domingo, 12 de octubre de 2014

Gioppino en Bérgamo: Museo de la Carpintería Tino Sana, Asociación ‘Ol Giopí de Sanga”, Fabrizio Dettamanti, Pietro Roncelli, Walter Broggini y el restaurante de la familia de Bigio Milesi



Continúo mi relato sobre la recién efectuada visita a Bérgamo, en pos de Gioppino, este personaje ochocentista del teatro de títeres popular de la región, tan estrafalario como poco conocido en Europa. 

Gioppino. Museo del Falegname Tino Sana.
El programa de mi tercer día de viaje empezó muy temprano por la mañana. A las nueve vino a buscarme Bruno Ghislandi en su coche para llevarme al Museo del Falegname Tino Sana, situado en la localidad de Almenno San Bartolomeo, en el ya conocido Valle de Brembana donde la tradición sitúa el nacimiento de Arlequino. 

Bicicletas antiguas. Museo del Falegname Tino Sana.
La palabra italiana falegname significa en español ‘carpintero’, de modo que el Museo versaba en efecto sobre el mundo de la carpintería. Su creador, Tino Sana, es uno de los mayores carpinteros de la región, con unas instalaciones situadas junto al museo donde se fabrican desde muebles, barcos y utensilios de todo tipo, hasta bicicletas de madera. Hombre práctico, procedente de una familia de carpinteros, y a su vez un gran coleccionista y amante de las artes, especialmente de todo lo que tiene que ver con la madera, el señor Tino Sana fue muy consciente en su día de hasta qué punto los siglos XX y XXI habían cambiado el mundo de la carpintería. Y para preservar lo que había conocido de niño en su taller familiar, creó este museo consagrado a la arqueología del trabajo de la madera. 

Taller de Enrico Manzoni. Museo del Falegname Tino Sana.
Había organizado Ghislandi un encuentro de titiriteros para efectuar juntos la visita del museo. ¡Y cuál fue mi sorpresa al encontrar en la entrada a tres personas disfrazadas de Gioppinos y a una de Brighella, con el títere de los tres bocios en las manos! 

Los miembros de la Asociación "Ol Giopí de Sanga" vestidos de Gioppino, Margi y de Brighella.
Eran los miembros de la Asociación Cultural “Ol Giopí de Sanga”, llegados de Zanica, lugar histórico del nacimiento de Gioppino, quienes tienen por misión conservar la memoria del personaje. Con ellos estaba también el escritor y director de teatro Fabrizio Dettamanti –autor del libro “Gioppino. Scarpe grosse cervello fino”, un clásico en la divulgación del personaje editado por L’Impronta Editoriale en 1999–, y el video artista y cineasta Walter Previtali, muy relacionado también con el mundo de los títeres y de Gioppino. No tardaron en sumarse al grupo dos afamados titiriteros: Pietro Roncelli –un veterano practicante del Gioppino, encargado de las funciones regulares del Museo– y Walter Broggini, de Albizzate, otro de los titiriteros más interesantes del norte de Italia, de la región de Varese, creador del personaje de Pirù, un héroe popular de nueva factura que pudimos ver en las exposiciones de Tolosa y de Lisboa de Rutas de Polichinela.

Pirú, de Walter Broggini. Museu da Marioneta de Lisboa. Exposición Rotas de Polichinelo.
¿Qué puedo decir de aquel maravilloso encuentro, de personas todas ellas buenas amantes de la tradición y especialmente de Giopì –así llaman a Gioppino en la zona–, con las que visitamos el hermoso museo? Un museo, el del Falegname, absolutamente único en su género. 

Bicicleta de madera. Obra de Tino Sana.
Ocupa un edificio moderno construido para tal fin y organizado en tres bloques. En la planta inferior, se muestran las grandes piezas antiguas de carpintería: una gigantesca prensa para la uva, toneles, varias barcas propias de los lagos alpinos, maquinaria antigua para todo tipo de cometidos, carruajes de madera y herramientas del campo. Es quizás en la planta media donde se encuentra la parte más interesante y arqueológica del museo: distintos talleres antiguos pertenecientes a familias importantes de carpinteros de Bérgamo se muestran completos, uno al lado del otro, mostrando la variedad de sus herramientas y las disposiciones en el espacio de cada taller. Uno de ellos es el del escultor Enrico Manzoni, llamado il "Rissolì", quien también fue titiritero y afamado constructor de títeres de la tradición bergamasca. 


