Continúo mi relato sobre la recién efectuada visita a
Bérgamo, en pos de Gioppino, este personaje ochocentista del teatro de títeres
popular de la región, tan estrafalario como poco conocido en Europa.
Gioppino. Museo del Falegname Tino Sana. |
El programa de mi tercer día de viaje empezó muy temprano
por la mañana. A las nueve vino a buscarme Bruno Ghislandi en su coche para
llevarme al Museo del Falegname Tino Sana, situado en la localidad de Almenno
San Bartolomeo, en el ya conocido Valle de Brembana donde la tradición sitúa el
nacimiento de Arlequino.
Bicicletas antiguas. Museo del Falegname Tino Sana. |
La palabra italiana falegname
significa en español ‘carpintero’, de modo que el Museo versaba en efecto sobre
el mundo de la carpintería. Su creador, Tino Sana, es uno de los mayores
carpinteros de la región, con unas instalaciones situadas junto al museo donde
se fabrican desde muebles, barcos y utensilios de todo tipo, hasta bicicletas
de madera. Hombre práctico, procedente de una familia de carpinteros, y a su
vez un gran coleccionista y amante de las artes, especialmente de todo lo que
tiene que ver con la madera, el señor Tino Sana fue muy consciente en su día de
hasta qué punto los siglos XX y XXI habían cambiado el mundo de la carpintería.
Y para preservar lo que había conocido de niño en su taller familiar, creó este
museo consagrado a la arqueología del trabajo de la madera.
Taller de Enrico Manzoni. Museo del Falegname Tino Sana. |
Había organizado Ghislandi un encuentro de titiriteros para
efectuar juntos la visita del museo. ¡Y cuál fue mi sorpresa al encontrar en la
entrada a tres personas disfrazadas de Gioppinos y a una de Brighella, con el
títere de los tres bocios en las manos!
Los miembros de la Asociación "Ol Giopí de Sanga" vestidos de Gioppino, Margi y de Brighella. |
Eran los miembros de la Asociación Cultural “Ol Giopí de
Sanga”, llegados de Zanica, lugar histórico del nacimiento de Gioppino, quienes
tienen por misión conservar la memoria del personaje. Con ellos estaba también
el escritor y director de teatro Fabrizio Dettamanti –autor del libro “Gioppino.
Scarpe grosse cervello fino”, un clásico en la divulgación del personaje editado
por L’Impronta Editoriale en 1999–, y el video artista y cineasta Walter Previtali,
muy relacionado también con el mundo de los títeres y de Gioppino. No tardaron
en sumarse al grupo dos afamados titiriteros: Pietro Roncelli –un veterano
practicante del Gioppino, encargado de las funciones regulares del Museo– y
Walter Broggini, de Albizzate, otro de los titiriteros más interesantes del
norte de Italia, de la región de Varese, creador del personaje de Pirù, un
héroe popular de nueva factura que pudimos ver en las exposiciones de Tolosa y de
Lisboa de Rutas de Polichinela.
Pirú, de Walter Broggini. Museu da Marioneta de Lisboa. Exposición Rotas de Polichinelo. |
¿Qué puedo decir de aquel maravilloso encuentro, de personas
todas ellas buenas amantes de la tradición y especialmente de Giopì –así llaman
a Gioppino en la zona–, con las que visitamos el hermoso museo? Un museo, el del
Falegname, absolutamente único en su género.
Bicicleta de madera. Obra de Tino Sana. |
Ocupa un edificio moderno construido para tal fin y
organizado en tres bloques. En la planta inferior, se muestran las grandes
piezas antiguas de carpintería: una gigantesca prensa para la uva, toneles, varias
barcas propias de los lagos alpinos, maquinaria antigua para todo tipo de
cometidos, carruajes de madera y herramientas del campo. Es quizás en la planta
media donde se encuentra la parte más interesante y arqueológica del museo:
distintos talleres antiguos pertenecientes a familias importantes de
carpinteros de Bérgamo se muestran completos, uno al lado del otro, mostrando
la variedad de sus herramientas y las disposiciones en el espacio de cada
taller. Uno de ellos es el del escultor Enrico Manzoni, llamado il "Rissolì", quien también fue
titiritero y afamado constructor de títeres de la tradición bergamasca.
