(Títeres de Bruno leone)
No podía ser de otro modo, dada la calidad artística y humana de los participantes. Hubo, en efecto, unanimidad entre los presentes de que el evento organizado por la Diputación de Granada bajo la dirección de Enrique Lanz y Jaznibel Martínez, y con el equipo encabezado por José Manuel garcía Ávila, Nadia Zumelaga y Pilar Aguado, consiguió unos ambientes de intercambio y de convivencia raramente alcanzados por otros festivales. Las dimensiones pequeñas del encuentro más el sosiego de la organización propiciaron el marco adecuado para este clima de diálogo e intercambio que las distintas funciones llenaron de interés y contenido. Tal vez otros festivales llegan más lejos en número de espectáculos y en alardes de convivencia festiva, pero pocos alcanzan estas dimensiones de comunicación humana.
Muchos fueron los temas tratados, y desde muchos puntos de vista distintos. Siendo la temática muy concreta -el teatro de títeres popular de guante-, las propuestas presentadas fueron muy diferentes, lo que abrió un campo de contenidos francamente amplio. La figura emblemática y entrañable de Bruno Leone, maestro del Pulcinella napolitano, ocupó un merecido centro gracias a su generosidad en las improvisaciones ofrecidas y en el mismo taller brillantemente realizado con niños de Valderrubio. Una presencia que fue creativamente contrapunteada por las aportaciones de los otros artistas participantes en el Rinconcillo.
(Eder de Pavia y Enrique Lanz con un títere del primero)
Los espectáculos brillaron cada uno según su estilo y particularidad. Eder de Pavia, mamulengueiro que trabaja en solitario, rompió el hielo al ofrecernos un magnífico espectáculo en el que se incorpora la actuación del titiritero que ofrece sus servicios en la calle con la ayuda de un muñeco de ventriloquía. Música, rítmica manipulación y graciosas improvisaciones en una interacción constante con el público fueron las características principales de este trabajo honesto y sencillo, bien cargado de la complejidad de lo humilde cuando éste se presenta con toda su potencialidad latente. Se le nota a Eder una preparación técnica adquirida en la práctica con los distintos maestros con los que trabajó, a la que debe sumarse su formación más académica en el Institut de Charleville. Espontaneidad y frescura de una propuesta que nos trasladó al corazón del Brasil más entrañable.
Paz Tatay, madrileña pero instalada en Toulouse, Francia, presentó "La muerte de Don Cristóbal". ¡Por fin un Polichinela español creado por una titiritera, es decir, por una mujer! Se inspira Paz en las distintas tradiciones europeas, tomando los aspectos que más le han interesado de ellas, pero siempre desde la fidelidad al carácter del personaje: un viejo enamorado del dinero, capaz de cualquier cosa para conseguir sus objetivos, pues así es el Polichinela español, canalla y ruín como el que más. Lo importante, sin embargo, es que Don Cristóbal acaba despertando nuestra simpatía -no hacerlo sería recrearse en su maldad congénita-, sobretodo por su actitud vitalista a ultranza, que lo lleva a desafiar y a vencer a la misma muerte, como la tradición manda. Impresionan las voces de Paz, que va de los agudos a los graves más profundos, así como una manipulación muy refinada, propia de su acusada sensibilidad. La muerte es substituída aquí por una vieja que parece un alter ego femenino del mismo Don Cristóbal. Un trabajo riguroso y divertido que ya tiene una segunda parte. Esperamos poderla ver pronto.
(Erica y David, del Théâtre du Petit Miroir, y Jaume Feixas)
Fue un placer tratar de nuevo con el Théâtre du Petit Mitoir que dirige desde hace años Jean Luc Penso. Una compañía veterana que rescató en su día una de las más viejas tradiciones de guante de un maestro de Taiwán y que desde entonces no ha cesado de perfeccionar y refinar sus es
pectáculos. Dio la casualidad de que Le Petit Miroir inauguró en noviembre de 1984 el Teatro Malic del que fui director y fundador, siendo suya la primera obra que se representó en su escenario. Recuerdo muy bien el ritual que hizo Jean Luc Pensa para bendecir el nuevo espacio. Creo que funcionó. Todo ello explica la ilusión que me hizo reencontrarlo tras tantos años y verlo en plena forma y acompañado de un equipo entregado a la labor. Su representación nos trasladó a la vieja China de ancestrales tradiciones, con la atractiva música que avanza a golpes de gong y a ritmo de batallas, vuelos, conjuros y transformaciones. Un enorme placer para mi y para el público que asistió a la función.
