Reproducimos aquí el texto que Víctor Molina leyó en la presentación del libro de Rutas de Polichinela en el Obrador del Poble Nou de la Sala Beckett. Lo reproducimos no sólo porque varios de los asistentes lo han solicitado, dado el interés que despertó, sino también porque ofrece una visión particular, nueva y, para el autor de este blog, sumamente interesante del libro, dando pistas para varias posibles distintas lecturas del mismo. Una sustanciosa aportación a este blog que complementa, desde otra perspectiva, el trabajo realizado durante estos años.
Víctor Molina durante la presentación del libro |
Antes que otra cosa me gustaría
agradecer a Toni que se animara a escribir este libro, uno de los más
espléndidos regalos que nos ha ofrecido en los últimos años. Y quisiera
agradecer también –por supuesto- el ser convidado a decir dos o tres cosas
básicas (quizás elípticas o generales) sobre sus Rutas de Polichinela, o
sobre alguno de los muchos aspectos que contiene ese libro, del que me declaro un
incondicional.
Lo primero que quisiera resaltar de
este texto es el universo doble al que alude su título: el de Polichinela por
un lado, y el de Europa (o algunas ciudades de Europa) por el otro. Son dos
nociones unidas aquí en el horizonte que evoca el término « Rutas ».
En este libro, el personaje central se identifica en y con el
ejercicio de las rutas. Es un personaje inquieto y esencialmente
errante. Pero lo mismo pasa con Europa, que se nos presenta en este libro no
sólo como el espacio de los caminos de Polichinela, sino que ella misma (Europa)
aparece en medio de un viaje, y siendo a la vez el resultado de diferentes
rutas ya realizadas.
Ruta es un término que
etimológicamente es idéntico a robo. Ambos son participios del verbo rapere,
que significa «llevar». La ruta y el robo son cosas unidas no
sólo en las fábulas de aventuras, sino también en la mitología griega, pues
Hermes, el dios de las rutas, el dios transitivo por excelencia, el dios que
inspira a todo tipo de hermeneutas, siempre misterioso, y siempre en estrecha relación
con Dionisos, es al mismo tiempo el dios ladrón, el dios del robo. Por eso no
debe sorprendernos que, tras la lectura de este libro, sólo podamos percibir a
Polichinela como un personaje que vaga y que roba; con una
personalidad vagabunda y siempre hurtándose la propia identidad y partes de la
identidad de otros.
Gustavo Hernández, Toni Rumbau y Víctor Molina, en la presentación del libro.. |
Todos sabemos que sigue existiendo un
gran número de personas para quienes Polichinela no es sino un tipo de pelele
infantil, algo simpáticamente insumiso y desobediente, pero esencialmente inocuo.
Y sabemos igualmente que, con toda probabilidad se trata, en estos casos, de
gente que de Polichinela sólo conoce el nombre y algunas de sus vaporosas
sombras académicas o sociales. En cambio, considerado como mito, y como un ser
polimórfico, Polichinela no sólo se nos va de las manos, como el agua o la arena,
sino que de pronto, nos percatamos que es él quien, de alguna manera, tiene en
sus manos parte de la identidad que creemos nuestra, parte de nuestra identidad
personal o de la identidad colectiva que creemos propia. Después de muchos encuentros,
algunos de los cuales se nos relatan en estas páginas,
Toni llegó a considerar un día que
como Polichinela era un personaje ontológicamente promiscuo y múltiple, le
tocaba a él ir a recorrer el mundo a fin de ubicar sus trazos y confrontar su polimorfismo.
Y el resultado es este libro (que adivinamos el inicio de una aventura por
continuar).
Rutas de Polichinela no sólo trata de las
rutas físicas de su personaje, sino también de sus rutas temporales. Es un
libro de metamorfosis. Da cuenta de las rutas formales que Polichinela lleva a
cabo en Múnich o en Lübeck, en Lisboa o Copenhague, en Londres o en París, en
Praga o en Madrid..., etcétera, pero también da cuenta de resonancias
esenciales en sus diversos caminos. Las rutas de las que aquí se nos habla son
parciales y particulares, pero también arquetípicas y de matriz. Y eso es así
porque Rumbau no deja de estimar que Polichinela es un mito. Y -como tal- un
personaje real y también simbólico.
