Imagen de la obra |
La propuesta revela la madurez de los titiriteros de Pa Sucat, ansiosos de enfrentarse a textos complejos y de ofrecer soluciones también complejas pero desde nobles posiciones de síntesis, pues todo se resuelve con tres únicos actores-manipuladores: el mismo Eudald Ferré en el papel de Pulgarcito (encargado asimismo de manipular a sus seis hermanos), Jordi Jubany en el papel del Padre Leñador y del Ogro, y Dolors Sans en el de la Madre y de la Mujer del Ogro. Creo que el gran acierto del montaje es precisamente el desdoblamiento del trío de actores, que llegan a triplicar sus roles manteniendo una coherente correspondencia dramatúrgica entre ellos, gracias al ardid de enmarcar el cuento en una familia de comediantes de la legua cuyos miembros encarnarán a los distintos personajes de la obra. Un trabajo dificilísimo que Pa Sucat resuelve de un modo admirable gracias al gran oficio del titiritero Eudald Ferré y a la experiencia y buena técnica de los otros dos actores-manipuladores.
El montaje no rehuye la crueldad ni el dramatismo del cuento aunque lo dulcifica visualmente al evitar un tratamiento “gore” de las escenas. También ayuda el recurso dramatúrgico al lenguaje del “cine mudo”, que permite la exageración dramática sin caer en lo escabroso. Para ello, la música de Rodríguez Picó se instituye como un factor determinante, al otorgar desde el principio hasta el final unidad poética y coherencia narrativa al conjunto. Un trabajo excelente el suyo, bien ajustado a su cometido, que hila la obra con elegancia rítmica y sonora, y que la eleva hacia alturas dónde ni el gesto ni la palabra podrían llegar.
Por cierto, la reivindicación del Polzet, ¿no es acaso la reivindicación de lo pequeño y de lo socialmente insignificante, que para sobrevivir debe usar todo su ingenio más el principio de solidaridad hacia sus pares, por muy arrogantes y desdeñosos que éstos sean? En una época como la nuestra, en la que los individuos debemos enfrentarnos a la humillación constante infringida por bancos, gobiernos y grandes corporaciones, la moraleja de este cuento constituye una buena inyección de optimismo y de energía positiva, algo aplicable a todo lo pequeño, desde el mismo teatro de títeres frente al Gran Teatro, las regiones y los países pequeños frente a los imperios y a las grandes naciones, los socialmente "prescindibles" frente a los ricos y poderosos, las pequeñas empresas frente a las gigantes, etc. En este sentido, la moraleja del Polzet es de una actualidad apabullante. Una sana actitud que además no se anda con chiquitas, pues a la hora de sobrevivir y de salirse con la suya, no valen remilgos ni se evitan los ineludibles sacrificios de la imbecilidad.
Parece que Pa Sucat, para celebrar su aniversario, ha querido ponerse “las botas de siete leguas” de la audacia titiritera, dando saltos cualitativos que apuntan directamente hacia el futuro. Un magnífico arranque que enlaza con su ya dilatada carrera.
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