El Principito, de Silfo Teatro
Pude ver el viernes 25 de marzo el espectáculo de la compañía Silfo dirigido por Claudio Hochman “El Principito”, basado en la conocida obra de Antoine de Saint-Exupéry. Hay que decir que Claudio Hochman ha sido uno de los principales protagonistas de esta edición del Festival, al dirigir un taller de títeres durante la semana del mismo. No pude asistir a los resultados, pero todo el mundo me dijo que habían sido fenomenales. Creo que este director de escena que se ha especializado en el mundo de los títeres, de origen argentino pero que vive en Lisboa, se está convirtiendo en una figura eminente que seguirá dando mucho que hablar. Había visto ya algunos trabajos anteriores, y este Principito del Teatro Silfo volvió a confirmar su gran valía.
Con una puesta en escena sencilla pero muy ocurrente y repleta de poéticos detalles y hallazgos, Sara Sáez y Fabrizio Azara, ambos instalados en Murcia, nos explicaron la historia del Principito con un gran dominio actoral y una presencia muy agradable. No es fácil representar esta historia, aparentemente sencilla y muy basada en la forma de hablar de los personajes, en la linea de una candidez desarmante. Los del Silfo lo lograron en una combinación de “cuenta cuentos” y de escenificación visual de las palabras, los personajes y las situaciones apuntadas. Para ello se sirven de elementos muy simples pero muy eficientes, a base de papeles, dibujos, cartones plegados, hojas que se cuelgan, o en un rollo que a medida que se va desplegando, muestra el decorado cambiante de la historia.
La obra está medidísima, cada elemento tiene su espacio propio y su tiempo, y todo transcurre con un ritmo que en ningún momento desfallece. Se nota un dominio del lenguaje escénico visual y de actores, una combinación que Hochman suele bordar en sus trabajos, jugando con las propias capacidades de los manipuladores, con sus toques de candidez e ingenuidad pero que esconden una estudiada sintaxis del relato escénico. No sobra nada ni parece faltar nada. I al final, todo termina como empezó, con la aparente desnudez de los actores frente al público. Éste premió la representación con largos y merecidísimos aplausos.
Carmen de Bambalinas
En el espacio cabaret del poble Espanyol, se presentó la Carmen de la compañía de Valencia Bambalinas, una de las más veteranas y prestigiosas del país. Los conozco de hace años y, según tengo entendido, han abierto un museo de marionetas en la localidad dónde suelen hacer su festival, en Albaida. Deberé ir a visitarlo un día.
Con dirección de Jaume Policarpo, tres actores ya veteranos de la compañía nos escenificaron la conocida obra de Mérimée a la que Bizet puso su immortal música. Sin palabras, mediante una representación básicamente actoral, la propuesta se sirve de una larga mesa de color rojo que se estira a lo largo del escenario y a cuyo alrededor transcurren las diferentes escenas de la obra. Manos, objetos, muñecos, algunas máscaras, ricas telas y la immensa gracia de los actores son los ingredientes de este montaje que conquistó al público.
Hay que destacar a los tres intérpretes por un igual, pero creo que no sería justo dejar de resaltar el gran trabajo de Mercè Tienda, encargada del personaje principal, al que a veces encarna, otras acompaña, manipula o sugiere. Tienda, con una imagen en absoluto tópica –una joven llena de brío, de aire joven, espontáneo, duro y alegre, con el cabello corto y rubio–, consiguió transmitir el espíritu de Carmen y encarnarse en él con espontánea naturalidad y convicción profunda, sin excesos ni pesadas impostaciones. Algo que está rápido dicho, pero que no es nada fácil de conseguir, tratándose de Carmen, un mito de los más sobados y conocidos.
Seguramente la excelencia del montaje de Policarpo es haber encontrado este tono ingenuo y desenfadado, que da pie al humor de los actores, a la complicidad propia del teatro de objetos y a recursos sencillos, pero desde una originalidad de partida y una “verdad” de los personajes que sobretodo recae en Carmen y en Mercè Tienda. Un trabajo joven, fresco y arriesgado, que entusiasmó al público nocturno del TOT estival.
Encuentro sobre “Financiación en tiempos de crisis”.
No podía faltar esta temática en la serie de encuentros que Jacques Trudeau y Jorge Bernárdez, director artístico y director gerente del Pueblo Español respectivamente, prepararon en ocasión del Festival. La “crisis” es como una nube que se ha instalado sobre nuestras ciudades y cabezas con ganas de convertirse en un leiv motiv ineludible.
Fueron invitados como ponentes Julieta Agustí (del Centre de Titelles de Lleida), Anne Françoise Cabanis (directora del Festival Mondial des Marionnettes de Charleville-Mézières), Xavier Marcé (ex director del ICIC de la Generalitat de Catalunya y actual director de Marketing de la empresa Focus) y Sara Sáez, de la compañía Teatro Silfo de Murcia. Moderó Jorge Bernárdez.
En líneas generales, hubo coincidencia en la gravedad de la situación pero también en las oportunidades o más bien en los replanteamientos que ello está obligando a todos los sujetos activos en el mundo del teatro y de la cultura. Las quejas fueron unánimes pero también la importancia de no dejarse llevar por ellas, pues una “cultura de la queja” es lo que menos sirve para levantar el vuelo o abrir nuevos espacios. Se puso también de manifiesto una preocupación existente por la deriva que parecen estar tomando las líneas políticas europeas sobre la cultura. Una dejadez, abandono o indiferencia que cada estado, ciudad o departamento regional asume con mayor o menor énfasis, aquejados por los problemas económicos generales, pero sin percatarse de la importancia estratégica del sector de la creación cultural. Un reajuste en las reglamentaciones generales del sector fue postulado por la mayoría.
Según mi modo de ver, habría que encuadrar los problemas de la llamada crisis en un marco superior en el que lo que estaría en crisis no es únicamente el mundo de la economía, sino toda nuestra cultura entera. Esto abre muchas oportunidades a nuestro sector, el de la cultura, al incidir nuestra actividad en el corazón mismo de lo que está cambiando a ritmos acelerados. Para los gestores y organizadores, el problema es básicamente económico e imaginativo-logístico. Para los creadores, lo económico se suma a lo cultural, en toda la extensión del significado de esta palabra, y el paquete que resulta es suficientemente grande, duro, enigmático y atractivo como para no dejarse llevar por el pesimismo.
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