El escultor Enrico manzoni con Gioppino. Museo del Falegname Tino Sana. |
El tercer piso muestra las joyas de la corona: las
colecciones de bicicletas de todo tipo que el señor Tino Sana ha recopilado a
lo largo de su vida (una sección extraordinaria desde el punto de vista
antropológico de los oficios), un antiguo avión con hélice de madera, y la sala
de los títeres.
Títere del Museo Tino Sana. |
Y es que una parte importante del Museo está dedicada
a las figuras de madera de la tradición titiritera local, pensando en las
visitas escolares y en las familias que acuden al museo. Junto a amplias
vitrinas repletas de títeres, algunos del escultor Manzoni, hay también un
retablo desde donde se suele actuar para una cincuentena de personas, que
pueden sentarse en unos bancos frente al teatrillo. Pietro Roncelli –el titiritero
que suele actuar allí–nos había preparado una pequeña función en honor nuestro,
un definitivo broche de oro de la visita.
Gioppino y Brighella. Títeres de Pietro Roncelli. |
El Gioppino de Pietro Roncelli. |
Pude así ver a Gioppino en acción junto a Brighella, interpretados
con clásica maestría por el señor Roncelli. Las voces sonaban nítidas y elegantes,
con flexiones que nos indicaban a la perfección los rasgos psicológicos de cada
personaje. Imprescindible el uso del dialecto bergamasco, para los riquísimos
juegos de palabras con el que se recreaba el titiritero, y que hacía partir de
risa a los asistentes.
Pietro Roncelli en plena acción. |
Al acabar la función, todavía nos deleitó Pietro
Roncelli con una demostración a la vista de su juego con los títeres, en la que
Gioppino dialogaba con el tartamudo Tartaglia. El humor, la modestia, la
elegancia y el gran oficio del señor Roncelli nos maravilló a todos,
especialmente a mí, que era la primera vez que lo veía actuar.
Pietro Roncelli con Gioppino y Tartaglia. |
Después de la sesión de títeres, todavía estuvimos un
rato largo en el museo charlando sobre la tradición, sobre el momento de los
títeres en el norte de Italia y sobre otros temas titiriteros o simplemente alejados
de nuestra profesión.
Pietro Roncelli y Walter Broggini, en el Museo Tino Sana. |
Comida
en el restaurante de la familia de Bigio Milesi en San Pellegrino Terme
La jornada continuó en la pastelería, hotel y restaurante
que la familia del histórico titiritero Bigio Milesi tiene en la localidad de
San Pellegrino Terme, allí donde se envasa la famosa agua mineral que lleva
este nombre. Un lugar que tuvo sus años gloriosos en la época de los grandes
balnearios, como todavía se puede apreciar en algunos viejos edificios, como el
Casino, o el Gran Hotel, inmenso y majestuoso aunque hoy abandonado.
El Casino de San Pellegrino Terme. |
Nos recibió la hija del señor Milesi así como su sobrino.
Comprendí entonces la peculiaridad del lugar: en la amplia tienda de pastelería
que también es hermoso café, se pueden ver en unas vitrinas los títeres más
relevantes de la colección Milesi, verdaderas joyas –algunas del escultor Manzoni–
tres de las cuales estuvieron en las exposiciones de Tolosa y Lisboa (uno de
los motivos de nuestra visita era devolver los títeres que Bruno Ghislandi había
recibido del Museu da Marioneta de Lisboa). Son títeres de grandes cabezas de
talla de madera, de unas dimensiones extraordinarias si las comparamos con los guaratelle del sur de Italia.
Bergnocola. Colección de Bigio Milesi. |
Totó. Colección de Bigio Milesi. |
Ocupamos una mesa y el dios Baco, en su faceta más dichosa y
amable, nos visitó de inmediato con los generosos néctares de la región –el vino
tinto local es realmente bueno–, propiciando el sano relajo que tanto favorece
la comunicación.
