Este artículo está destinado a los que sienten debilidad e interés por el
mundo de los objetos, y gustan escuchar sus relatos secretos, muchas veces
crípticos. Y es que viajando por Europa, no son pocos los lugares donde es
posible satisfacer estas apetencias particulares –que tanta relación tiene con
el mundo de los títeres–, aunque por lo general son lugares que suelen pasar
desapercibidos, ocultos a la mirada de los visitantes.
Museo Cerralbo de Madrid |
Es lo que pasa con el Museo Marés de Barcelona, uno de los más interesantes
de la ciudad y que inexplicablemente, es de los menos visitados, o con el
maravilloso Museo Cerralbo de Madrid, por no hablar de la meca de este tipo de
lugares, el Museo de la Inocencia de Orhan Pamuk en Estambul, en el que el
interés y la atención hacia los objetos se hace consciente y explícito, al ser
el fin último del edificio que ocupa. Nos fijaremos hoy en el Museo de la
Farmacia de Lisboa, que he tenido la oportunidad de ver estos días de estancia
en la ciudad, con todo el espacio museístico prácticamente para mí solo durante
la hora y pico que me entretuve en él.
Museo de la Farmacia de Lisboa |
Debo decir antes que nada que nos encontramos ante un museo muy especial:
no sólo porque ha recibido cantidad de premios (el Premio al Mejor Museo
Portugués en 1997, Nominado para el Mejor Museo Europeo en 2004, y otros) sino
porque constituye un ejemplo ideal para entender y apreciar esta
sensibilidad tan peculiar que impera hoy en muchos lugares de Lisboa, que se
aplica tanto en proyectos de nuevos tiendas o negocios, como en la restauración
de viejos espacios degradados, abandonados u obsoletos. Una sensibilidad que
busca respetar el espíritu de cada lugar, con una delicadeza y un gusto que
sólo se me ocurre explicar por una inteligente visión estratégica de futuro de
gran clarividencia. Algo que no veo en otros lugares de la Península –en
Barcelona se restaura con gusto, eso es cierto, y con visión estratégica de
futuro, pero más a la “brocha gorda”, pues los capitales allí tienen prisa y
van al grano, al estar la ciudad tan metida en el candelero del negocio
turístico. En Lisboa ocurre un poco lo mismo pero con un tiempo retardado, más
lento, el propio de una ciudad que se sabe situada en el “finisterre” urbano de
Europa. Es como si la mirada que los lugareños tienen hacia sus espacios más
emblemáticos fuera más atenta por disponer de más tiempo para verlo y recrearlo
en su imaginación.
Hospital de Bonecas de Lisboa |
Hay que dar ejemplos para entender lo que digo. Para empezar, el Hospital
de Bonecas que se encuentra en la Plaza Figueira sigue siendo un lugar único
que mantiene una vitalidad envidiable y al que se puede acudir para
cualquier emergencia de muñecos con necesidad de ayuda, amputación o
reparación. Aquí no ha sido necesaria renovación alguna: la inteligencia
estratégica de la familia que lo lleva es absolutamente admirable (vean artículo sobre el Hospital de Bonecas en Titeresante aquí).
Imágenes del Hospital de Bonecas de Lisboa |
Pero volviendo al tema de las novedades, uno de los más claros ejemplos es
la transformación que ha tenido lugar en algunos de los antros del Cais de Sodré, una zona
bastante degradada dedicada antiguamente al negocio del amor patibulario y a la
prostitución más descarnada, y que hoy se está transformando en uno de los más "chics" e interesantes rincones urbanos de Lisboa.
Escaleras de entrada a la Pensao Amor, en Cais de Sodré |
La Pensión Amor ocupa un antiguo burdel, convertido hoy en un elegante
salón-bar que ha respetado mucho de los que había antiguamente, como los
colores de las paredes o los tonos tórridos y canallas de la escalera, y sobre
todo, la temática del “amor” y del “erotismo”, que se mantiene como letmotiv del
negocio –con una pequeña librería dedicada al tema–, pero tratado desde el buen
gusto y un refinado diseño. En este sentido, la combinación entre lo
arrabalesco que se respira aún en las gastadas paredes y la nueva sensibilidad
de exquisito diseño, es de un enorme atractivo, y la prueba es el éxito que
tiene el lugar, con llenos absolutos los fines de semana de gente de todas las
edades y condiciones, sin que falten los de alto poder adquisitivo.
