He aquí un museo que sin tener nada que ver con los títeres, guarda una
profunda relación con el mundo de la figuración imaginaria. Ha sido el azar lo que
me puso en contacto con este singular edificio, a raíz de una boda familiar que
me llevó a Câmpina, al pie de los Cárpatos, en la región de Montenia, al norte
de Bucarest. Paseando por esta hermosa localidad de aires limpios y bonitas casas
todas ellas con preciosos huertos y jardines, descubrí el Castelul Julia
Hasdeu, construido entre 1894 y 1896. Está dedicado a la hija del hombre de
letras y reconocido sabio y escritor rumano Bogdan Petreicu Hasdeu, quién, en
ocasión de una visita que hizo en Câmpina, decidió comprar un terreno para
construir allí un pequeño castillo en homenaje a su hija Julia, muerta en 1888 a
los dieciocho años.
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Fotografía antigua del castillo |
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Retrato escultórico de Julia Hasdeu. |
Pero lo más singular del caso es que B.O. Hasdeu construyó su edificio al
dictado de su propia hija difunta, la cual le fue indicando sus instrucciones
mediante prolongados contactos espiritistas.
Hay que conocer el caso para entender la desolación del padre ante la
pérdida de la hija y su deseo de inmortalizarla a través de un hermoso mausoleo
construido en el cementerio de Bucarest (cargado de simbolismos) y de este
edificio singular que rezuma por todos sus poros la presencia invisible de
Julia Hasdeu.
La muchacha fue un caso de inteligencia y sensibilidad precoz, al destacar de
muy niña por sus dotes en hablar varias lenguas –a los tres años hablaba
alemán, francés y rumano–, de modo que a los doce se traslada a París para
cursar estudios en la Sorbone. Su muerte prematura por la tuberculosis truncó
lo que apuntaba como una importante carrera literaria de alguien que mereció ya
de muy pronto la admiración de la inteligencia parisina.
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Fotos de familia con Julia Hasdeu. |
La desolación de su padre, sobre todo al descubrir los valiosos manuscritos
de Julia, fue inmensa. Procuró editar los textos de su hija –todos ellos
escritos en francés–, y para enfrentarse a la terrible pérdida, se abrió a los
caminos misteriosos del espíritu, del simbolismo y de la comunicación paranormal.
Una práctica, la del espiritismo, muy extendida en la época, y que se tenía por
muy científica, al estar basada en la experimentación de lo puramente sensible,
como eran los golpecitos inducidos por los espíritus, leves corrientes de aire,
soplos en los oídos, movimientos de sillas o cuadros, así como los esfuerzos de
muchos fotógrafos en retratar las figuras invisibles de los aparecidos mediante
largas exposiciones de la cámara con el objetivo abierto. Y son muchas, en
efecto, las fotografías de espíritus
logradas durante tantos años de experimentar en estos dominios
limítrofes que separan lo visible de lo invisible. Sobre si estas fotografías estaban
trucadas o no, mejor dejarlo a criterio de los entendidos en verificaciones de
esta índole.
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Cuadro con el señor Hasdeu y el ectoplasma de su hija. |
Es en este sentido que pueden interesarnos estas prácticas a los
titiriteros, pues bien sabido es que los orígenes de la marioneta tienen mucho
que ver con los espíritus de los muertos –como todavía es posible apreciar en muchas
tradiciones aún vigentes de teatros y de ritos populares, en las que los muñecos
encarnan a los espíritus de los difuntos cuando sus familiares o sus
descendientes apelan a ellos para recibir sus favores o para revivir los
orígenes.
Pero en esta ocasión concreta, nos hallamos ante un caso de figuración
impalpable o invisible, sin que haya figura alguna, aparte de una estatua de
mármol de la difunta y otras imágenes pintadas o dibujadas. En realidad, podemos
considerar el edificio entero del Castelul Julia Hasdeu como una elaborada
puesta en escena que busca hacer presente, con miles de detalles y mediante la
misma estructura de la casa, a la fallecida joven. Y por el éxito de las
visitas y la voluntad expresa del pueblo de Câmpina de mantener abierto como
museo el Castelul, podemos decir que el éxito del empeño es rotundo. Para
conseguirlo, el edificio, muy sencillo en su forma externa pero potente en la
interior, no sólo recrea el mundo y la imagen de la fallecida Julia Hasdeu,
sino que busca también crear una atmósfera de “llamada a los espíritus” a
través de múltiples detalles en su estructura y decoración que nos remiten al
mundo de los simbolismos espiritistas y del “más allá”. Todos los objetos
expuestos y los detalles ornamentales tienen
significados simbólicos concretos, además de los cuadros y de las esculturas
que nos hablan del mundo de la familia Hasdeu.