El escultor Enrico manzoni con Gioppino. Museo del Falegname Tino Sana.
El tercer piso muestra las joyas de la corona: las colecciones de bicicletas de todo tipo que el señor Tino Sana ha recopilado a lo largo de su vida (una sección extraordinaria desde el punto de vista antropológico de los oficios), un antiguo avión con hélice de madera, y la sala de los títeres. 

Títere del Museo Tino Sana.
Y es que una parte importante del Museo está dedicada a las figuras de madera de la tradición titiritera local, pensando en las visitas escolares y en las familias que acuden al museo. Junto a amplias vitrinas repletas de títeres, algunos del escultor Manzoni, hay también un retablo desde donde se suele actuar para una cincuentena de personas, que pueden sentarse en unos bancos frente al teatrillo. Pietro Roncelli –el titiritero que suele actuar allí–nos había preparado una pequeña función en honor nuestro, un definitivo broche de oro de la visita. 

Gioppino y Brighella. Títeres de Pietro Roncelli.
El Gioppino de Pietro Roncelli.
Pude así ver a Gioppino en acción junto a Brighella, interpretados con clásica maestría por el señor Roncelli. Las voces sonaban nítidas y elegantes, con flexiones que nos indicaban a la perfección los rasgos psicológicos de cada personaje. Imprescindible el uso del dialecto bergamasco, para los riquísimos juegos de palabras con el que se recreaba el titiritero, y que hacía partir de risa a los asistentes. 

Pietro Roncelli en plena acción.
Al acabar la función, todavía nos deleitó Pietro Roncelli con una demostración a la vista de su juego con los títeres, en la que Gioppino dialogaba con el tartamudo Tartaglia. El humor, la modestia, la elegancia y el gran oficio del señor Roncelli nos maravilló a todos, especialmente a mí, que era la primera vez que lo veía actuar. 

Pietro Roncelli con Gioppino y Tartaglia.
Después de la sesión de títeres, todavía estuvimos un rato largo en el museo charlando sobre la tradición, sobre el momento de los títeres en el norte de Italia y sobre otros temas titiriteros o simplemente alejados de nuestra profesión. 

Pietro Roncelli y Walter Broggini, en el Museo Tino Sana.
Comida en el restaurante de la familia de Bigio Milesi en San Pellegrino Terme

La jornada continuó en la pastelería, hotel y restaurante que la familia del histórico titiritero Bigio Milesi tiene en la localidad de San Pellegrino Terme, allí donde se envasa la famosa agua mineral que lleva este nombre. Un lugar que tuvo sus años gloriosos en la época de los grandes balnearios, como todavía se puede apreciar en algunos viejos edificios, como el Casino, o el Gran Hotel, inmenso y majestuoso aunque hoy abandonado. 

El Casino de San Pellegrino Terme.
Nos recibió la hija del señor Milesi así como su sobrino. Comprendí entonces la peculiaridad del lugar: en la amplia tienda de pastelería que también es hermoso café, se pueden ver en unas vitrinas los títeres más relevantes de la colección Milesi, verdaderas joyas –algunas del escultor Manzoni– tres de las cuales estuvieron en las exposiciones de Tolosa y Lisboa (uno de los motivos de nuestra visita era devolver los títeres que Bruno Ghislandi había recibido del Museu da Marioneta de Lisboa). Son títeres de grandes cabezas de talla de madera, de unas dimensiones extraordinarias si las comparamos con los guaratelle del sur de Italia.  

Bergnocola. Colección de Bigio Milesi.
Totó. Colección de Bigio Milesi.
Ocupamos una mesa y el dios Baco, en su faceta más dichosa y amable, nos visitó de inmediato con los generosos néctares de la región –el vino tinto local es realmente bueno–, propiciando el sano relajo que tanto favorece la comunicación. 

GianMaria Salvetti, con un Gioppino de su construcción.
Me enteré así de los trabajos de la Asociación “Ol Giopì de Sanga”, El Gioppino de Zanica escrito en el dialecto bergamasco, empeñada en dar a conocer al mundo entero la figura del héroe de los tres bocios. Para ello ha desarrollado interesantes proyectos de “marchendising”, entre los que hay que destacar la publicación de una serie de hermosas postales sobre el personaje, obra de GianMaria Salvetti –uno de los disfrazados de Giuppino que vino al Museo y a la comida–, un vino de la zona llamado Trigos cuya imagen publicitaria es la figura de Gioppino –me regalaron una botella que nos bebimos Luca Valentino y yo en Torino–, y una compañía de títeres que busca hacerse con su propio repertorio. 


