movedizas que son las emociones.
Su obra,
variada y propia de una artista que tuvo que adaptarse a los vaivenes de una profesión
atípica como es la de titiritera, ha conseguido traspasar los límites de lo efímero,
esta condena que pesa sobre el arte del teatro. Hoy destaca en su materialidad
objetiva, gracias al empeño de su duro trabajar con las manos, obra que tiene
sus picos y sus valles, y que brilla como un ejemplo de tesón y de lucidez
empírica de titiritera que no se arredra ante las dificultades. Que un museo
como el del TOPIC le haga justicia con esta exposición monográfica honra tanto
a Mariona como a los directores del Museo.
Toni Rumbau
Barcelona,
junio 2012
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