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Sala con el gran piano de cola. |
Al haber sido Julia pianista y buena
cantante además, nos encontramos en la primera sala con un hermoso piano de
cola, entre cuadros y vitrinas repletas de libros, cartas manuscritas y viejas
fotografías. Destaca un reloj triple con uno de ellos marcando el paso de los
meses del año y las fases de la luna.
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El reloj que marca los meses. |
Pero el lugar más impresionante es sin duda la torre central coronada por
una bóveda pintada que contiene una estructura metálica de factura muy ligera sustentada
sobre una gorda columna truncada y por la que se puede subir a través de una
escalera que se bifurca -doble escalera iniciática sólo apta para los espíritus
que deben enfrentarse a las pruebas del más allá- y que conduce a un puente
sobre el que se yergue un Cristo de brazos abiertos.
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Cúpula de la sala central con el puente y el Cristo. |
La entrada principal, cargada de simbolismos, está formada por una primera y
gruesa puerta de piedra que gira sobre un eje central y que abre a un pequeño
descansillo que recuerda la antesala de una tumba. La segunda puerta tiene en sus batientes dos espejos que parecen querer
funcionar a modo de “puertas dobles”: para las personas pero también para los
“espíritus”, que suelen usar las superficies reflejantes de los espejos a modo
de pasajes de entrada, tan planas pero tan profundas.
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La segunda puerta de doble batiente con los espejos. Al fondo, la puerta de piedra cerrada. |
Un dibujo de la fallecida Julia en su lecho de muerte recibe al visitante, a
modo de indicación de que aquí es donde mora su espíritu.
Para ello dispone de un espacio fabuloso coronado por una cúpula que
simboliza el cosmos entero presidido por la figura del Cristo resucitado.
Al fondo, dos pasillo estrechos bien cerrados por dos puertas de barrotes
contienen dos pequeñas bibliotecas, sin duda de volúmenes secretos o prohibidos
-y seguramente los escritos espiritistas dictados por Julia a su padre-, guardados
por las esculturas de dos hombres de edad. Entre los dos pasillos, una especie
de capilla que termina con una bonita ventana acristalada acabada en punta y un
piano vertical al fondo –otra entrada o fuga para los espíritus.
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Sala abovedada con los dos pasillos biblioteca en los lados. |
Las demás dependencias ya en la tercera torre son sin duda las más
familiares aunque también las más misteriosas. Allí está el gabinete del
profesor B.P.Hasdeu, sobrio y elegante.
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Despacho del señor B.P.Hasdeu. |
En otra pequeña habitación con objetos íntimos de la difunta, destaca una
estatua de mármol que la representa presidiendo la estancia.
Objetos que ejercen la función magnética de atraer a quién fue su
propietaria: una muñeca, cuadernos, libros, fotografías, un tintero...
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Objetos en la cámara privada de Julia Hasdeu. |
Hacia el otro lado se abre un pasillo que conduce a una habitación donde al
parecer se hacían las sesiones de espiritismo. Contiene la mesa de los
golpecitos, unos asientos triangulares de piedra llenos de símbolos inscritos,
y, además de varios cuadros y fotografías de ectoplasmas de la época, un
curioso agujero que conecta esta cámara con la sala-despacho anteriormente
descrita.
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La sala despacho del señor Hasdeu con el agujero que da a la cambrita espiritista. |
Un agujero que servía para que el espíritu de Julia pudiera pasar –y pueda
seguir haciéndolo todavía– deambulando de una cámara a la otra.
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El agujero para pasar los espíritus. |
El Castelul funciona así como un sofisticado escenario repleto de objetos y
de una considerable complejidad interior en los elementos estructurales y
decorativos destinados todos ellos a llamar y a hacer presente la figura
invisible de Julia Hasdeu, un espíritu o una presencia-ausencia que se halla en
todos los rincones de la casa y que dispone de la gran sala central abovedada
para en ella residir en la libertad de esta representación del cosmos, hermosa
metáfora de las inmensidades del Universo, donde lo finito
y lo infinito se funden y conviven
alegremente. Un mausoleo pensado no para el cuerpo sino para el espíritu de la
difunta. Un teatro de marionetas elíptico y poderoso, poético y misterioso, en
el que la escenografía de sus decorados, objetos y estructuras debe
transmutarse en una escenografía abstracta y libre para que en la imaginación
de cada uno de los visitantes-espectadores aparezcan las figuras de sus
verdaderos actuantes, todos ellos invisibles.
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Doble puerta que da a la sala del piano, vista desde la sala interior abovedada. |
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