En efecto, conviene hablar de la calidad excepcional de las piezas expuestas en el Museo, un compendio de figuras de talla de madera que ilustran a la perfección el teatro que se hacía -y que se sigue haciendo con los cambios propios por la época- en la región bergamasca durante todo el Ochocientos y buena parte del Novecientos.
La otra razón es la gran cultura que siempre rezumaron las ciudades italianas, acostumbradas a ser importantes centros de arte con longevas tradiciones artesanales. En el caso de Bérgamo, su pertenencia a la República de Venecia desde 1428 hasta 1797, le permitió vivir bajo el poderoso influjo de este exuberante y rico centro de arte y de progreso.
Gioppino y el misterio de los tres bocios.
Gioppino encarna el orgullo bergamasco. Como me contaron Sergio Ravasio y Danielle Cortesi en 2014, es un personaje fuerte, juicioso, pueblerino, simple pero inteligente, satisfecho y seguro de sí mismo. Habla con el acento local y por supuesto con el dialecto bergamasco (considerado como una lengua por sus hablantes), siendo uno de sus rasgos más comunes jugar con los equívocos: doble sentido de las palabras y deducciones disparatadas, que confunden al adversario y hacen partir de risa al público.
¿De dónde vienen estos bocios? La explicación más usada es que en la región de los Alpes, en los valles que bajan al llano donde se alzan las ciudades, existió desde siempre una carencia de yodo en la alimentación, lo que explica que hubiera muchos casos de bocio endémico en la población campesina. Al caracterizar a un personaje que quería ser un genuino representante del pueblo llano, se comprende que la inventiva popular le pusiera los tres bocios.
Asociar los bocios a fuerza, energía y poderío hace inevitable que se los asociara también a la idea de tener tres testículos, como si la causa de su fuerza y vigor fuera disponer no de dos, sino de ¡tres cojones! (con perdón). Algo que encajaba, por otra parte, con el imaginario colectivo de los bergamascos: uno de sus personajes más emblemáticos, queridos y representados, el condotiero Bartolomeo Colleoni (1395-1475), al servicio intermitente de Venecia, Milán y de nuevo Venecia, tenía como escudo de armas tres vistosos testículos, pues según cuenta la leyenda, sufría de esta rara enfermedad llamada poliorquidismo, por la que se tienen más de dos testículos.
Una imagen muy visible en la ciudad, especialmente en la famosa capilla Colleoni, donde se encuentran las sepulturas de Bartolomeo Colleoni y de su hija Medea, obra construida entre 1472 y 1476 por el arquitecto Giovanni Antonio Amadeo donde antes se encontraba la sacristía de la vecina iglesia Santa María La Mayor. Se exhibe el escudo de armas con los tres testículos en la hermosa reja que protege la entrada de la capilla. Por lo visto, muchos ciudadanos acuden todavía hoy (como hice yo) para tocarlos, convencidos de que otorga fuerza, energía y juventud.
Volviendo a nuestro personaje, sus tres bocios vendrían a ser algo así como: ‘este Gioppino tiene sus tres coglioni tan bien puestos, que los lleva a la vista y subidos al cuello…’
Los camalli.
Otro tema a considerar sobre el personaje, es el contexto social en el que nace: la fama que siempre han tenido los bergamascos de ser el pueblo más trabajador, fiel y resistente de toda Italia. Los portadores y descargadores de los muelles, tanto de Venecia como de Génova, fueron siempre gente de Bérgamo, los llamados camalli, de cuya palabra proviene el término camàlic en catalán, con el mismo significado: el que lleva una carga encima.
Constituían por lo visto -según me contó Alberto Bagno en mi primera visita a la ciudad- una comunidad muy organizada cuyas cooperativas han llegado hasta nuestros días, desprovistas por supuesto de la enorme importancia que tuvieron durante siglos. Tal era su fama de incansables y honrados trabajadores, que muchas mujeres de Génova venían a parir a Bérgamo para que sus hijos tuvieran opciones de pertenecer algún día a los ‘camalli’. Grandes y rudos trabajadores, con fama de ser tan honrados como juiciosos.
