(Bruno Leone con Pulcinella)
Aunque viva en Barcelona, no por ello vamos a dejar de visitarla, sobretodo cuando se producen en ella efemérides polichinescas de alta categoría.
Me refiero a las Festes de la Mercè, la conocida Fiesta Mayor de Barcelona, en la que además de los desfiles de Gigantes, Cabezudos y bichos mitológicos (con el Correfoc como momento estelar), se programaron en el Castillo de Montjuic tres jornadas de títeres con Polichinela como protagonista.
Fue un placer ver actuar a Bruno Leone, uno de los maestros en Pulcinella y principal recuperador de la máscara napolitana en su fomato de títere. Lo hizo con su retablo habitual y nos regaló con varias obras de su repertorio, pues como él mismo nos contó, en cualquier momento puede representar, con los títeres que lleva consigo, nueve historias diferentes de Pulcinella. Tras ver al héroe enfrentarse a diferentes personajes para acabar lidiando con la Muerte, el titiritero salió del retablo y dirigiéndose ora al público, ora al mismo títere, nos ofreció el número clásico del Huevo con el que tiene por costumbre reproducirse Pulcinella. El escenario se llenó de pequeños Pulcinellas despertando la hilaridad del público, que premió al virtuoso titiritero con calurosos aplausos.
A pocos metros del napolitano, había montado su retablo Eugenio Navarro quién mantuvo al público durante la larga media hora de función sujeto a las peripecias de Malic, el Aventurero Ibérico. Éste deleitó a la concurrencia con sus “Rutinas” clásicas de manipulación. No cabe duda que Malic es un personaje que por derecho propio se ha ganado un puesto en la galería de figuras europeas polichinescas. Junto con Titella y Putxinel·li, constituye un nuevo héroe barcelonés, catalán e ibérico, que comparte las principales características del napolitano, aunque se desmarca del mismo para su propio bien, a causa de su juventud que le abre las puertas de la contemporaneidad. La función de Eugenio provocó una de las más sinceras ovaciones que últimamente he visto en públicos titiriteros.
El Guignol de Lyon, pariente lejano o primo segundo de Pulcinella, estaba representado por la conocida compañía Les Zonzons. Tiene este grupo en la ciudad del Ródano y del Saona (los ríos que la cruzan) un teatro estable, considerado como el más oficial e importante de los abiertos en la ciudad dedicados a Guignol, y goza de un gran prestigio internacional. El público pudo disfrutar de las peripecias de los divertidos y algo empinados señores Guignol y Gnafron, de sus chascarrillos y juegos de palabras, y de un juego escénico muy bien manipulado. Un lujo, pues es raro ver a este personaje bien puesto en escena.
Al otro lado de la plaza, el Cristobica de Libélula, la veterana compañía de Segovia, presentó sus números clásicos que han recorrido ya medio mundo: la princesa con el fantasma y el dragón, la muerte, y la divertidísima corrida. Fue ésta muy aplaudida, como si el público sintiera la nostalgia anticipada de la fiesta taurina en Barcelona, que los parlamentarios catalanes han decidido borrar del mapa, violentando el parecer de las importantes minorías taurinas. Nuestros descendientes deberán viajar a Nîmes o fuera de Cataluña para entender el argumento de esta obra cuando de aquí a unos años vuelvan los titiriteros de Libélula y nos ofrezcan su entrañable y sempiterno espectáculo.
Rod Burnet actuó en otra ala del castillo con su Punch and Judy, la versión inglesa de Polichinela. Un personaje, Punch, que destaca por su maldad congénita y que aún así, despierta el asombro, la hilaridad y hasta el cariño de su público. Hay que tener en cuenta que durante la función, Punch no sólo aporrea a su mujer Judy, al Policía, al Payaso, al Amigo, al Fantasma, al Cocodrilo y a la Muerte, sino a su mismísimo hijo, el Baby, al que tira por la ventana, harto de oírle llorar. ¿Será por eso que muchos padres se ríen tanto al ver al narigudo héroe realizar sus proezas? Los maestros lo encuentran poco pedagógico, pero por fortuna Punch goza aún de buena salud y los públicos del mundo siguen contratando y aplaudiendo sus locuras tan llenas de picardía como de ingenuidad.
(Titella de T.Vergés)
En la parte superior del ala trasera del Castillo, plantó su retablo los Titelles Vergés, grupo clásico y veterano de los títeres en Cataluña, pues este año han cumplido ni más ni menos que cien años de actividad. Tres generaciones distintas se han sucedido para que ello fuera posible. Sebastià Vergés, el último de la saga familiar, lleva el relevo a unas alturas cada vez mayores de calidad. Destaca su maestría en las voces, el estilo antiguo pero adaptado a la modernidad de sus espectáculos, y sobretodo la belleza de sus títeres, de talla de madera todos y construídos según la técnica del “titella catalán”. El mérito de los Vergés es haber mantenido intacta la noble tradición del títere catalán, con retablos hechos a la manera antigua, decorados pintados por clásicos escenógrafos y los ya citados títeres de talla. Coronando las distintas celebraciones de aniversario realizadas durante todo el año, el alcalde de Barcelona, Jordi Hereu, le dio una placa o una medalla, no pude distinguirlo en la distancia, como premio a su labor titiritera. ¡Felicidades!
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