Toni Rumbau, l'autor d'aquest blog i director dels portals Putxinel·li i Titeresante, presenta des del dimarts 20 al diumenge 25 de febrer de 2024, a les 20h de dimarts a dissabte, i a les 18:30h el diumenge, la seva conferència-espectacle El Titellaire, l’Ombra i el Doble al teatret La Quàntica, que gestiona l’actor Arnau Vilardebò al barri de Gràcia de Barcelona (c/Sant Lluís, 88).
Una oportunitat de veure aquesta amb un equip de luxe: els titellaires Eudald Ferré, que signa la direcció, i Pepus Serrat, que l’acompanya amb la tècnica.
Toni Rumbau con Malic. Foto Iñigo Royo
Una obra que d’alguna manera resumeix els seus anys de pràctica titellaire i que ha resultat ser prou divertida com perquè s’atreveixi a recomanar-la.
Es recomana comprar les entrades a Atrápalo aquí, pel descompte que hi ha . Com que l’aforament és reduït, quan abans es treguin, millor.
Foto Iñigo Royo
S’ha dit de l’espectacle:
L’obra és en si innovadora en perseguir un objectiu diversificat: per una banda, vol il·lustrar-nos sobre els orígens del titella, per altra banda, vol captivar al públic amb rutines divertides on la ficció ens porta a allunyar-nos de la realitat, i allò tan irreal passa a ser creïble. La combinació del riure i l’irreal pot desenvolupar una reacció al públic de caràcter catàrtic i sanador.
En l’espectacle, en Toni recupera els titelles utilitzats en altres espectacles per a donar-los un nou espai de joc i vida. És interessant destacar aquest punt de reutilització de materials, ja que entronca en la tradició més clàssica del titella de guant, on els personatges persisteixen i les històries són les que es van modificant. Així doncs, ens ha rescatat en Malic, tot un heroi de la Barcelona de finals del segle XX, qui va tenir un teatre amb el seu nom al barri del Born de Barcelona, Teatre Malic. Acompanyen al Malic els altres personatges fets per Mariona Masgrau. Apareix, també, un doble del mateix Toni, fet per Martí Doy. Amb aquest personatge ens introdueix el tema del titellaire i el seu doble. Dona peu al fet de la duplicitat, la necessitat de la projecció i d’identificació en l’altre tant pel públic com pel propi titellaire, creant així, mons paral·lels on emmirallar-nos.
(Núria Mestresa Putxinel·li el novembre de 2022 -veureaquítot l’article)
Els dobles de Toni Rumbau. Foto Iñigo Royo
…En efecto: si abriéramos la cabeza de Toni, veríamos que está llena de dobles y de espejos que le permiten ponerse en la piel de sus criaturas y ver a través de sus ojos al mismo titiritero que les ha tocado en suerte, con todos sus defectos, miserias y humanas debilidades, para ver si le dan un empujoncito y lo redimen de su baja rendición escénica. Asimismo, al ponerse en el pellejo de los títeres, nos muestra la historia secreta de estos, a través de una génesis sólo conocida por ellos mismos, es decir, su historia secreta, en la que aparecen como seres primigenios creadores de mundos, culturas y civilizaciones.
¿Qué somos entonces los humanos? Meros esclavos de estos seres primordiales que nacieron libres y creadores, y que fueron condenados por los dioses arcaicos a vivir sometidos, atados a sus hilos, guantes y varillas. Eso es lo que desvela Rumbau al cruzar el espejo de los títeres e inmiscuirse en sus intimidades más secretas.
… A través de su conferencia y de una brillante secuencia de teatro de sombras, el titiritero parlanchín nos va revelando todos estos secretos mientras nos muestra las caras dobles y ocultas de estas criaturas llamadas marionetas. Sin mencionarlos, el autor juega con unos espejos invisibles que se dejan intuir si aplicamos una mirada oblicua a lo que vemos en el escenario. De entrada, los dos títeres que son sus dobles, puros espejos que podríamos llamar de la alteridad: reflejos del titiritero con vida propia. Lo cuestionan o incluso se alían entre sí para torearlo y darle una estocada que, lejos de matarlo, salva al titiritero de su desastre.
(Conrado Domínguez, a Titeresante el novembre de 2022, veureaquítot l’article.)