(Títeres de la familia Vergés)
Titelles Vergés, la centenaria compañía catalana que en 2010 cumplió cien años de existencia (para los que necesitó tres generacion de titiriteros siempre en activo), presentó “El retorno de los títeres”. Un título en apariencia inocente, pero que contiene claros dobles sentidos: ¿de dónde regresan los títeres de la familia Vergés sino del pasado, dónde tuvieron que refugiarse durante la oleada de pedagogismo de los años 70 y 80, cuando la cachiporra fue proscrita de los escenarios? Haber cumplido cien años parece otorgarles licencia para retomar el hilo que dejaron entonces, aunque en realidad nunca lo dejaron del todo, pues la familia siguió trabajando desde el silencio de los bolos de oficio. Regresan ahora con homenajes y reconocimientos, y con un elenco de títeres que constituye una de las mayores y más impactantes colecciones de marionetas vivas y antiguas del país. En el Rinconcillo presentaron una muestra de su trabajo que se caracteriza por el dominio de las voces, de la difícil manipulación de unos muñecos de madera que casi llegan al kilo, y por la ingenuidad de una historia que nos habla de otras épocas y otros referentes. Un esfuerzo que el público premió con agradecidos aplausos.
Toni Rumbau –es decir, un servidor– presentó su espectaculo “A Manos Llenas” en Fuente Vaqueros para escolares, con muy buen acogimiento. Lo mismo cabe decir de la función realizada en Valderrubio, para todos los públicos, con la emoción añadido de actuar en la misma casa dónde vivó años de su adolescencia el poeta Federico García Lorca.
(Retablo de Bruno Leone)
Bruno Leone, ya antes citado, presentó dos espectáculos distintos. El primero, basado en improvisaciones, nos presentó a Pulcinella metido en un manicomio cuyo director no era otro que el psiquiatra Bin Laden. Consigue éste poner la camisa de fuerza al héroe napolitano, aunque al final y gracias a la ayuda de dos mujeres del público, es liberado y, tras no pocas peripecias, “pone orden” en el manicomio. La segunda representación mostró a un Pulcinella más clásico, aunque siempre abierto a las novedades y a la intervención del público. Fue un placer ver a Bruno convertido en un Pulcinella con su máscara y su gorro característico, meterse por entre el público, dialogar con los espectadores y cantar viejas y nuevas canciones, algunas de ellas improvisadas la noche anterior. Hizo alarde el titiritero de un estado de gracia por el que se siente con la suficiente libertad para hacer con la máscara y con el títere de Pulcinella lo que le viene en gana, sin cortapisas ni correcciones, mostrando una fidelidad exquisita al carácter entre libertario, poético, salvaje y refinado del personaje.
Finlamente, el Professor Rod Burnet nos deleitó con un espectáculo de Punch and Judy de impecable factura como suele ser habitual en su trabajo. Voces exquisitas, bromas a la española –lleva años adaptando los gags y las palabras al público español-, una dulcificación no carente del necesario salvajismo en el tratamiento acanallado del protagonista, un uso moderado de la cachiporra y de la máquina de hacer salsichas, y una manipulación precisa bien dotada de rigor británico. Su teatrillo, plantado en el escenario como si se encontrara en plena playa de Brighton, lució sus colores blanquirojos así como la acostumbrada iconografía popular del más puro estilo Punch. Un clásico siempre puesto al día.
Seríamos infieles al espíritu de esta crónica si no comentáramos la ópera “El Retablo de Maese Pedro”, representada con marionetas gigantes en una buena parte de la red de teatros de ópera de España y algunos de fuera del país a cargo de la compañía Etcétera, con dirección de Enrique Lanz. Y lo digo porque aunque no se representara en Valderrubio, sí estuvo presente en el espíritu y en las conversaciones del Rinconcillo, teniendo en cuenta además que fue en el contexto de la Tertulia del Rinconcillo dónde nació esta idea de colaboración entre Falla y Lanz, así como otras muchas para aunar títeres, música y poesía. Una puesta en escena, la de Etcétera, de las que marcan época y se quedan para ser recordadas, pues pocas veces se obtienen cotas de tanta altura, físicas y artísticas, como las alcanzadas por Enrique. Una obra que de alguna manera cierra un ciclo, el que inició su abuelo y Falla, y que sin duda inicia otro, tras haber rendido cuentas con el pasado y el nieto consigo mismo. Un ciclo en el que tanto Enrique Lanz como Yanisbel Victoria Martínez tienen tantas esperanzas como ilusiones depositadas. ¡Que la suerte les acompañe!
Más info sobre el Rinconcillo de Cristobica aquí.
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