sábado, 7 de mayo de 2011

En el ombligo polichinesco de España.


Creo merecido este título al evento en el que me encuentro, llamado Rinconcillo de Cristobica. La razón principal es la alusión al círculo o tertulia del Rinconcillo (entre cuyos participantes estaban Lorca, Falla y Lanz, como se dijo en anterior texto), que se conjunta con el lugar dónde se desarrolla el encuentro: Valderrubio y la casa que la familia Lorca tenía en esta población, a 4km escasos de Fuente Vaqueros, el lugar dónde nació el poeta.

Estar en estas tierras tan estrechamente ligadas al poeta granadino es estar junto a quién dio altura y una identidad precisa al personaje titiritesco de Don Cristóbal Polichinela. Una figura harto oscura, por su propia naturaleza de ser ruín e impresentable, y por lo poco que se sabe del mismo en su versión titiritil anterior a Lorca. Que en este lugar emblemático se desarrolle un festival (o mejor un "encuentro", como prefieren llamarlo sus organizadores) centrado precisamente este año en el teatro de títeres popular de la línea polichinesca, hace que Valderrubio y el Rinconcillo pueda proclamarse durante estos días capital mundial del polichinelismo español. Que asistan, además, personas como Adolfo Ayuso, uno de los principales entendidos en la materia, Bruno Leone, reconocido maestro napolitano del Pulcinella, Paz Tatay, prestigiosa cultivadora del género del Don Cristóbal, Sebastià Vergés, la más veterana de las compañías españolas -cumplió 100 años hace poco-, el experto mamulenguero brasileño Eder de Paiva de Rio Branco Acre, el clásico "Théâtre du Petit Miroir" de Jean Luc Penso, que recuperó con enorme maestría la más señera tradición del títere popular de Taiwán, o el reputado Professor of Punch and Judy Rod Burnet, hace que el encuentro sea de lo más estimulante. Sobretodo porque Enrique Lanz y Yanisbel Victoria Martínez, los dos artífices del Rinconcillo, pretenden convertirlo en un lugar de desayunos, almuerzos y discusiones, además de espectáculos.

Hoy mismo, en los cafeses del almuerzo, discutimos Adolfo Ayuso, Enrique Lanz, Eder de Paiva, Paz Tatay, Jaume Feixas y yo mismo, sobre el personaje del Don Cristóbal español. Decía Paz que para ella era un arquetipo de vitalidad, un elemento catártico que la permitía hacer lo que no se puede por abvias razones de salubridad pública. Su Don Cristóbal es así una especie de "alter ego" que funciona a modo de eficaz válvula de escape y que le permite desarrollar un teatro de títeres fresco y deshinibido. Yo me preguntaba si no habría que replantearse un día las características del personaje, pues si en el siglo XVI y XVII, la máscara napolitana encarnó los deseos de afirmación libertaria e individualista del Renacimiento, ayudando a democratizar las nuevas ideas en el imaginario popular de las ciudades europeas, hoy en día, que nos encontramos en una clasísima etapa de cambio cultural -por no decir civilizacional-, me preguntaba si no sería bueno buscar nuevos atributos, que sin perder ni negar su elemento liberador, catártico y de afirmación de la soberanía personal, encaje en las necesidades de una época que precisamente está poniendo en cuestión las afirmaciones estrechamente egotistas del "todo vale". Por supuesto, acabamos defendiendo todos los presentes que por encima de las consideraciones de tipo sociológico, lo importante es el elemento catártico y liberador del personaje y de su práctica. También hay que recordar que estas figuras oscuras y ruínes cuando son jugadas con títeres, se convierten en inocentes personajes cuya gracia trasciende su canallismo -tal como, por otra parte, decía el mismo García Lorca al hablar de Don Cristóbal. De alguna manera, puede decirse que los actuales practicantes del Polichinelismo, y entre otros los presentes en el Rinconcillo, ya están realizando este trabajo de enriquecer al personaje con nuevas facetas del mismo.

También se habló de las escuelas de títeres. Aquí se plantea la clásica pregunta: ¿pueden existir escuelas de titiriteros? Creo que la respuesta fue doble: por supuesto que sí, si se enseñan las herramientas básicas del teatro; pero a su vez, el títere tradicional debe aprenderse con la práctica y a partir de maestros, como se ha hecho siempre. Cada uno explicó aquí sus experiencias sobre el tema.

Por cierto, que puestos a defender esta capitalidad polichinesca antes mencionada, esá la circunstancia de que Enrique Lanz, director artístico del Rinconcillo, sea el nieto de quién hizo todos los títeres de García Lorca, Hermenegildo Lanz, quién conspiró con el poeta y con Falla para los posteriores trabajos del trío centrados en las marionetas.

Mañana, un desayuno con Eder de Paivay y por la tarde y noche, más funciones.

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