Acaba de aparecer publicada por Thot Arts, sello asociado a la revista Titeresante, la novela de Toni Rumbau titulada El Titiritero, el Huevo, Barcelona y la Extravagancia. Una novela titiritera que, según el autor, es en parte complementaria a la conferencia-espectáculo estrenada este año con el título El Titiritero, el Doble y la Sombra.
La novela está ya a la venta en Amazon clicando aquí. El libro, de unas 200 páginas, contiene 32 ilustraciones a todo color y puede adquirirse por el precio de 16,30 euros.
Publicamos a continuación el texto que sobre la novela ha escrito el profesor Giovanni Papello, amigo del autor:
Los nudos titiriteros de Toni Rumbau, por Giovanni Papello
El Titiritero, el Huevo, Barcelona y la Extravagancia es un texto corto definido por el autor como una novela poco novela, por sus peculiares características que la distancian de la norma común de lo que solemos considerar una novela, pero que este comentarista considera como una de la obras más interesantes, personales y ambiciosas de Rumbau, que indaga y profundiza en el universo de los títeres para darle la vuelta y asociarlo a la ciudad de Barcelona, que de pronto se enriquece con una mirada topológica repleta de puntos de múltiples dimensiones.
Es un texto dividido en dos partes, la primera escrita en tercera persona al modo de un cuento que a veces toma la forma de un guion para títeres, y la segunda en primera persona, pues es el titiritero Manuel quien habla y nos explica los periplos vividos en compañía de un guía turístico, el señor Quinqué, contratado por sus propios títeres, que se le han escapado, como quien dice, del redil. Dos partes muy diferentes pero que, al final, vemos simétricas, pues ambas acaban con la revitalización ritual del titiritero.
Conversación en la Plaza Real (Maqueta visual)
Lo atractivo del asunto es que nos presenta una ciudad que, mediante la artimaña del huevo y de la pipa que fuma Manuel por dentro, abre puertas y salidas inesperadas capaces de dejarnos saltar, a través de descomunales piruetas de la imaginación, a otros lugares, insólitos y disparatados, pero de una gran belleza, y desde donde podemos vernos con la indispensable distancia de la ‘autoobservación’, este concepto que tanto gusta al autor.
¿Acaso no lo es visitar la Luna, Mercurio, Venus, o el mismo Sol subidos a este planeta inexistente que es Vulcano? Como dice Rumbau, ‘todo vale para obtener la impresionante visión del Sistema Solar visto como un huevo, llamado Heliosfera por los astrónomos, que atraviesa los espacios de la Galaxia a velocidades de vértigo, con el Planeta Tierra dentro dando vueltas al sol, a la velocidad sideral de los años, tan lentos para nosotros, y que tiene las ciudades incrustadas en su piel rocosa, tan rebosantes de vida gracias a los absurdos trapicheos y cambalaches de los humanos que en ellas convivimos’.
Con la palanca de los títeres y de los resortes de la imaginación que suelen acompañarlos, el texto consigue forjar unas llaves que permiten abrir los nudos ocultos que se esconden en la ciudad de Barcelona, nudos de múltiples capas que, al cruzarse, generan algo nuevo e inesperado.
Venus (Maqueta visual)
Una novela que abre un campo de infinitas posibilidades, si el autor tiene ganas de desarrollarlas. En realidad, su otra novela, Foro de Muertos, que también presenta estos días, transita por los mismos derroteros.
Se nos afirma en el texto de presentación del libro que la novela complementa la conferencia-espectáculo que presentó en noviembre de 2022 titulada El titiritero, el doble y la sombra. Creo que hay algo de verdad en lo que dice, pero importa distinguir aquí una cosa de la otra. En ambos casos podemos hablar de ‘rituales de transformación’, pero mientras en la conferencia todo sucede en el contexto vivencial del teatro, lo que sin duda le otorga una intensidad superior (con el freno que da la premura de lo efímero), en la novela el registro imaginario de la lectura reduce el fulgor de la intensidad ritual, pero acrecienta la amplitud y el tiempo de la inusual visión topológica de la realidad, Barcelona en este caso, llena de ‘agujeros negros’ donde lo inesperado surge de improviso.