Uno de los proyectos estrella realizados en la región sobre la figura de Gioppino ha sido la producción del espectáculo musical “La càrica di Méla e ü” que en italiano significa: “La carica delle Mille e Uno” (la Carga de los Mil y Uno), referencia a la hazaña de Giuseppe Garibaldi en la época del Risorgimento, y que explica la rápida victoria de los garibaldinos, con la indispensable ayuda de las tres máscaras de la ciudad –Gioppino, Arlequino y Brighella–, que propició la rápida liberación de Bérgamo de los austríacos. 

Imagen de "La càrica di Méla e ü".
Un proyecto que partió de una idea de Bruno Ghislandi, de la Fundación Benedetto Ravasio, de la Universidad Degli Estudi di Bergamo y de la Compagnia Stabile ‘Il Teatro del Gioppino’. Realizado bajo la dirección artística de Luciano Vezzali, la obra fue dirigida por Fabrizio Dettamanti –autor del texto, de las canciones y de la música junto a Luciano Vezzali)– y con la participación de Pietro Roncelli. Lo más interesante de la propuesta –de la que existe un magnífico vídeo con un exhaustivo reportaje sobre la misma– es que junta la acción teatral de los actores con la de los títeres, en una fusión muy lograda gracias a la seguridad del Maestro Roncelli y a una codirección escénica general a cargo del mismo autor, Fabrizio Dettamanti, de Luciano Mastellari y de Bruno Ghislandi.


Foto de familia en el comedor.
Fabrizio Dettamanti me regaló su libro, el ya antes citado “Gioppino, scarpe grosse cervello fino”, pensado para iniciar al gran público y a los niños en la figura de Gioppino. Indispensable traducir el título, pues da una idea muy nítida del personaje: ‘grandes zapatos, cerebro fino’, es decir, bajo la imagen ruda, simplona y algo zarrapastrosa de Gioppino, se esconde su gran finura en el pensar y en el juicio. 

Los tres bocios de Gioppino.

Me gustaría aquí retomar el tema del personaje para indicar hasta qué punto Gioppino encarna una de las esencias bergamascas por excelencia, que durante tanto tiempo fue representada por el gremio de los ‘camalli’, los descargadores de los muelles de Venecia y Génova, que eran todos de Bérgamo. Tal era su fama de incansables y honrados trabajadores, que muchas mujeres de Génova venían a parir a Bérgamo para que sus hijos tuvieran opciones de pertenecer algún día a los ‘camalli’. Grandes y rudos trabajadores, con fama de ser tan honrados como juiciosos. 

Respecto a los tres gofios, el gran misterio icónico del personaje, vale la pena citar a otro personaje histórico de Bérgamo, Bartolomeo Colleoni (1395-1475), muy importante en la historia de la ciudad, un gran condotiero del siglo XV al servicio intermitentemente de Venecia, Milán y de nuevo Venecia –Bérgamo estuvo siempre disputada entre Milán y Venecia, aunque fue la Serenísima la vencedora–, cuyo escudo de armas eran tres testículos. Vean la imagen.

Escudo de armas de Bartolomeo Colleoni. Tocarlo con la mano trae suerte, según se cree en Bérgamo.
Si tenemos en cuenta que Bartolomeo Colleoni fue una figura con una gran influencia en Bérgamo –su sepultura ocupa una hermosa capilla en el centro de la ciudad; según cuenta la leyenda sufría de esta rara enfermedad llamada poliorquidismo, por la que se tienen más de dos testículos–, se entiende que haya personas que asocien los tres bocios de Gioppino a los tres testículos del blasón de los Colleoni. Sería como decir: este Gioppino tiene sus tres ‘coglioni’ tan bien puestos, que los lleva a la vista y subidos al cuello… Una explicación que jamás será la definitiva ni la canónica, por supuesto, pero que ayuda a entender al personaje y a su contexto. 

Fin de la jornada en casa de Bruno Ghislandi

El intenso día acabó en casa de Ghislandi, cuando fuimos en compañía de Walter Broggini a tomar un último café para intercambiar ideas y proyectos. Supe así de sus actividades especialmente en la localidad de Cordenons (provincia de Pordenone, en la región Friuli-Venezia Giulia), donde proyecta realizar una serie de exposiciones de gran interés y calado. Decidimos seguir en contacto y quizás colaborar en nuestros respectivos futuros proyectos. 

Una visita, la de Bérgamo, que realmente cundió y que espera una segunda vuelta para poder paladear los distintos manjares probados sin las prisas del calendario.  

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