Por otro lado, la relación existente
entre cada una de las ciudades que Toni visita y las características que en
ellas adquiere Polichinela, está lejos de la lógica romántica que creyó
percibir una caractereología particular e intransferible para cada país y para
cada clima. En todo caso, su ejercicio perceptivo resulta más próximo al de
Slavoj Zizek cuando éste observa la correspondencia de un mismo espíritu -en
forma pragmática en los británicos, en forma analítica en los alemanes, y de
manera política en los franceses- con la morfología y la practicidad de las respectivas
tasas de waters que cada uno de esos países tiene. Así sucede con la relación
de las ciudades europeas con sus respectivos Polichinelas. Para Rumbau esas
relaciones permiten alcanzar tonos distintos (a veces de irracionalidad
analítica, a veces de confrontación política, a veces con un humor barroco, o
incluso huraño) del mismo espíritu irredento de Polichinela. Porque –como todo
mito- el de Polichinela deja ver también en sus particularidades los trazos
invariantes y anacrónicos que lo alimentan, trazos que parecen provenir de su
propia arcaicidad. No sé si Toni conoce un estudio de Ernest Jones sobre la naturaleza
moderna del símbolo. No hemos hablado sobre ello, y es un texto que él no
refiere en su libro. Pero al releer su libro para esta ocasión, recordé aquel
estudio de Jones, un discípulo y propagador británico de las doctrinas de
Freud; un erudito que reflexionó sobre los aspectos simbólicos de los mitos
modernos. En su estudio, Jones considera que el símbolo principal en la era moderna
es precisamente el que encarna Polichinela. Casi de la misma manera en que lo
hace Toni, Jones identifica igualmente a este personaje como un proteico
estilete de la existencia. Ernest Jones recuerda que Polichinela parece haber
hecho su aparición en Inglaterra con la Restauración, pero reconoce que su
historia y las diversas figuras en las que se ha ido encarnado a lo ancho del mundo
han tenido historias previas y paralelas. Y observa que en Inglaterra
Polichinela robó y asimiló algunas de las características del clown Inglés y de
Jack Pudding (un personaje equivalente al francés Jean Pottage), del mismo modo
que en Alemania se alimentó de Hanswurst y se encarnó en Karspern, y que en los
países del Este adquirió los rasgos de Karagheus. Y siguiendo a los estudiosos,
Jones entiende también que aunque el prototipo de todos los polichinelli modernos es el pulecenella napolitano con orígenes
renacentistas, puede sin embargo considerarse entre sus ancestros a Maccus, el
criado cerril de esas sátiras romanas llamadas Atelanas. Ciertamente la
iconografía del Maccus satírico de aquella época revela un notorio parecido a
la figura moderna de Polichinela.
Kasperl. Stadtmuseum de Munich. |
Pero como Jones es un diligente
psicoanalista freudiano, lo que le parece de un interés más singular de ese
símbolo es que, a pesar de reconocer que el atributo de comicidad de
Polichinela va siempre en más de una dirección, la idea de que Polichinela es
también la antropomorfización del órgano masculino en carácter grotesco y cómico
le resulta evidente. Sus características físicas le parecen concordar con esa
interpretación: la nariz marcadamente aguileña, la prominente barbilla en forma
de luna egipcia o turca, la proyección de una aguda joroba en la espalda, el
estómago prominente y su un gorro libertario, un gorro frigio y puntiagudo.
Lo mismo piensa otro psicoanalista
célebre, Jacques Lacan. Para Lacan, Polichinela es una encarnación simbólica
del Sátiro, del Demonio y hasta del mismísimo Dionisos. Y para Lacan nada en Polichinela
resulta inocente. Mucho menos los juegos verbales que cree reconocer en el
núcleo del nombre Polichinela, que considera una red semántica extendida como
una trampa, con el objeto de poder hacer caer en ella todo tipo de lapsos
fálico-satíricos. Por eso a Lacan le resulta natural que en Inglaterra
Polichinela se hubiera “apropiado” del término Punch, que significa punzón, una
herramienta destinada principalmente a troquelar y a perforar; un término
también unido a la experiencia de las palizas, que son esenciales para este
personaje. Y en su interés por confirmar esa red semántica de lapsus posibles,
Lacan elabora todo un repertorio de homofonías que orientan su conjetura en ese
sentido: Polecenella, que en napolitano significa pavo pequeño, y que ocasionalmente
se emplea para hablar sobre el pene, lo mismo que pulls, que significa pollito, o que punchinelo, que es daga, forman parte de esa extensa lista.
![]() |
Polichinelle. Finales del s.XVIII. |
Desde luego no es ese el sentido que
le confiere Rumbau a Polichinela. Pero tampoco sitúa el carácter esencial de
Polichinela lejos del mundo satírico.
Este libro trata también de Europa.