GianMaria Salvetti, con un Gioppino de su construcción. |
Me enteré así de los trabajos de la Asociación “Ol Giopì de
Sanga”, El Gioppino de Zanica escrito en el dialecto bergamasco, empeñada en dar
a conocer al mundo entero la figura del héroe de los tres bocios. Para ello ha
desarrollado interesantes proyectos de “marchendising”, entre los que hay que
destacar la publicación de una serie de hermosas postales sobre el personaje, obra
de GianMaria Salvetti –uno de los disfrazados de Giuppino que vino al Museo y a
la comida–, un vino de la zona llamado Trigos cuya imagen publicitaria es la
figura de Gioppino –me regalaron una botella que nos bebimos Luca Valentino y
yo en Torino–, y una compañía de títeres que busca hacerse con su propio
repertorio.
Uno de los proyectos estrella realizados en la región sobre la figura de Gioppino ha sido la producción del
espectáculo musical “La càrica di Méla e ü” que en italiano significa: “La
carica delle Mille e Uno” (la Carga de los Mil y Uno), referencia a la hazaña de
Giuseppe Garibaldi en la época del Risorgimento, y que explica la rápida
victoria de los garibaldinos, con la indispensable ayuda de las tres máscaras
de la ciudad –Gioppino, Arlequino y Brighella–, que propició la rápida liberación
de Bérgamo de los austríacos.
Imagen de "La càrica di Méla e ü". |
Foto de familia en el comedor. |
Fabrizio Dettamanti me regaló su libro, el ya antes citado “Gioppino,
scarpe grosse cervello fino”, pensado para iniciar al gran público y a los
niños en la figura de Gioppino. Indispensable traducir el título, pues da una
idea muy nítida del personaje: ‘grandes zapatos, cerebro fino’, es decir, bajo
la imagen ruda, simplona y algo zarrapastrosa de Gioppino, se esconde su gran finura
en el pensar y en el juicio.
Los tres bocios de
Gioppino.
Me gustaría aquí retomar el tema del personaje para indicar
hasta qué punto Gioppino encarna una de las esencias bergamascas por
excelencia, que durante tanto tiempo fue representada por el gremio de los ‘camalli’,
los descargadores de los muelles de Venecia y Génova, que eran todos de
Bérgamo. Tal era su fama de incansables y honrados trabajadores, que muchas mujeres
de Génova venían a parir a Bérgamo para que sus hijos tuvieran opciones de pertenecer
algún día a los ‘camalli’. Grandes y rudos trabajadores, con fama de ser tan honrados
como juiciosos.
Respecto a los tres gofios, el gran misterio icónico del
personaje, vale la pena citar a otro personaje histórico de Bérgamo, Bartolomeo
Colleoni (1395-1475), muy importante en la historia de la ciudad, un gran
condotiero del siglo XV al servicio intermitentemente de Venecia, Milán y de
nuevo Venecia –Bérgamo estuvo siempre disputada entre Milán y Venecia, aunque
fue la Serenísima la vencedora–, cuyo escudo de armas eran tres testículos.
Vean la imagen.
Escudo de armas de Bartolomeo Colleoni. Tocarlo con la mano trae suerte, según se cree en Bérgamo. |
Si tenemos en cuenta que Bartolomeo Colleoni fue una figura
con una gran influencia en Bérgamo –su sepultura ocupa una hermosa capilla en
el centro de la ciudad; según cuenta la leyenda sufría de esta rara enfermedad
llamada poliorquidismo, por la que se tienen más de dos testículos–, se
entiende que haya personas que asocien los tres bocios de Gioppino a los tres
testículos del blasón de los Colleoni. Sería como decir: este Gioppino tiene sus
tres ‘coglioni’ tan bien puestos, que los lleva a la vista y subidos al cuello…
Una explicación que jamás será la definitiva ni la canónica, por supuesto, pero
que ayuda a entender al personaje y a su contexto.
Fin de la jornada en
casa de Bruno Ghislandi
El intenso día acabó en casa de Ghislandi, cuando fuimos en
compañía de Walter Broggini a tomar un último café para intercambiar ideas y
proyectos. Supe así de sus actividades especialmente en la localidad de Cordenons (provincia de Pordenone, en la región Friuli-Venezia Giulia), donde proyecta realizar una serie de exposiciones de gran interés y
calado. Decidimos seguir en contacto y quizás colaborar en nuestros respectivos
futuros proyectos.
Una visita, la de Bérgamo, que realmente cundió y que espera
una segunda vuelta para poder paladear los distintos manjares probados sin las prisas
del calendario.
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