martes, 26 de febrero de 2013

Las diferentes caras de Kasperl

Kasperl de guante. Staddtmuseum de Múnich.
Acabado de llegar a Lübeck, tras los intensos días polichinescos vividos primero en Múnich y luego en Halle, esta ciudad de la Sajonia-Anhalt, me siguen rondando por la cabeza algunas cuestiones intrigantes sobre la temática de Kasperl, a saber: ¿a qué se debe la extraordinaria variedad de tipos y rostros que nos presenta el polichinela alemán? Bueno, intrigante pero a su vez lógico, dada la gran fragmentación social y política que históricamente ha conformado el mundo germano.

Claro que los tiempos cambiaron en el siglo XX y la emergencia nacional prusiana creó el espejismo de una gran unificación. ¿Es eso así en la actualidad? Yo más bien diría que no. El llamado "Milagro Alemán", un fenómeno a todas luces insólito y que no se explica sólo por las inversiones del Plan Marshall, tuvo su base de partida en un estado federal que otorgaba de nuevo a los territorios históricos un gran poder con categoría constitucional de sujetos políticos plenamente autónomos.

Si añadimos este atomismo a la división Este/Oeste, que en la reunificación de 1990 no acabó de desaparecer, sino que se sumó a la reorganización de la RDA en sus históricos Lands, nos encontramos con una realidad de sorprendente fragmentación que conecta la actual Alemania con aquel fecundo y rico, especialmente en su primera y última etapa, conglomerado de reinos y pequeños ducados independientes aunque unidos por el Sacro Imperio Romano Germánico (el Sacrum Romanum Imperium) que duró hasta 1806, y que las guerras religiosas todavía atomizaron más.

Por lo tanto, podríamos decir que tanto el llamado Milagro Alemán como su actual poderío económico se han sustentado y se sustentan en realidades de gran atomización política y social, lo que explica también esta profusión de Kasperls diferentes que nos llegan de la Historia, pero que parecen reafirmarse en un momento como el actual, en el que la temática titiritera parece resurgir de unas cenizas que nunca acabaron de apagarse del todo.


Imágenes de las marionetas checas del Museo de Moravia de Brno.

Quizás sorprenda a alguien oirnos hablar de Kasperl cuando lo que hoy se lleva es el teatro de objetos, la robótica y los lenguajes visuales de las imágenes reproducidas y manipuladas. Y, en parte, tiene razón de sorprenderse. Pero sólo en parte. Hay otra parte oculta que las modernidades no captan pero que se encuentra en el mismo corazón del pensamiento contemporáneo y que tiene que ver con las dualidades desdoblatorias de los títeres tradicionales de toda la vida. Eso que parece obsoleto y superado por la Historia de la Cultura, sigue sin embargo en sus trece, ejerciendo sus funciones proyectivas y desvelando a propios y extraños no pocas oscuridades de las almas humanas.

Resulta entrañable y emocionante en un alto grado constatar como la fidelidad al personaje de Kasperl ha significado, para titiriteros como Frieder Simon (ver el texto anterior publicado en este blog), una verdadera balsa de salvación útil para cruzar las décadas de Comunismo sin perder el alma por el camino. Que ahora estos esforzados titiriteros deban luchar contra las nuevas modernidades que pugnan por eliminar todo aquello que no se deja someter a la digitalización, no les resta mérito alguno. Muy al contrario, sus actitudes de resistencia creativa quedarán como modelos para las nuevas resistencias a lo digital que pronto estaremos obligados a desarrollar, cuando todos tengamos nuestros Ipods e Ipads bien metidos en el cogollo, más no pocos chips en orejas, narices y cerebros.

Pero el motivo de esta reflexión era otro: indagar sobre las dos áreas religiosas del mundo germano, el católico y el luterano, y discernir si ello tiene alguna relación con los diferentes Kasperls que se produjeron en cada zona.

Mi punto de vista es que sí. Claro que en este asunto hay que tomar todas las reservas posibles y aceptar que no existen tales regiones delimitadas con claridad, sino que las superposiciones han sido y siguen siendo lo normal. Pero sí podríamos aventurarnos a decir que el lado católico, más relajado en el tema de la representación figurativa, sin duda propició la existencia de una figuración más elaborada y detallista, tan propia del Barroco, lo que explica que en Baviera hubiera un Kasperl Larifari de marioneta de hilo y de vara en la cabeza en varias compañías, o que en la católica Bohemia la tradición predominante fuera la de las marionetas de vara, de una gran categoría figurativa, muchas de ellas realizadas por los mismos tallistas que creaban la estatuaria religiosa de las iglesias.

Kasperl. Stadtmuseum de Múnich.
En las zonas de predominio evangelista o luterano, proclives al ahorro y a la contención figurativa, se entiende que se haya impuesto una figuración más esquemática, sintética y abstracta como es la de los títeres de guante, con una tendencia natural a la expresión grotesca y a la extralimitación sintética de las formas y de los comportamientos a modo de válvulas de escape de estas sociedades reprimidas, que necesitaban desfogarse. La castración figurativa de los fundamentalismos abstractos producía estos estallidos de energía primitiva que son los Punch, Jan Klaassen, Mester Jakel o el Kasperl del títere de guante.

En las zonas católicas, el relativismo moral entre el Bien y el Mal, que el Vaticano ha encarnado con tanta maestría y naturalidad, produjo marionetas más complejas y sofisticadas, como las representaciones populares del Fausto tan bien exponían (ver el vídeo de las marionetas checas del Museo de Brno). Quizás fuera este relativismo frívolo, casi libertino y falsamente moralista de las representaciones titiriteras lo que impactó a Goethe en su juventud, impregnado como estaba por el luteranismo pietista: tal vez ansioso por cuadrar un círculo que a él no le cuadraba, escribió el Fausto.

Dos maneras diferentes de encarar la expresión: desde el barroquismo contrarreformista que se regodea en las imágenes y los decorados, o desde la abstracción sintética que busca la esencialidad. La primera expande sus atributos pero pierde fuelle expresivo. La segunda, se empobrece hasta lo imposible pero se dispara en intensidad. Dos extremos que nunca aparecen puros sino que se compensan y se seducen mútuamente, creando una variedad infinita de matices y de formas mixtas y complejas que explican esta variedad de las figuraciones titiriteras en el mundo alemán.

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