Pero la Europa de las que nos habla Rumbau no es menos plural que el personaje.
No sólo porque ella va cambiando a lo largo de su devenir histórico. Sino porque
identitariamente aparece aquí en una encrucijada ontológica. Por un lado
muestra ser el producto secular, la capital espiritual y cultural que viene de
lejos y que ha pasado por historias cuyas huellas aún son perceptibles (aquí
encontramos efectivamente referencias a parte de ese inagotable legado, se nos habla
del barroco, de las guerras mundiales que han nacido en este continente, del
comunismo y de sus secuelas, de la antigua presencia del mundo judío y del
mundo griego, de lo más contemporáneo y de lo más antiguo de Europa) pero al
mismo tiempo, Europa también aparece aún como un ente indefinido.
Como si todo lo que tuviera que ver
con la identidad de Europa, tuviera que ver también con su alteridad. Por eso
no nos resulta extraño que Rumbau incluya como parte de Europa a Turquía, y que
considere también parte de Europa a Egipto. Y adivinamos que habrá de incluir
igualmente a Rusia en las rutas de Polichinela que aún nos debe. Europa, para
Rumbau, está por tanto anclado en el Oriente. Aunque eso no es una mera ocurrencia
sin fundamento. Todos sabemos que Europa fue constituida en sus orígenes
-míticos e históricos- como un extremo de Asia. De hecho, tanto la historia
europea como su propia figura geográfica parecen impulsarla hacia afuera de
Asia, pero aún anclada en ella. Por ese motivo Paul Valéry definió a Europa
como un cabo occidental de Asia. Aunque cabo para Valéry tiene el sentido de
forma geográfica, y el de la partícula verbal que indica una direccionalidad
(Valéry piensa en francés donde cap, igual que en catalán, señala la
forma saliente de un cuerpo, como en geografía, y muestra también un impulso
direccional). Y por ese mismo motivo Jacques Derrida titularía más tarde su
reflexión sobre Europa El otro cabo, diseccionando en su libro el
sentido múltiple del término “cap”, en el que incluye también su sentido marítimo,
se precisión geográfica, su sentido de autoridad, y sus sentidos de rumbo y de
destino.
![]() |
Pulcinella, de Bruno Leone. Museo del TOPIC de Tolosa |
Eso mismo hace Toni Rumbau sin
recurrir al término cap. En él, Europa es también una serie de rutas. Un
proceso de circunvalación exógena, una vía rizomática de desvíos varios. Toni
Rumbau es titiritero. Y por ese motivo, aunque también por un peculiar ADN de
su sensibilidad cultural, ha mantenido una estrecha relación con los viajes.
Que la vida es un viaje es ya un lugar común. Y que la vida de todos podría
estar identificada con la metáfora de ese viaje, también lo es. Pero en algunas
personas, y Toni entre ellas, esa metáfora es activamente encarnada. Aunque, de
hecho, más que viajero, yo diría que Rumbau es nómada. Nos hace creer que
reside en Barcelona. Y sabemos que -en ese afán suyo- aparece ante nuestros
ojos incluso como un ciudadano muy comprometido. Pero no debemos caer en ese
engaño. Todo el que está -o ha estado- cerca suyo sabe que aunque se encuentre
aquí, hay algo de él que siempre está por otras partes. Es un nómada irredento.
Es más, haría la precisión de que más que ser nómada deberíamos decir en
su caso que está en nomadismo. Igual que Polichinela. Entiendo que esa
fórmula sea un poco chocante, principalmente por tautológica y hasta
incorrecta, pero me parece más ajustada a él y pone de manifiesto una de sus
características que encontramos también central en su libro, una característica
que tiene que ver con la diferencia entre el verbo ser y el verbo estar.
Los filólogos han subrayado que el verbo ser viene de sedere, es decir,
de sentarse o asentarse, mientras que el verbo estar viene de stare,
es decir, de sentirse o asentirse (por tanto, de experimentarse y
de confirmarse). Y Rumbau se ha sentido nómada con los títeres y se ha
confirmado nómada en sus viajes.
Y en este libro ha reunido las dos
pasiones. Y lo hace de manera decidida. Con el mismo carácter que
etimológicamente anida en su apellido. Un apellido de origen germánico
(originalmente Raginbald), compuesto de ragin « opinión »,
y bald « atrevido ». Es sin duda un libro vigoroso, lleno de
entusiasmo, generosidad y saber. Uno de los mejores regalos que nos ha dado.
Víctor Molina
Barcelona,14 de abril del 2014