Otro tanto ocurre con una tienda de Ultramarinos del mismo Cais de Sodré,
dedicada al comercio de latas de conserva, convertida hoy en un bar en el que
se sirven tapas con los ingredientes de lo que antes de vendía allí, y que ha
mantenido la misma decoración característica de estos lugares, con sus
estanterías repletas de latas que resultan tan familiares a los ojos antiguos
como fascinantes a los jóvenes.
"A Vida Portuguesa" junto a la Fábrica de Cerámica Viúva Lamego, en Largo Intendente. |
Podríamos multiplicar los ejemplos, visitando por ejemplo el nuevo espacio
abierto en el Largo de Intendente, junto a la Fábrica de Cerámica Viúva
Lamego (maravilloso edificio hoy en restauración), por este negocio de
tanto éxito llamado “A Vida Portuguesa”, que ha adquirido tanta buena fama por
sus sofisticados productos de la primera mitad del siglo XX, pero puestos al
día respetando los viejos sabores, colores y diseños. O la antigua
panadería situada en un edificio del siglo XVII o XVIII, en pleno Bairro Alto,
hoy convertida en un bar de copas con unos magníficos sofás situados justo
enfrente de la boca del horno.
Lugar donde se encontraba el antiguo Café Palladium. |
Es cierto que la mayoría de los cafés más emblemáticos y hermosos de la
Lisboa “antigua y señorial” ya no existen (como los añorados Café de Lisboa o
el magnífico Palladium, pequeño templo Art Deco, y tantos otros) y que los
pocos que restan son pasto de la hambruna turística, como el Brasileira al que
es casi imposible sentarse para tomar tranquilamente un café, pero es como si
los lisboetas, entrados ya en el siglo XXI, y tras comprender muy bien lo que
han perdido, hubieran decidido recuperar el pasado con intervenciones nuevas y
de sofisticado diseño, revalorizando productos, estilos y realidades
consideradas obsoletas por la generación anterior.
Interior de una farmacia de época. |
El Museo de la Farmacia es fruto de este tipo de sensibilidad nueva.
Podrían haber recopilado los mismos objetos, utensilios, muebles, jarras y
carteles, y haberlo puesto todo en un orden más o menos aceptable y visible,
sin que nadie les hubiera reprochado nada. Sin embargo, se optó por la solución
más difícil y creativa: componer con lo obtenido y conservado verdaderas
farmacias de época, de impactante belleza. Cada espacio tiene una preciosa
unidad en sí y todos ellos constituyen verdaderas composiciones de arte expositivo
de los objetos puestos en escena.
Leyendo el programa, vemos que en realidad se han reproducido algunas
antiguas farmacias con estricta fidelidad al original. Incluso se muestra una
vieja farmacia china de Macao, un alarde precioso de reconstrucción que retrata
con gran verdad y acierto el ambiente de lo que deberían ser estas
boticas en la antigua colonia portuguesa.
Adjuntamos algunas imágenes sacadas durante la visita, que ilustran lo que
queremos indicar. Vean sobre todo la buena composición de los objetos, capaces
de recrear los mundos que se pretenden explicar y reproducir.
Pero el Museo no se queda sólo con sus salas dedicadas a la historia de la
Farmacia. Ubicado en un hermoso palacete frente al Mirador de Santa Catarina,
dispone en su parte más noble con vistas al Tajo, de un restaurante en cuya
decoración se ha seguido con una gracia extraordinaria el hilo temático del
lugar: todo envuelto con objetos, estanterías, mesas, recipientes y otros
utensilios propios del mundo de la farmacia y de la atención clínica de otras
épocas, de modo que una vez visitado el Museo, puedes seguir gozando de lo
visto comiendo en una sala donde todo lo que te rodea hace referencia al mundo
farmacéutico.
Imágenes del Restaurante del Museo de la Farmacia. |
Quizás una pesadilla para algunos, pero en todo caso una muestra de
originalidad y de diseño exquisito y francamente atractivo.
Como decía al principio, un alarde de sensibilidad refinada con el que la
Lisboa de hoy en día se distingue en el concierto de las ciudades europeas de
interés estético, objetual y polichinesco.
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