Castillo de Montjuic (Maqueta visual)
Necesario es comentar las Maquetas visuales, ‘pequeñas bombonas de oxígeno visual’, como las llama el autor, que acompañan cada capítulo. Son unos collages que sin duda pecan de ingenuidad y hasta de una cierta simpleza, pero muy bien resueltos, y que sirven para algo importante: indican al lector que lo que parece intrincado en la lectura, en realidad no lo es. También nos invita a pensar en libertad con la imaginación suelta a los vaivenes de cada uno. Y ponen luz, forma y color a la oscuridad con la que a veces vemos lo paradójico, lo inexplicable y lo absurdo. Creo que esta ha sido la razón oculta de unas imágenes que el mismo autor ha realizado quizá sin saber muy bien el porqué.
Tras presentar en la anterior entrada el nuevo Museo del Burattino de Bérgamo, procedemos con esta segunda crónica haciendo un repaso de las ricas colecciones que contiene y para acabar, presentando a la Fundación Benedetto Ravasio.
En efecto, conviene hablar de la calidad excepcional de las piezas expuestas en el Museo,
un compendio de figuras de talla de madera que ilustran a la perfección el
teatro que se hacía -y que se sigue haciendo con los cambios propios por la
época- en la región bergamasca durante todo el Ochocientos y buena parte del
Novecientos.
Sorprende la
nobleza, el peso y el tamaño de las cabezas, tan diferentes de los guaratelle
del sur de Italia y también de la mayoría de tradiciones europeas. La razón se
explica en parte, no sólo por la importancia y la popularidad que siempre tuvo
el teatro de títeres en el Norte de Italia, lo que exigía muñecos grandes
capaces de satisfacer la visión de públicos numerosos, sino también por el peso
que tenía el texto en las representaciones. Eran marionetas hechas para hablar,
al haber heredado en parte las obras que antes de la invasión napoleónica representaban
los actores de la Comedia del Arte, pues bien sabido es que Napoleón prohibió
el uso de las máscaras en el teatro de personas, pero no en el de títeres.
La otra
razón es la gran cultura que siempre rezumaron las ciudades italianas,
acostumbradas a ser importantes centros de arte con longevas tradiciones
artesanales. En el caso de Bérgamo, su pertenencia a la República de Venecia
desde 1428 hasta 1797, le permitió vivir bajo el poderoso influjo de este
exuberante y rico centro de arte y de progreso.
Como
decíamos en el anterior artículo, fueron bergamascos dos de las más importantes
máscaras de la Comedia del Arte, los zanni Arlechino y Brighella, que
los venecianos no tardaron en hacerse suyos. Y ya en el siglo XIX, nace el otro
personaje que realmente podemos considerar como el más genuino y popular
representante de la ciudad: Gioppino.
Gioppino
y el misterio de los tres bocios.
Gioppino
encarna el orgullo bergamasco. Como me contaron Sergio Ravasio y Danielle
Cortesi en 2014, es un personaje fuerte, juicioso, pueblerino, simple pero inteligente,
satisfecho y seguro de sí mismo. Habla con el acento local y por supuesto con
el dialecto bergamasco (considerado como una lengua por sus hablantes), siendo
uno de sus rasgos más comunes jugar con los equívocos: doble sentido de las
palabras y deducciones disparatadas, que confunden al adversario y hacen partir
de risa al público.
Usa con gran
destreza la cachiporra -nadie puede con su fuerza, ni el Diablo ni la Muerte,
algunos de los pararrayos habituales de sus iras-. Goza de una extravagancia
única en el mundo de los títeres populares: sus tres magníficos gocios en el
cuello, que exhibe con orgullo, pues en ellos guarda sus reservas de energía,
sabiduría y buen juicio. Sus ‘patatini’, como le gusta decir. Su otra
característica podría entrar más en el apartado de los defectos: su
irrenunciable pereza. Odia trabajar y, cuando puede, se echa a dormir, a roncar
y a soñar, algo insólito, y a la vez, lógico, en un pueblo como el Bergamasco,
con tanta fama de trabajador duro..