No cabe duda que Gioppino encarna, en este sentido, el prototipo de partida de los camalli, mientras que su pereza insoslayable quizás sea el lado oscuro o informal del típico bergamasco trabajador incansable, una sombra aceptada como algo propio y entrañable, y muy querido por el pueblo.
Otras máscaras y personajes.
Nos hemos detenido con Gioppino para rendirle nuestra obligada pleitesía, dada la centralidad que ocupa en el panteón titiritero del Museo, pero son muchos los otros personajes que vimos expuestos en la primera muestra de los fondos del Museo del Burattino.
Otra de las obras más representadas es ‘Ginevra deghli Almieri e La Sepolta Viva’, bien conocida por la compañía de Benedetto Ravasio. El interesado puede ver la crónica que hicimos sobre esta obra interpretada por la compañía ampliada de Romano Danielli en Pordenone en mayo de este mismo año (ver aquí)
Es por ello que el Museo dedica un buen espacio a mostrar no sólo algunos de los libretos o copiones conservados por la Fundación Benedetto Ravasio, sino también una buena colección de armas y otros elementos de atrezzo usados por los títeres.
La Fundación Benedetto Ravasio.
La Fundación
fue creada en 1993 por la familia Ravasio y algunos amigos para mantener vivo el
patrimonio artístico del gran titiritero Benedetto Ravasio bajo el empeño de
salvaguardar su legado y valorizar el Teatro de Figuras, con un énfasis
especial a las tradiciones de los títeres bergamascos. La Fundación nació con una ambición clara: trabajar en la región a través de un constante diálogo con las instituciones culturales, con las escuelas de todos los grados, con los investigadores y los profesionales del sector para promover el conocimiento, el estudio y una revalorización crítica del Teatro de Figuras.
Un empeño hecho de investigaciones, de formación y de organización de festivales que ha encontrado ramificaciones en numerosas actividades como son las siguientes:
- la creación de una escuela, en colaboración con la Región Lombarda, para actores de Teatro de Figuras;
- el comisionado de exposiciones, en Italia y en Europa, como “Benedetto Ravasio, una vita con i burattini», «I burattini lontani. Il Banraku e i burattini della tradizione lombarda», «Danze Macabre» , “Arlecchino”, «Pina e Benedetto Ravasio, vita da burattinai – Ricordi e Riflessioni -» e “Un tesoro da scoprire”;
- la organización del Congreso Internacional “L’albero di Arlecchino”;
- la publicación de investigaciones y de documentos filmados como «La fiaba dei burattini», «Pacì Paciana», «Il mondo di Gioppino», «Otello Sarzi» e «Ritorno a Stasù»;
- la adquisición de colecciones, para evitar la dispersión y la pérdida de un rico patrimonio hecho de títeres, libretos, decorados y otros materiales;
- la realización de una biblioteca y una videoteca del sector.
Cada año, durante el verano, la Fundación Benedetto Ravasio organiza la programación “Borghi&Burattini” con el otorgamiento del premio internacional “Pina e Benedetto Ravasio”, trayendo a Bérgamo compañías de todo el mundo.
Los socios creadores de la Fundación son: Giuseppina Cazzaniga (titiritera y esposa de Benedetto Ravasio), la doctora Cristina Loglio, el profesor Remo Melloni, el director de escena Oreste Castagna, el escritor, diseñador y escenógrafo Mario Cresci ,y el periodista ensayista, crítico cinematográfico y músico Ermanno Comuzio.
Liderado en estos momentos por Sergio Ravasio, con la asistencia de Luca Loglio y Tiziana Pirola, el Museo del Burattino creado por la Fundación Benedetto Ravasio ha nacido con una profunda vocación europeísta, con ganas de tejer complicidades y proyectos de colaboración con otros museos de Europa. Una muestra de ello es la presencia en la inauguración de Idoya Otegui, directora del TOPIC de Tolosa y Secretaria General de Unima, invitada con la intención de empezar a tejer redes para la elaboración de proyectos conjuntos. Sin duda, en el contexto europeo de los títeres, ‘la diferencia une’.