(calle de los sastres del Zook de Trípoli) |
(lire traduction au français de cet article ici)
Trípoli es la segunda ciudad del Líbano, situada al norte cerca de la frontera con Siria. Se encuentra ubicada en una península en medio de la cual se levanta una vieja fortaleza que mira al mar y que protege al viejo barrio que se desparrama cuesta abajo en una red de callejuelas que conforman el Zook o Zoco de la ciudad. Este viejo barrio guarda todavía el sabor antiguo de las medinas medievales, con sus agrupaciones gremiales, sus khans (los hostales con un patio interior que servían para acoger a los viajeros y a los comerciantes con sus animales de carga) y sus viejos cafés. El zoco de Trípoli es el más importante sin duda de los que se conservan aún en pie –el de Beirut fue completamente destruído por la guerra. También se conservan los de Tiro y Sidón, aunque son mucho más pequeños y modestos.
Actuamos en la Fundación Safadi, un impresionante edificio creado por este político local que representa a la comunidad suní de la zona. Además de la hermosa sala de actos que sirve también de teatro, con buenas prestaciones y de inmejorable acústica, el centro acoge a varios institutos extranjeros, como el mismo Cervantes o el British, para que puedan desarrollar allí sus actividades.
Paseando por el Zook con Karim Dakroub, después de haber comido en el restaurante-pastelería Hallab de Trípoli (la pastelería más famosa del mundo árabe, conocida por el primor de sus dulces y pasteles), charlamos sobre Karagöz y el teatro de sombras. Abordamos este tema ya muy tratado sobre las causas de que en el mundo musulmán otomano prevaleciera esta forma de teatro popular, mientras en la Europa cristiana lo hiciera el teatro de títeres con la figura predominante de Polichinela. Es decir, las tres dimensones de los muñecos que se ven en el espacio frente a las dos dimensiones de la pantalla plana de las sombras. El tema tiene que ver, por supuesto, con la cuestión religiosa: mientras la religión católica acepta el “dios encarnado”, que representa la figura de Jesús, el Islam prohibe cualquier objetivización de la divinidad, la cual es inmedible y jamás puede representarse bajo forma alguna objetiva. Sólo a través de la geometría y de la abstracción del lenguaje es posible acercarse a Dios. De alguna manera, el “dios encarnado” y por lo tanto “objetivable” del Cristianismo abre las puertas a la posibilidad de medir el mundo, de intervenir en la “encarnación divina”, lo que permite a la ciencia y a la tecnología ordenar el mundo y sus ciclos. El mundo musulmán, reacio a esta objetivización, a pesar del extraordinario desarrollo que hizo de la matemática y de otros saberes tras beber drectamente de las fuentes clásicas (especialmente en la época de los Abasides y en la España del Al Andalus, que tanto influyó en el despertar renacentista europeo), se encontró finalmente rezagado, sobretodo en la época otomana, para la “gran medición del mundo” que es en definitiva la ciencia y la tecnología, desarrollando a cambio en profundidad los aspectos interiores de la subjetividad (ese gran imán que desde siempre atrajo a los europeos hacia Oriente).
(en el viejo café del Zook) |
Apuntaba Karim, entre sorbo y sorbo de café, que esa libertad de Karagöz es también la “libertad de los muertos”: según la leyenda, Karagöz y Hacivat son en realidad dos cómicos ajusticiados por el Sultán, los cuales, al ser requeridos por éste tras volver de su arrebato de ira, reaparecen convertidos en sombras gracias al ardid del visir de representarlos con dos siluetas proyectadas en una pantalla. Desde siempre que los muertos se han presentado a los humanos bajo forma de “sombras”. Y en la religión musulmana, la libertad máxima que por lo general no existe en la vida, sólo se alcanza en el paraíso, tras cruzar el umbral de la muerte. Censurar el teatro de sombras sería tanto como no respetar la “libertad de los muertos”, una blasfemia en cierto modo.
(entrada al Khan del Zook de Trípoli) |
Claro que la disposición al “tiempo subjetivo” que tiene Oriente más su profunda capacidad para la abstracción, encuentra en las actuales matemáticas de la complejidad y del caos una sincronía que en cierta forma empieza a dar sus resultados. No en vano es ahora, en plena y súbita emergencia de la complejidad a escala mundial, cuando este modelo teocrático de las dictaduras empieza a resquebrajarse. No porque haya cambios en el modelo religioso –el Islam sigue siendo lo que es, con sus muchas diferencias interiores, por supuesto–, sino por el cansancio de las poblaciones que empiezan a estar hartas de “tanta libertad interior” para tan poca en lo exterior. Hoy el mundo, con sus múltplies revoluciones sociales y tecnocientíficas, está entrando en un estado de multidimensionalidad que hace que las personas sensibles a los tiempos actuales requieran espacios más amplios y complejos en los que vivir. Y los vientos que soplan son tan fuertes, que las necesidades y los movimientos de los pueblos se están llevando a los dictadores uno tras otro. Un proceso, desde luego, que se prevé tan largo y tortuoso como sangriento y doloroso está siendo.
En el taller que haré el próximo sábado en el Teatro Tournesol de Beirut vamos a tratar los dos lenguajes juntos: títeres y sombras. El mundo exterior de tres dimensiones combinado con el mundo interior de las sombras. Es decir, añadir a las tres dimensiones de los títeres y de los objetos, la dimensión interior subjetiva del mundo de las sombras. Eso es tanto como pretender cuadrar el círculo, pues la objetivización racional de lo mesurable en tres dimensiones para nada acepta la subjetividad, es decir, una nueva dimensión interior que no se deja medir de un modo claro y regular. Sin embargo, y cómo ya he visto en otros talleres realizados, la tentación a quedarse dentro de las sombras será grande, pues cuando uno descubre esos espacios interiores del teatro de sombras, suele regodearse en ellos, hipnotizado por sus metamorfosis mórficas. Creo que estas reflexiones desarrolladas con Karim Dakroub pueden ser útiles para salir de lo subjetivo y entrar en la previsibilidad figurativa de los objetos, y viceversa. Así al menos lo pensamos ambos, al salir del café y cruzar el laberinto del Zook para dirigirnos al teatro dónde en dos horas teníamos nuestra cita con el público de Trípoli.
(Edificio de la Fundación Safidi) |
No hay comentarios:
Publicar un comentario