¿De dónde
vienen estos bocios? La explicación más usada es que en la región de los Alpes,
en los valles que bajan al llano donde se alzan las ciudades, existió desde
siempre una carencia de yodo en la alimentación, lo que explica que hubiera muchos
casos de bocio endémico en la población campesina. Al caracterizar a un
personaje que quería ser un genuino representante del pueblo llano, se
comprende que la inventiva popular le pusiera los tres bocios.
Asociar los
bocios a fuerza, energía y poderío hace inevitable que se los asociara también
a la idea de tener tres testículos, como si la causa de su fuerza y vigor fuera
disponer no de dos, sino de ¡tres cojones! (con perdón). Algo que
encajaba, por otra parte, con el imaginario colectivo de los bergamascos: uno
de sus personajes más emblemáticos, queridos y representados, el condotiero
Bartolomeo Colleoni (1395-1475), al servicio intermitente de Venecia, Milán y
de nuevo Venecia, tenía como escudo de armas tres vistosos testículos, pues según
cuenta la leyenda, sufría de esta rara enfermedad llamada poliorquidismo, por
la que se tienen más de dos testículos.
Una imagen muy
visible en la ciudad, especialmente en la famosa capilla Colleoni, donde se
encuentran las sepulturas de Bartolomeo Colleoni y de su hija Medea, obra
construida entre 1472 y 1476 por el arquitecto Giovanni Antonio Amadeo donde
antes se encontraba la sacristía de la vecina iglesia Santa María La Mayor. Se
exhibe el escudo de armas con los tres testículos en la hermosa reja que
protege la entrada de la capilla. Por lo visto, muchos ciudadanos acuden todavía
hoy (como hice yo) para tocarlos, convencidos de que otorga fuerza, energía y juventud.
Volviendo a
nuestro personaje, sus tres bocios vendrían a ser algo así como: ‘este Gioppino
tiene sus tres coglioni tan bien puestos, que los lleva a la vista y
subidos al cuello…’
Los camalli.
Otro tema a
considerar sobre el personaje, es el contexto social en el que nace: la fama
que siempre han tenido los bergamascos de ser el pueblo más trabajador, fiel y
resistente de toda Italia. Los portadores y descargadores de los muelles, tanto
de Venecia como de Génova, fueron siempre gente de Bérgamo, los llamados camalli,
de cuya palabra proviene el término camàlic en catalán, con el mismo
significado: el que lleva una carga encima.
Constituían por
lo visto -según me contó Alberto Bagno en mi primera visita a la ciudad- una
comunidad muy organizada cuyas cooperativas han llegado hasta nuestros días,
desprovistas por supuesto de la enorme importancia que tuvieron durante siglos.
Tal era su fama de incansables y honrados trabajadores, que muchas mujeres de
Génova venían a parir a Bérgamo para que sus hijos tuvieran opciones de
pertenecer algún día a los ‘camalli’. Grandes y rudos trabajadores, con fama de
ser tan honrados como juiciosos.
No cabe duda
que Gioppino encarna, en este sentido, el prototipo de partida de los camalli,
mientras que su pereza insoslayable quizás sea el lado oscuro o informal del típico
bergamasco trabajador incansable, una sombra aceptada como algo propio y
entrañable, y muy querido por el pueblo.
Otras máscaras
y personajes.
Nos hemos
detenido con Gioppino para rendirle nuestra obligada pleitesía, dada la
centralidad que ocupa en el panteón titiritero del Museo, pero son muchos los
otros personajes que vimos expuestos en la primera muestra de los fondos del
Museo del Burattino.
Por un lado, están los más arcaicos de la tradición de la Comedia del Arte, como Arlechino, Pantalone, Colombina, Brighella, Il Capitano, Tartaglia o Il Dottore Balanzone.
Pero también
hay una buena presencia de las ‘máscaras’ posteriores que aparecen ya sin
máscara (recuerde el lector que en Italia se llama ‘máscara’ a los personajes
tradicionales de la Comedia del Arte, tanto los de la primera época que llevan
máscara como los posteriores a Napoleón, que no la llevan).
Importantes
son la mención y el reconocimiento a algunas de las historias más representadas
y queridas por el público y por los titiriteros, como la historia del brigante
Pacì Paciana.
Otra de las obras más representadas es ‘Ginevra deghli Almieri e La Sepolta Viva’, bien conocida por la compañía de Benedetto Ravasio. El interesado puede ver la crónica que hicimos sobre esta obra interpretada por la compañía ampliada de Romano Danielli en Pordenone en mayo de este mismo año (ver aquí)
Igualmente estaban representados algunos de los personajes de otra obra famosa, ‘Il fornaretto di Venezia’, obra de Francesco Dall’Ongaro estrenada en 1844 por la compañía Gustavo Modena.
Y por
supuesto, no podían faltar los personajes de Otello o de Don Giovanni.
¿Pero qué sería una obra de títeres populares sin sus demonios, sus curas y monjes, sus esqueletos tenebrosos, o los terribles monstruos que habitan en las pesadilla?
Complementos todos ellos indispensables a los alambicados y a veces truculentos copiones que constituían el repertorio habitual de las compañías.
Es por ello que el Museo dedica un buen espacio a mostrar no sólo algunos de los libretos o copiones conservados por la Fundación Benedetto Ravasio, sino también una buena colección de armas y otros elementos de atrezzo usados por los títeres.
La Fundación Benedetto Ravasio.
La Fundación
fue creada en 1993 por la familia Ravasio y algunos amigos para mantener vivo el
patrimonio artístico del gran titiritero Benedetto Ravasio bajo el empeño de
salvaguardar su legado y valorizar el Teatro de Figuras, con un énfasis
especial a las tradiciones de los títeres bergamascos.
La Fundación
nació con una ambición clara: trabajar en la región a través de un constante
diálogo con las instituciones culturales, con las escuelas de todos los grados,
con los investigadores y los profesionales del sector para promover el
conocimiento, el estudio y una revalorización crítica del Teatro de Figuras.
Un empeño
hecho de investigaciones, de formación y de organización de festivales que ha
encontrado ramificaciones en numerosas actividades como son las siguientes:
- la
creación de una escuela, en colaboración con la Región Lombarda, para actores
de Teatro de Figuras;
- el
comisionado de exposiciones, en Italia y en Europa, como “Benedetto Ravasio, una vita con i burattini»,
«I burattini lontani. Il Banraku e i burattini della tradizione lombarda»,
«Danze Macabre» , “Arlecchino”, «Pina e Benedetto Ravasio, vita da burattinai –
Ricordi e Riflessioni -» e “Un tesoro da scoprire”;
- la organización del Congreso
Internacional “L’albero di Arlecchino”;
- la publicación de investigaciones y
de documentos filmados como «La fiaba dei burattini», «Pacì Paciana», «Il mondo
di Gioppino», «Otello Sarzi» e «Ritorno a Stasù»;
- la adquisición de colecciones, para
evitar la dispersión y la pérdida de un rico patrimonio hecho de títeres,
libretos, decorados y otros materiales;
- la realización de una biblioteca y
una videoteca del sector.
Cada año, durante el verano, la
Fundación Benedetto Ravasio organiza la programación “Borghi&Burattini” con
el otorgamiento del premio internacional “Pina e Benedetto Ravasio”, trayendo a
Bérgamo compañías de todo el mundo.
Los socios creadores de la Fundación
son: Giuseppina Cazzaniga (titiritera y esposa de Benedetto Ravasio), la
doctora Cristina Loglio, el profesor Remo Melloni, el director de escena Oreste
Castagna, el escritor, diseñador y
escenógrafo Mario Cresci ,y el periodista ensayista, crítico cinematográfico y
músico Ermanno Comuzio.
Liderado en
estos momentos por Sergio Ravasio, con la asistencia de Luca Loglio y Tiziana
Pirola, el Museo del Burattino creado por la Fundación Benedetto Ravasio ha
nacido con una profunda vocación europeísta, con ganas de tejer complicidades y
proyectos de colaboración con otros museos de Europa. Una muestra de ello es la
presencia en la inauguración de Idoya Otegui, directora del TOPIC de Tolosa y
Secretaria General de Unima, invitada con la intención de empezar a tejer redes
para la elaboración de proyectos conjuntos. Sin duda, en el contexto europeo de
los títeres, ‘la diferencia une’.
Aunque sea con retraso, reseñamos en esta entrada la inauguración que tuvo lugar el viernes 5 de julio de 2019 del Museo del Burattino (Museo del Títere)de la ciudad de Bérgamo, extrayendo la información que salió en Titeresante sobre el mismo. Invitado por la Fundación Benedetto Ravasio a asistir al acto, tuve la oportunidad ee visitarlo y conocer sus tesoros, que son muchos.
El Museo está situado en el Palacio della Provincia di Bergamo, en la ciudad del mismo nombre. Con él, la Fundación Benedetto Ravasio realiza un sueño que tuvo desde su nacimiento: disponer de un espacio público donde guardar, preservar, estudiar y exhibir las ricas colecciones de títeres populares de la región, empezando por las propias de la familia Ravasio pero también otras muchas colecciones que existen en la zona, sin duda una de las más ricas de Europa en patrimonio titiritero.
Conocí a la familia Ravasio en octubre de 2014, cuando acudí a Bérgamo instigado por Bruno Ghislandi, entonces secretario de la Fundación Benedetto Ravasio (ver aquí). Ghislandi me preparó todo un recorrido por la ciudad al encuentro de los distintos titiriteros centrados en el personaje local por excelencia, el allí tan popular y querido Gioppino. Y la primera y fundamental visita fue para conocer a la señora Giuseppina Cazzaniga , más conocida como Pina Ravasio (1917-2015), viuda de Benedetto, quien me recibió en su casa junto a su hijo Sergio. Rodeada de sus títeres más queridos, me mostró con orgullo el Premio Mariona Masgrau que le había otorgado el Festival de Títeres de Bilbao.
Conocer a Pina y a su hijo Sergio Ravasio, fue uno de los momentos cumbres de este viaje, una oportunidad única de conocer a una maestra que procedía de otra época pero que conservaba intactas toda la fuerza y la vocación titiritera de alguien que ha vivido con pasión el oficio en una de las tradiciones más ricas y fundamentales, como es la del norte de Italia con el repertorio intacto de tantas obras procedentes de la Comedia del Arte (ver aquí los distintos artículos dedicados a esta visita) .
Ya entonces me habló Sergio Ravasio con pasión de su deseo de poder ofrecer al público local e internacional el ingente material escénico de sus padres mediante un museo en el centro de la ciudad, donde también se pudieran recoger otras colecciones existentes. Este deseo se ha realizado por fin cinco años después, con un proyecto sostenido por todo lo alto tanto por la ciudad como por la región, además de una suma de patrocinadores privados que han ayudado a materializarlo.
Bérgamo, la ciudad de Arlequino, Brighella y Gioppino.
La centralidad de Bérgamo, situada al pie de los Alpes entre Venecia y Milán, se concreta en el campo de los títeres por ser la ciudad que ha dado a nacer a tres de las personalidades más importantes de la tradición titiritera italiana. Para empezar, dos de las máscaras fundamentales de la Comedia del Arte, los zanni Arlequino y Brighella, y, ya en el siglo XIX, al poderoso y más moderno Gioppino, el de los tres gofios. Y mientras los dos primeros se desplazaron de Bérgamo a otras ciudades, con la conocida adopción de Arlequino por parte de Venecia, Gioppino quedó circunscrito a su localidad de nacimiento, convertido en un personaje que de algún modo resumía algunas de las características propias de la población común, en el campo y en la ciudad.
Sin duda,
este museo no existiría sin la presencia de Gioppino, el personaje que ha vertebrado
el teatro popular tradicional 'clásico' de la región de Bérgamo.
Gioppino es
el catalizador vital que ha sustentado el vínculo de la población con sus titiriteros,
del mismo modo que lo hacía Fagiolino en Bolonia, Gianduja en Turín, Meneghino
en Milán, Arlequino en Venecia, o el mismo Pulcinella en Nápoles y en tantas
otros lugares de Italia. Pero mientras en muchas de estas ciudades, sus personajes
han languidecido hasta su práctica extinción -no así Fagiolino ni Arlequino,
aún bien activos, ni tampoco Gianduja-, Gioppino sigue la mar de vivo, con
numerosas compañías que le son fieles y una presencia constante en el
imaginario colectivo de la población local.
De ahí que el nuevo Museo del Burattino haya dedicado una especial atención a la figura de Gioppino, como indica por otra parte que a la hora de cortar la cinta en la ceremonia de abertura, detrás de los cuatro personalidades protocolarias asomara la cabeza de un radiante Gioppino, en manos de uno de los maestros que lo manejan en la actualidad, Daniele Cortesi.
También
explica que las autoridades políticas de la ciudad y de la provincia se hayan
inclinado tan positivamente a la idea de la Fundación Benedetto Ravasio,
conscientes como son de la popularidad de la tradición titiritera y del
profundo significado de identidad colectiva del personaje de Gioppino.
Un museo que se suma al también recientemente abierto Atelier Sarina en la ciudad de Tortona, dedicado a la obra del gran maestro Giuseppe Sarina (ver aquí), al Museo de Gianduja que existe en Turín (ver aquí), y también a las distintas exposiciones realizadas por Orto Teatro y Walter Broggini, en Pordenone y Cordenons, en la región del Friuli, dedicadas a las 'máscaras' italianas (ver aquí) así como al arquetipo europeo de Polichinela (ver aquí).
Inauguración del Museo del Burattino.
No se inauguran cada día nuevos museos de títeres en el mundo, de ahí que valga la pena atender a los procesos protocolarios de cada caso, pues no dejan de ser el modo con el que los poderes locales y los responsables del mismo oficializan el proyecto y le dan valor institucional .
Antes de
dejar pasar al numeroso público que se había congregado en el Palacio della
Provincia para ver el museo, tuvo lugar una ceremonia institucional en una de
las salas del cuarto piso del palacio, preparada a modo de salón de actos. En
la mesa presidencial, estaban los políticos representantes de la ciudad y de la
región, los responsables de la Fundación Benedetto Ravasio, el joven Luca Loglio
y su Presidente, Sergio Ravasio, más la coordinadora científica, Chiara
Bettinelli, y el director de escena y escenógrafo Diego Bonifaccio.
Hubo parlamentos a cargo de todos los ocupantes de la mesa. Sorprendió a este cronista la visión estratégica, tanto de los responsables del Museo como de los cargos electos presentes, con una concepción muy avanzada de lo que debe ser hoy en día un Museo: un lugar abierto al futuro y a la práctica social de la materia museística, los títeres en este caso. Es decir, complementar la exhibición con programaciones, con la esencial participación de las escuelas -se hizo mucho hincapié en abrir el museo y darlo a conocer a los niños -, con trabajos adicionales de investigación, archivo y conservación, sin olvidar la importancia del aspecto histórico y patrimonial de las colecciones, verdaderas obras maestras de arte popular y teatral de la región.
Se explicó
que además de las piezas propiedad de la Fundación Ravasio, procedentes del
trabajo de Pina y Benedetto Ravasio, el Museo contenía obras de las siguientes
familias: Milesi, Cortesi, Lesa, Scuri y Angelini. Esta amplitud de prestaciones garantiza la
riqueza de la exposición, y permite ordenar las piezas según temáticas y
personajes.
Todos los
participantes fueron muy conscientes de la excepcionalidad del momento: dedicar
un museo a los títeres de la ciudad y provincia , es reconocer el importante
valor artístico, histórico, escénico y patrimonial de los títeres populares,
una arte que permite tejer líneas transversales de pertenencia colectiva a
través del tiempo y de la geografía. Y por encima de lo local, late en todo el
teatro de títeres popular la todavía más importante transversalidad europea,
pues los arquetipos polichinescos que representan la mayoría de estos
personajes son comunes y se encuentran en todas las culturas del continente. Es
decir, un ejemplo de diversidad que une, o de unidad de lo diverso.
Una consideración muy presente en los directores y
responsables del Museo, tal como vimos más adelante al entrar en la sala de exposición,
al recibirnos un magnífico mapa de Europa con todos los personajes
polichinescos representados y una muy buena indicación de su procedencia. En
este sentido, los museos tienen hoy en día la responsabilidad de marcar los
denominadores comunes de todas estas tradiciones, a fin de tejer las
correspondientes redes culturales de la unión europea de la diversidad, que tanta
falta nos hacen.
Proseguiremos
en ulteriores crónicas a describir el Museo y a hablar de la actuación que pudo
verse al día siguiente en la Piazzzeta Santo Sipirito de Bérgamo, del
espectáculo de títeres 'Il mistero del fantasma barbuto', de Zanubrio Marionetas.